Dejamos la anterior entrada con la vista de Inmaculada Colosal. Se trata de la primera representación de la Inmaculada Concepción por parte del pintor, tema que repetiría frecuentemente (más de dos docenas de obras conservadas, además de las realizadas por sus discípulos) a lo largo de su vida. No inventó la iconografía, expresada por anterioridad por Rubens, Pacheco, Velázquez, Zurbarán o Ribera, pero con él alcanzó su máxima expresión y “fijó” los atributos para la representación del Dogma de la Inmaculada a partir de entonces. Y es que, aunque este no se promulgó hasta el siglo XIX, ya desde mediados del XVII la Iglesia permitió creer en ello, y desde 1.661 permitió oficialmente celebrar su fiesta, a pesar de la oposición de los dominicos, defensores de la advocación de la Virgen del Rosario ya desde el siglo XIII.
Se puede observar en las siguientes imágenes la evolución de la escena hasta la irrupción de Murillo, en 1.650.
Inmaculada con doncellas de la Hermandad de Vera+Cruz. Francisco de Herrera, el Viejo, 1.614. Palacio Arzobispal de Sevilla. |
Fue encargada por la Hermandad
de la Vera+Cruz, formando parte de una serie de doce pinturas destinadas a decorar
la capilla que esta cofradía poseía en el Convento Casa Grande de San Francisco.
Eran obras pintadas por el artista en plena juventud (tenía tan solo
veinticinco años), apreciándose en ellas influencias de Pedro de Campaña o Luis
de Vargas, pintores muy reputados en la Sevilla de principios del XVII. Los colores de la Inmaculada son los de la época, rosa la túnica y
azul el manto.
Inmaculada. Diego Velázquez, 1.618. Sevilla, Fundación Focus. |
Formaba
pareja con un San Juan evangelista escribiendo el Apocalipsis, de
idénticas dimensiones, pintado para la Sala Capitular del convento del Carmen
Calzado de Sevilla, fundado en el siglo XIV. En 1.809, poco antes de la
ocupación francesa de la ciudad, ambas obras fueron vendidas, por
intermediación del canónigo López Cepero, al embajador de Gran Bretaña,
Bartholomew Frere.
Se perdió su rastro con el
tiempo y, en 1.990, tras su aparición en el mercado artístico internacional provocó grandes dudas en torno a su atribución, que oscilaba entre Alonso
Cano y Velázquez, en la época en que los dos eran aprendices en el taller de Francisco
Pacheco. La duda finaliza tras un estudio del Museo Nacional del Prado, que
confirmó la autoría de Velázquez.
Inmaculada con Miguel del Cid. Francisco Pacheco, 1.619. Catedral de Sevilla. |
El cuadro fue donado a la catedral por el
canónigo Juan Ochoa de Basterra y colgado sobre su sepultura, situada en la
nave del Lagarto, inmediata a la capilla de la Granada y junto al púlpito del
Patio de los Naranjos. Allí permaneció durante dos siglos y medio, hasta que en
1.867 se le nombra ocupando la sacristía de la capilla de la Virgen de la
Antigua y, más tarde, la de los Cálices. Finalmente, tras la restauración del
lienzo con motivo de la exposición sobre Velázquez y Sevilla de 1.999, apareció
la firma de Pacheco, así como la fecha de ejecución: 1.619. Desde
entonces se expone en la sala inicial del Pabellón de entrada de la catedral hispalense.
Inmaculada. Zurbarán, 1.628-1.630. Madrid, Museo del Prado. |
Zurbarán
fue uno de los artistas más activos en la promoción de la defensa de la
Inmaculada Concepción de la Virgen. A él se deben varias obras sobre este tema, considerándose
esta como la pintura más temprana sobre el asunto que realizó Zurbarán,
tanto por estilo como por rasgos compositivos. La imagen de la Virgen aparece
con las manos unidas en oración, rodeada
por los símbolos de las letanías y con figuras y paisajes alrededor de ella, sin
ángeles acompañándola, elementos que constituyen un elemento importante para
diferenciar estas Inmaculadas de las de Murillo y su escuela.
