Comenzamos hoy la última parte
del recorrido de la antigua Casa Profesa de la Compañía de Jesús.
Tras la parada para contemplar
el brazo izquierdo del transepto, ahora nos toca recorrer el muro del Evangelio
del templo. Encontramos primero una hornacina con arco de medio punto en la que
se alojan las imágenes de Santa María
Magdalena y San Juan Evangelista,
entre los que se sitúa una gran cruz arbórea, que es con la que procesiona el Cristo de la Cruz al Hombro.
Santa María Magdalena y San Juan Evangelista. |
La Magdalena fue atribuida
durante muchos años a Juan Martínez Montañés, existiendo actualmente consenso
en la autoría de Juan Bautista Patrone y Quartin, habiendo sido policromada por
Juan Roso en 1.801. Se trata de una talla de candelero de 125 cm de altura, con
policromía de estética neoclásica, muy blanca y nacarada. Fue restaurada en
2.002 por Enrique Gutiérrez Carrasquilla, año en que se le sustituyó el
candelero por uno nuevo. Es co-titular de la Hermandad y acompaña a Nuestro
Padre Jesús con la Cruz al Hombro en el paso de la calle de la Amargura.
Santa María Magdalena. Juan Bautista Patrone y Quartin, 1.801. |
De la talla de San Juan
Evangelista tan solo he podido averiguar que ya existía en el siglo XIX (gracias, Enrique).
San Juan Evangelista. Juan Manuel Miñarro, 1.987. |
A la derecha de la hornacina
vemos una pintura con una representación de San Francisco de Asís de pie, en posición frontal, aunque girado
ligeramente hacia su derecha. Va vestido con el hábito marrón de su orden, y
muestra en las manos y en el pecho las llagas de su Estigmatización. Con la
mano izquierda porta un libro (alusivo a su condición de fundador), mientras
que con la contraria sostiene una banderola con las cinco llagas que forman
parte del escudo de los franciscanos.
San Francisco de Asís. Anónimo, siglo XVII. Cortesía de Universidad de Sevilla. |
A la izquierda, otro cuadro nos
muestra una imagen de Santo Domingo de
Guzmán, de pie, en posición frontal, aunque girado ligeramente hacia su
izquierda. Vestido con el hábito blanco y negro de su orden, porta en la mano
derecha un libro (como antes, alusivo a su condición de fundador) mientras, con la mano
contraria, sostiene una banderola con el escudo dominico.
Santo Domingo de Guzmán. Anónimo, siglo XVII. |
Ambas pinturas, de estilo
barroco y autor desconocido, fechadas en la primera mitad del siglo XVII,
responden a una representación de tipo "santo-estatua", figurando
estar situados en una hornacina y sobre una peana.
Sobre la pintura de Santo
Domingo cuelga una Alegoría de la
institución de la Eucaristía, obra temprana de Juan del Castillo, de 1.612.
En el centro, aparece Jesucristo presidiendo una mesa en el acto de la
Consagración, junto a un cáliz y la Hostia Sagrada. Le acompañan San Juan
Evangelista, con túnica y manto, escribiendo su Evangelio, y San Ignacio de
Loyola, con hábito jesuita. En la parte superior, el Padre Eterno y la Paloma
del Espíritu Santo, rodeados de ángeles. Una serie de ángeles niños arrojan
flores, que caen sobre el
mantel blanco que cubre la mesa de altar.
Alegoría de la institución de la Eucaristía. Juan del Castillo, 1.612. |
San Juan Evangelista aparece escribiendo en su Evangelio las palabras
pronunciadas por Cristo durante la Consagración, de la que fue testigo directo:
"CARO MEA / vere est cibus / et sanguis / meus vere / est
potus".
(Mi
carne es verdadero alimento, y mi sangre es verdadera bebida). Juan,6: 56-57.
