El Hospital de la Caridad se encuentra ubicado en la calle Temprado, en pleno barrio del Arenal y es sede de la Hermandad del mismo nombre. Desde su fundación, a mediados del siglo XV, tenía como cometidos el acogimiento de enfermos sin recursos y el enterramiento de ajusticiados, ahogados y, en general, de todos los cadáveres que no fueran reclamados.
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Fachada principal del Hospital de la Caridad. |
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San Fernando. |
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San Hermenegildo. |
Se trata de un edificio de estilo barroco, no tanto en su fachada o patios interiores como en su iglesia, considerada una de las obras más importantes del barroco español.
Para las tres grandes salas que constituían el hospital se aprovecharon otras tantas naves de las Atarazanas Reales, mandadas construir por Alfonso X, el Sabio.
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Lápida de mármol en la que se recogen los principios que rigen el Hospital de la Caridad. |
En 1.644, a causa del estado ruinoso de la antigua capilla, se edificó una nueva iglesia bajo la dirección de Pedro Sánchez Falconete. Por falta de medios, las obras progresaron muy lentamente. La elección de Miguel Mañara como Hermano Mayor en 1.643 sirvió no sólo para agilizar las obras del templo, sino para elevar las actividades de la Hermandad, que amplía sus obras de caridad. En esta fecha se funda una hospedería de pobres transeúntes y enfermerías para los que no eran admitidos en los demás hospitales de la ciudad. Aún hoy está en uso como residencia de ancianos desvalidos; lo dirige una congregación llamada “Los Hermanos Blancos de la Cruz”.
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Otra vista de la portada principal del Hospital. |
La iglesia es actualmente propiedad privada, y está abierta al público como museo de la ciudad, por lo que su utilización para la eucaristía y cultos se reduce casi por completo a los ancianos y hermanos que viven en el antiguo hospital de la Caridad. Miguel Mañara, del cual hablaremos extensamente más adelante, también intervino activamente en la traza del edificio, siendo Leonardo de Figueroa el que realizó la fachada.
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Fachada, con los cinco paños de azulejos. |
Dicha fachada tiene tres cuerpos de altura, con relativa simplicidad para ser de estilo barroco. En el primer cuerpo, a ambos lados de la puerta encontramos las efigies de San Fernando y San Hermenegildo. En los cuerpos superiores podemos observar cinco paños de azulejos, que representan a san Jorge, Santiago y las tres virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad. El ático que remata la fachada está precedido por una baranda de hierro, con dos torrecillas de ladrillos en los extremos.
El acceso al hospital se realiza por la antigua portería, a la derecha de la entrada principal de la iglesia. Tras abonar el importe de la entrada (5 euros en marzo de 2.011, sin rebaja o exención para nativos, desempleados o discapacitados; me parece correcto, ya que la labor asistencial del hospital se sufraga con donaciones y con los importes de las entradas, y no con capital público), pasamos a un gran patio, dividido en dos mitades por un corredor elevado sostenido por arcos de medio punto que, como en el resto del patio, descansan sobre columnas de mármol blanco con capiteles toscanos.
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Puerta de acceso para visitas turísticas. |
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Zaguán de entrada. |
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Busto de don Miguel Mañara, en el zaguán. |
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Retablo cerámico del Corazón de Jesús. |
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Diferentes detalles del zaguán de la antigua portería. |
Ya en el patio principal, dos grupos de elementos llaman rápidamente la atención: las dos fuentes genovesas de mármol con esculturas que representan a la Misericordia y a la Caridad (1.682), y los siete paños de azulejos holandeses de 1.700 (alguno de gran tamaño), procedentes del Convento de los Descalzos de Cádiz, que muestran escenas de la Biblia.
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Imagen general del patio principal. |
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Fuente genovesa de la Misericordia, con curioso incluido. |
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Detalle de la fuente. |
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Fuente genovesa de la Caridad. |
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Detalle de la fuente de la Caridad. |
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Escaleras de acceso a la planta superior. |
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Detalles de la escalera. |
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Azulejos holandeses provenientes del convento de los Descalzos de Cádiz. Hacia 1.700. |
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Recuerdo de una riada. |
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Vista del patio desde la Sala de Cabildos. |
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Más detalles del patio principal. |
Desde el patio se accede a la antigua Sala de Cabildos, en la que se conservan distintos objetos relacionados con don Miguel Mañara, como una de las espadas que le pertenecieron o su mascarilla mortuoria; las paredes recogen interesantes pinturas entre las que destaca un retrato de Mañara pintado por Valdés Leal y un crucificado, obra de Zurbarán.
