Una de las primitivas parroquias instauradas en Sevilla tras su conquista en 1.248 por Fernando III fue la de Santa Ana que, además, era la única que se encontraba fuera de las murallas de la ciudad. Su primera ubicación fue el castillo de san Jorge, sede de la Inquisición, al otro lado del río, en el arrabal de Triana.
En 1.266 tiene lugar, por intercesión de la Madre de la Virgen según cuenta la leyenda, una mejora ostensible de la enfermedad ocular que padecía el rey Alfonso X, por lo que ordena que se le levante un templo, el primero de nueva construcción tras la reconquista (el resto de las 25 parroquias iniciales se adaptaron a mezquitas ya existentes). Al encontrarse fuera de la zona amurallada, la edificación inicial estaba fuertemente fortificada, conservándose de esa época las almenas en alguna de sus cubiertas.
|
Fachada principal de la iglesia de Santa Ana. |