Finalmente encontramos el retablo de Nuestra Señora de Belén,
compuesto por banco, dos cuerpos de tres calles y ático rematado en medio punto
y articulado mediante pilastras. Se decora con veinte pinturas (hay dos
pinturas perdidas por desaparición de los pigmentos, una en cada extremo del
banco) sobre tabla que representan escenas de la vida de la Virgen y diversos
santos.
Retablo de Nuestra Señora de Belén, con San Cosme y San Damián a los lados. |
Se sabe que este retablo fue el
antiguo de las Reliquias, realizado a finales del siglo XVI, y que estuvo
inicialmente en la Capilla de las Reliquias (actual sacristía). En el siglo XIX
fue ampliado y reformado para albergar una serie de pinturas de procedencia
diversa: la Virgen de Belén, de Marcello Coffermans, y otras diecinueve pinturas de
la escuela sevillana de dos autores anónimos diferentes: uno de ellos ejecutó
las tablas del banco y el otro artista, las restantes. Todas están datadas a
finales del siglo XVI.
Durante las reformas realizadas
en el templo por el deán López Cepero (1.836-1.842), en plena serie neoclásica y anti-barroca, se trasladó el retablo al
brazo del Evangelio del transepto, para que formara pareja con el frontero retablo de la
Inmaculada. Para cumplir con el principio de simetría, tan querido por la
estética clasicista que dominó la reforma de Cepero, mandó cobijar este retablo
de la Virgen de Belén dentro de una estructura retablística externa que reprodujo
el arco triunfal de la Inmaculada. Finalmente, ya en el siglo XX, se trasladó
el pequeño retablo de la Virgen de Belén al muro del Evangelio de la nave,
donde sigue en la actualidad.
Otra vista del retablo. |
Los motivos decorativos son
típicos renacentistas: cabezas de querubines que recorren los frisos de su
primer y segundo cuerpo, guirnaldas de frutas sobre las tablas laterales de su
segundo cuerpo y roleos vegetales junto a relieves de sendos jarrones flanqueando el ático.
En el centro del frontón, una cartela con el anagrama del nombre de Jesús,
“IHS”, rematado por una cruz, emblema de la Compañía.
Pasemos a realizar un recorrido
pormenorizado del retablo de la Virgen de Belén.
En el banco aparece un conjunto
de “viñetas” (a modo de cómic de los siglos XVI- XVII) en las que se insertan
escenas de la vida de la Virgen, agrupadas cronológicamente de izquierda a
derecha, intercaladas con figuras de santos. Pertenecen a la escuela sevillana
y son las siguientes:
Banco del retablo de la Virgen de Belén. |
Pintura desaparecida. Extremo izquierdo del banco.
No he conseguido averiguar qué escena representaban.
San Bernardo. Aparece sosteniendo en su mano derecha un
libro (como fundador de una orden) y el báculo que revela su condición de
abad, llevando su mano izquierda al pecho. En la esquina superior derecha se
aparece la Virgen con el Niño mostrando un pecho. Se capta el milagroso
episodio conocido como la Lactación de San Bernardo, en el que la
Virgen le ofrece al santo la leche con la que amamantaba a su Hijo. Existe, por
tanto, una conexión directa con la advocación principal del retablo, la Virgen
de Belén, también llamada de la leche.
San Bernardo. |
El Nacimiento de la Virgen. Nos muestra a Santa
Ana recostada en una cama con dosel y acompañada por dos sirvientas. Delante,
un grupo de tres mujeres cubren a la recién nacida. Se trata de una de las
escenas de este retablo (son varias) que copia literalmente el grabado de Cornelis Cort de 1.568.
El Nacimiento de la Virgen. |
La Presentación de la Virgen en el Templo. Vemos
a San Joaquín y a Santa Ana, ancianos, y la Virgen niña situados en la parte
inferior de una escalinata. Se trata de la escena de la Presentación de la
Virgen en el Templo, episodio que deriva de los Evangelios Apócrifos, siendo
popularizado posteriormente por La Leyenda Dorada, de Jacobo de la Vorágine. El
pintor, como suele ser tradicional, dibuja a la Virgen niña ascendiendo sin ayuda por
una escalera, contemplada por sus progenitores, mientras el Sumo Sacerdote
Zacarías la recibe con los brazos abiertos. Dos personajes más, uno tras
Zacarías, y otro al pie de la escalinata, a la izquierda de la composición,
contemplan la escena.