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Don Miguel Mañara, pintado por Valdés Leal. |
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Impresionante arca de caudales. Todas las palancas que ocupan el interior de la tapa constituyen el mecanismo de doble cerradura de seguridad. |
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Máscara mortuoria de don Miguel Mañara. |
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El cardenal Espínola. |
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Retrato de la Reina Isabel II. |
Volviendo al patio principal, tenemos la opción de escoger dos salidas; una de ellas conduce al interior de las dependencias del hospital y no es visitable del todo, aunque sí podremos contemplar un pequeño espacio en el que figura una placa de mármol que recuerda la visita de la reina Isabel II.
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Pasillo de acceso a los patios interiores. |
Regresamos sobre nuestros pasos y accedemos al otro patio. En él domina un arco interior de ladrillo, resto de las Atarazanas de 1.252 sobre las que se asienta el hospital. A la derecha un pequeño espacio ajardinado con un arco gemelo pero cegado y, a la izquierda, cruzando el arco, el monumento dedicado a Miguel Mañara. A los pies de la columna que sostiene su busto podemos admirar los ocho rosales de la leyenda.
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Entrada al segundo patio. |
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Arco gótico de las antiguas Atarazanas Reales. |
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Nuevo arco gótico, cegado en esta ocasión. |
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Arco gótico con el monumento a Mañara al fondo. |
La leyenda de los rosales del Hospital de la Caridad mantiene que estas plantas fueron traídas y plantadas personalmente por Miguel de Mañara en 1.670, y desde estonces permanecen lozanos, sin secarse ni marchitarse, conservando las hojas su frescura y dando flores todos los años. A algunas de estas rosas, cortadas y llevadas a enfermos incurables, se les ha atribuido propiedades milagrosas, que refuerzan las pretensiones de muchos fieles que solicitan la beatificación del insigne don Miguel. |
Monumento a don Miguel Mañara. Alrededor, los ocho rosales de la leyenda. |
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El arco gótico, visto desde el otro lado. |
También veremos un pequeño pozo, con dos columnas de mármol a los lados y un inquietante azulejo sobre él: “Calle del Ataúd”. El motivo de la presencia de tan macabro rótulo es otra leyenda:
Es tradición popular, recogida en 1.851 por José Gutiérrez de la Vega en el "Semanario Pintoresco Español", periódico literario fundado por Mesonero Romanos, que don Miguel Mañara, procedente de una familia adinerada, apuesto y finamente educado, se dedica durante una parte de su vida a gozar la vida, dando rienda suelta a sus instintos y adentrándose en la senda de la prostitución. Un día, al dirigirse a la calle del Ataúd, que llevaba ese nombre por una prostituta hebrea enterrada allí, entra en un burdel con el fin de entregarse a sus caprichos y se acuesta con una joven apodada la Gitanilla. Entre tanto, llegan tres hombres, uno de ellos el marido de la joven, para atracar a don Miguel. Se produce una pelea, en la que el caballero queda maltrecho. Tendido y sangrando en la calle, tiene una visión en la que observa con todo detalle su propio entierro.
Desde este momento el protagonista cambia su forma de vida y dedica todo su tiempo y dinero al Hospital de la Caridad.
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La leyenda de la calle del Ataúd. |
La narración es típica de la época. El romanticismo está en pleno esplendor y este tipo de narraciones legendarias vive su máximo apogeo. El protagonista de esta historia recuerda enormemente al don Juan de Zorrilla, publicado pocos años antes. No es, ni más ni menos, que la historia de la conversión que sufre el personaje principal, desde su inicial inclinación hacia el goce hasta su posterior solidaridad manifestada por diversos actos de caridad.
La calle del Ataúd ya no existe en la actualidad. Iba del Postigo del Alcázar, en el trozo de muralla que está en los Jardines Murillo, hasta la Plaza de los Venerables. Desapareció en 1.833 y su rótulo se colocó en este patio del Hospital de la Caridad.
Junto al pozo hay una escalera. Un nuevo azulejo nos indica que conduce a los aposentos que ocupó Mañara hasta su muerte, a los que se trasladó “para servir a sus amos: los pobres y los enfermos del Hospital”.
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Balcón de las habitaciones de Miguel Mañara. |
Y hasta aquí puedo leer. Continuará.