No he podido averiguar para qué
persona o lugar fue realizada; tan solo que el Museo del Prado fecha su ingreso
en 1.956.
Inmaculada Concepción. José de Ribera, hacia 1.630. Madrid, Museo del Prado. |
Inmaculada Concepción . José de Ribera, hacia 1.635.
Salamanca, Convento de
las Agustinas Recoletas de Monterrey.
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Este gran lienzo forma parte del
retablo de las Agustinas de Salamanca y fue pintado al óleo por José de Ribera
en el XVII. En él se puede observar una importante transición del modelo de la
Virgen desde las representaciones de Pacheco, Zurbarán o Velázquez a las
posteriores de Murillo. De los primeros aún conserva elementos como la corona
de doce estrellas (las tribus de Israel) y los símbolos de las letanías
lauretanas (espejo, torre, árboles y ramas, luna llena, rosas, etcétera), pero
evoluciona abandonando el modelo
estático, dotando de movimiento a los ropajes de la Virgen, ya con túnica
blanca y manto azul. Aparecen abundantes angelotes y se cambia el tenebrismo
imperante por colores vivos y luminosos.
Inmaculada Concepción, La Colosal. Murillo, hacia 1.652. Museo de Bellas Artes de Sevilla. |
Gigantesco
(436 x 297 cm) lienzo de Murillo, pintado por encargo del convento Casa Grande
de San Francisco. Su tamaño se debe, como hemos comentado en anteriores
entradas, al hecho de ser situada a veinte metros del suelo, sobre uno de los
arcos torales de la Capilla Mayor. La escena muestra gran semejanza con la obra
anterior de Ribera, con vivos colores y amplio movimiento de ropajes;
desaparecen, en cambio, la corona de doce estrellas y los atributos de las
letanías lauretanas. Se trata del primer trabajo del artista sobre este tema,
que repetiría al menos dos docenas de veces más, a las que habría que añadir
las de sus discípulos.
Como vimos en la entrada
anterior, este lienzo fue encargado para la Capilla de la Vera+Cruz del
convento Casa Grande de San Francisco. La Virgen se muestra ante el
franciscano, no como una aparición, sino como inspiradora de los numerosos
escritos del mismo, en los que defendía la Pura y Limpia Concepción de la Madre de
Cristo. El pintor sitúa la escena en el interior del espacio formado por un
entablamento, sostenido por dos columnas, en cuyas bases vemos sendos ángeles
portando el escudo de la Cofradía. Alrededor de la Virgen aparecen numerosos
ángeles que portan atributos de las letanías: espejo, flores, palmas, ramas de
olivo.
Inmaculada con fray Juan de Quirós. Murillo, 1.653. Sevilla, Palacio Arzobispal. |
Así se expone habitualmente la Inmaculada Colosal, en el Museo de Bellas Artes. |
Se conserva en la sala V del
Museo de Bellas Artes, presidiendo la representación del retablo del convento
de Capuchinos. Durante los tres primeros meses de este Año Murillo ha cedido su
lugar a la pintura original de dicho retablo, El Jubileo de la Porciúncula, cedida por su actual propietario, el Wallraf-Richartz
Musem, de Colonia.
Representación del retablo Mayor del convento de Capuchinos. Año Murillo, 2.015. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Por cortesía de www.lainformacion.com. |
Inmaculada Concepción de la Media Luna. Murillo, 1.662. Madrid, Museo del Prado. |
La única Inmaculada pintada de
medio cuerpo por Murillo. Presenta delante el creciente de la luna y a los
lados, seis serafines. La pincelada es sutil, difuminando los contornos y dando
aspecto etéreo al conjunto. La pieza fue adquirida, con otras muchas del autor,
por Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, gran admiradora del artista
sevillano. La documentación sitúa la obra en 1.746 en el Palacio de La Granja
y, en 1.794, en el dormitorio de los reyes del Palacio de Aranjuez; ingresó en
el Museo del Prado en 1.819.
Inmaculada Concepción "del Escorial". Murillo, 1.660-1.665. Madrid, Museo del Prado. |
Se
trata de una de las Inmaculadas de Bartolomé Esteban Murillo con
aspecto más juvenil, lo que la vincula con la obra de de Zurbarán y
las recomendaciones de Pacheco en su Arte de la Pintura, publicado en 1649. Se conservan varios bocetos de esta obra, lo que demuestra una
preparación concienzuda por parte del artista.