Presentación de la Virgen en el templo. |
Se trata de la representación
de la escena de la muerte de San Ignacio, obispo de Antioquía, mártir y Padre
Apostólico, que fue condenado a morir devorado por las fieras. La presencia
destacada de su corazón junto a las palabras "Iesus", "Iesus" debe hacer referencia a la tradición que narra cómo, tras su
muerte, se encontró en su corazón, grabada en letras de oro, la palabra
"Jesús", que también pronunció en el momento de su martirio. Este
vínculo con el nombre de la Compañía explicaría su presencia en un retablo jesuita.
Los Desposorios de la Virgen y San José. Se
trata de otra escena derivada de los relatos contenidos en los Evangelios
Apócrifos y en La Leyenda Áurea. En el centro de la
composición, María y José unen sus manos, siendo bendecidos por el sacerdote
ante un grupo de familiares. San José lleva la vara florida, recuerdo del
milagro que le convirtió en el elegido entre los descendientes solteros de
David que fueron convocados por el sumo sacerdote paradesposar a María.
La escena transcurre en el interior del templo de Jerusalén.
Los Desposorios de la Virgen y San José. |
La Anunciación. Representación de la
aparición del arcángel Gabriel a la Virgen María para anunciarle la Encarnación
de Jesús. La escena transcurre en un interior, disponiéndose la Virgen
arrodillada, sobre un reclinatorio, a la izquierda de la composición. A la
derecha, el arcángel se muestra igualmente arrodillado, portando una vara de
azucenas en la mano izquierda. El Espíritu
Santo es representado simbólicamente por la paloma que irrumpe en la parte
superior izquierda.
La Anunciación. |
San Buenaventura. Se nos muestra al santo toscano
vestido con hábito franciscano, capa pluvial y mitra, con báculo en su mano
izquierda y un libro en la derecha. La presencia del santo franciscano en este
retablo de iconografía mariana estaba plenamente justificada, debido a su honda
devoción a la Madre de Dios.
San Buenaventura. |
Natividad. Pintura en la que aparece el interior del
portal de Belén con la Virgen y San José arrodillados ante Jesús recién nacido,
entre un buey y una mula; un grupo de ángeles se encuentra en la parte superior
derecha, sobre un manto de nubes. A la izquierda de la escena, a
través de una puerta, se advierte el anuncio del ángel a los pastores.
Natividad. |
San Dionisio Areopagita. Se nos muestra al santo de pie, con capa
pluvial y mitra; lleva un báculo en la mano derecha y un libro abierto en la
izquierda, hacia el que dirige su mirada.
La presencia de San Dioniosio en este retablo obedece a su supuesto vínculo con la propia Virgen, a cuyo tránsito se dice
que asistió.
San Dionisio Areopagita. |
El primer cuerpo del retablo está presidido por la Virgen de Belén, titular del retablo. Se
cree casi con total seguridad que es obra del flamenco Marcello Coffermans. En un óleo sobre tabla se representa a la Virgen María amamantando al Niño Jesús.
Aparece de pie, centrando la composición, sobre una media luna. Va vestida con
túnica verde y manto rojo, ricamente adornado. Dirige su mirada al Niño Jesús,
abrazando amorosamente su cuerpo desnudo. Ambos presentan luminosas orlas de
rayos dorados, y se encuentran rodeados por una serie de ángeles músicos. Dos
ángeles, en la parte superior, coronan a la Madre de Dios.
