Dejamos la anterior entrada con la vista de Inmaculada Colosal. Se trata de la primera representación de la Inmaculada Concepción por parte del pintor, tema que repetiría frecuentemente (más de dos docenas de obras conservadas, además de las realizadas por sus discípulos) a lo largo de su vida. No inventó la iconografía, expresada por anterioridad por Rubens, Pacheco, Velázquez, Zurbarán o Ribera, pero con él alcanzó su máxima expresión y “fijó” los atributos para la representación del Dogma de la Inmaculada a partir de entonces. Y es que, aunque este no se promulgó hasta el siglo XIX, ya desde mediados del XVII la Iglesia permitió creer en ello, y desde 1.661 permitió oficialmente celebrar su fiesta, a pesar de la oposición de los dominicos, defensores de la advocación de la Virgen del Rosario ya desde el siglo XIII.