Virgen de Belén. Marcello Coffermans, siglo XVI. |
Francisco Pacheco
copió esta composición en un pequeño cobre, fechado en 1.590,
que se conserva en la Catedral de Granada, circunstancia que señala la gran
devoción e interés que debió despertar esta obra en la Sevilla de finales del
siglo XVI. Esta tabla fue el punto de partida para que, en el siglo XIX, se
recompusiese un antiguo retablo de las Reliquias, del siglo XVI.
San Joaquín, a su izquierda y arriba, se nos muestra según su iconografía
tradicional, como un anciano vestido con túnica y manto de color marrón,
calzando sandalias y llevando una vara de azucenas en la mano derecha, hacia la
que dirige su mirada. Se trata de una alusión a los ramos de azucenas, símbolos de pureza que,
según la tradición, brotaron de los pechos del santo y de su esposa, Santa Ana,
de los que nacería la Virgen María; por tanto, es una referencia a la pureza de
su Inmaculada Concepción.
San Joaquín. Cortesía Universidad de Sevilla. |
San Juan Evangelista aparece como un hombre joven, con túnica blanca y manto rojo,
portando su Evangelio, acompañado por el águila que le
identifica. Mira hacia el cielo, donde se representa la
visión de la Inmaculada apocalíptica que tuvo durante su retiro en la
isla de Patmos.
San Juan Evangelista. Cortesía Universidad de Sevilla. |
Santa Ana. A la derecha de la Virgen de Belén, vemos a la madre de la Virgen, con manto rojo, toca blanca y túnica marrón. Posa la mano derecha
sobre su pecho, mientras que sostiene con la contraria una vara de azucenas.
Santa Ana. Cortesía Universidad de Sevilla. |
San Juan Bautista, bajo ella, viste piel de camello y manto rojo, como suele ser habitual. Porta un báculo rematado con una cruz en su mano izquierda,
mientras señala con la contraria hacia la tabla central del retablo.
San Juan Bautista. Cortesía Universidad de Sevilla. |
Segundo cuerpo y ático. |
En el centro del segundo cuerpo aparece una tabla con la escena de la Asunción de la Virgen. Fechada entre los años 1.600
y 1.633, se trata de una representación de la Virgen según su modelo iconográfico habitual en la pintura barroca sevillana de
principios del siglo XVII. En este caso se inspira en el grabado de La Coronación de la Virgen, de Cornelis Cort.
Asunción de la Virgen. Cortesía Universidad de Sevilla. |
Se nos muestra como una mujer joven, vestida con túnica color jacinto y manto azul. Une las manos en oración, dirigiendo la vista al cielo. Coronada de doce estrellas, reposa sobre una media luna; le rodean un resplandor dorado y nubes. En la parte inferior, se abre un paisaje, en el que se advierten diversos símbolos lauretanos (sol, palmera, puerta, fuente, torre...).
A su izquierda figura una tabla
con la imagen de San Agustín adorando el Crucifijo, con el santo arrodillado,
revestido de los atributos propios de su condición de obispo, con mitra, capa
pluvial y báculo. Sostiene un corazón en sus manos y contempla la aparición de
Cristo crucificado, de quien parten tres flechas de fuego, clavándose una de
ellas en el corazón del santo. La filacteria que muestra, dirigida hacia
Cristo, se refiere al episodio de su conversión:
"Sagittaveras tu Domine, cor meum charitate (tua)"
("Habías asaeteado tú, Señor, mi corazón con tu
caridad").
(San
Agustín, Confesiones, IX, 3).
San Agustín adorando el Crucifijo. Cortesía Universidad de Sevilla. |
Forma pareja con la pintura
situada a la derecha de la Asunción, que representa La Estigmatización de San
Francisco. Aparece el santo arrodillado, vestido con el hábito franciscano. Ante él aparece una calavera que alude a sus reflexiones sobre lo transitorio de la
vida mundana. Contempla la aparición del ángel que le marcará los
estigmas.
La Estigmatización de San Francisco. Cortesía Universidad de Sevilla. |
La presencia de ambas pinturas
en el retablo no está directamente relacionada con la iconografía general del
mismo, dedicado a la Virgen, por lo que su inclusión pudo deberse a devociones
particulares de los patronos del conjunto.
Por último, en el ático, podemos
admirar la Santísima Trinidad coronando
a la Virgen en medio de un mar de nubes poblado de ángeles músicos y querubines. La paloma del Espíritu
Santo, rodeada por un halo luminoso, sobrevuela las figuras de Cristo y de Dios
Padre. Ambos se disponen en simétrica composición, portando entre la
corona que espera en el cielo a la Virgen María, la cual asciende hacia ellos, figuradamente, de la pintura situada debajo.
La Santísima Trinidad coronando a la Virgen. Cortesía Universidad de Sevilla. |
A ambos lados del retablo reposan,
sobre sendas repisas, las tallas
de San Cosme y San Damián, de
autor anónimo y no demasiado valor artístico. Como médicos que eran, lucen sus
mucetas amarillas de doctor. Ambas figuras proceden del retablo donado en 1.657
por el médico italiano Tiberio Damián, cirujano mayor del Hospital del
Cardenal (situado antiguamente en la Plaza de San Leandro), quien costeó las dos imágenes y pinturas con escenas de la vida de los Santos
Hermanos; la estructura del retablo desapareció en el siglo XIX como consecuencia
de las reformas del deán López Cepero.
San Cosme. |
El parecido entre las dos
figuras es tal que hay que fijarse en la posición de los brazos o en el color
de las túnicas para distinguirlos. Así, San Cosme aparece llevándose la mano
izquierda al pecho mientras extiende la contraria. Está representado, no como
un mártir de época romana (vivió en el siglo III d.C.), sino como un hombre del
siglo XVII, contemporáneo al artista que realizó esta obra. Pudo perder esta
imagen algún atributo iconográfico identificativo de su profesión de médico o
bien la palma que le señala como mártir de la Iglesia.
San Damián, por el contrario,
extiende ambos brazos, mostrando los colores de túnica y manto, ricamente
estofados, cambiados respecto a los de
su hermano (San Cosme con manto verde y túnica rojiza, y San Damián a la
inversa).
San Damián. |
En el primero, la Sagrada
Familia se dispone a la izquierda de la composición, en un portal de Belén del
que se vislumbra una columna sobre un pedestal. Sobre el Niño Jesús, tres
ángeles le veneran, mientras que un nutrido grupo de pastores, que portan
presentes, se dispone a la derecha de la composición. En
la parte superior, un grupo de ángeles portan una filacteria con el texto:
"GLORIA IN EXCELSIS DEO ET IN TERRA PAX" (Lucas, 2:14).
La Adoración de los pastores. Anónimo, siglo XVII. |
El otro lienzo es copia de la
obra homónima de Rubens que se conserva en el Museo del Prado. Los Reyes ocupan
el centro de la composición, con el Niño, con sus Santos Padres en el lado
izquierdo y el resto del numeroso cortejo de los Reyes (siervos, caballos y
camellos), en el derecho. Dos pequeños angelotes revolotean en la parte
superior, contemplando la escena.
Hemos finalizado el recorrido
del antiguo Noviciado de la Compañía de Jesús. Ya comenté en una anterior
entrada la situación de la iglesia, impropia de un inmueble dependiente de
institución tan prestigiosa como es la Universidad de Sevilla, así que no voy a
insistir sobre este asunto.
La Adoración de los pastores. Anónimo, siglo XVII. |
Sí señalaré que numerosas imágenes, contempladas en anteriores visitas y aquí reflejadas, se encuentran ausentes en esta ocasión.
Es el caso de las tallas de San Cosme y San Damián, San Diego Kisai y San Juan
de Goto, y los lienzos de San Estanislao de Kotska y San Luis Gonzaga. Ignoro
si se han retirado para su restauración o por cualquier otra causa.
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