Debe su nombre a que aparece
registrada en 1.788 en la Casita del Príncipe de El Escorial, Carlos IV, pasando después al Palacio Real de Aranjuez y, en 1.819,
al Museo del Prado.
Inmaculada Concepción con seis figuras. Murillo, 1.665. París, Museo del Louvre. |
Para
la iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla, Murillo pintó en 1.665 está Inmaculada Concepción con seis figuras,
que acompañaría a El sueño del
patricio Juan, La visita del patricio al papa Liberio, La Exaltación de
la Eucaristía y La Sagrada Cena,
encargadas por su amigo y mecenas Justino de Neve.
La Inmaculada se nos muestra con
las manos juntas a la altura del pecho, sobre un trono de nubes, acompañada por
un grupo de ángeles y serafines. Viste su tradicional túnica blanca y manto
azul y dirige su mirada hacia un grupo de seis fieles que representan a la
cristiandad en todas sus edades, ya que muestra a un niño, tres adultos y dos
ancianos. Se cree que se trataba de clérigos de la iglesia de Santa María la
Blanca (Domingo Velázquez Soriano y Salvador Rodríguez, su sustituto, así como
el marqués de Villamanrique y su hijo, vecinos de la iglesia, y otros).
Inmaculada del Coro, “La Niña”. Murillo, 1668-69, para el convento de Capuchinos. Sevilla, Museo de Bellas Artes. |
La tradición afirma que el rostro de esta Inmaculada se inspira
en el de Francisca María, hija del pintor, sorda, que ingresó en el convento
Madre de Dios a la edad de catorce años. Nos muestra a la Virgen sobre nubes,
rodeada de angelillos que portan los símbolos de las letanías: rosas, palmas,
espejos, azucenas. Su emplazamiento original fue el coro bajo del convento
de Capuchinos.
Inmaculada
Concepción. Murillo. Dulwich Picture Gallery.
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La Dulwich fue la primera
galería pública de arte creada en Inglaterra. Alberga una interesante colección
de arte español, con nada menos que trece obras de Murillo, entre ellas La Virgen del Rosario, esta Inmaculada Concepción y varias escenas
de niños mendigos. No he podido averiguar la fecha, siquiera aproximada, en que
el pintor realizó este lienzo, ni el lugar para el que la ejecutó. La obra no
es de las mejores del artista, e incluso da la impresión de que en ella han
intervenido más alumnos de su escuela que el propio maestro.
Inmaculada Concepción. Murillo. London, National Gallery. |
Se trata de otra obra, como la
anterior, en la que se sospecha que no fue realizada en su totalidad por Murillo,
aunque en este caso la calidad es superior.
Inmaculada con el Padre Eterno. Murillo, 1.668-69.
Para el convento de Capuchinos. Sevilla, Museo de Bellas Artes.
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Se
representa en este lienzo el momento en que la Virgen María es eximida del
pecado original por Dios Padre, que abre los brazos, acogiéndola. En la esquina
inferior derecha aparece un dragón rodeando el mundo, como símbolo del demonio
que aprisiona a la humanidad con el estigma del pecado original. Esta Inmaculada presidía el
retablo de la segunda capilla de la nave del evangelio de la iglesia del
convento de Capuchinos.
Inmaculada Concepción. Murillo, 1.668. Sala Capitular de la Catedral de Sevilla. |
En
1.662, el Cabildo Catedralicio encargó a Murillo la restauración de las
pinturas que decoraban las paredes de la Sala Capitular, originales de Pablo de
Céspedes, en 1.592, perdidas a causa de la humedad y las filtraciones. A ellas
se añadió una gran Inmaculada (una de las mejores que realizó en su
carrera el pintor), inserta en un magnífico marco de madera dorada tallado por Bernardo
Simón de Pineda, colocada tapando el óculo central. Como es costumbre en
el pintor, Murillo se inspira en un personaje real, en este caso Beatriz, su
esposa.
Contemplando la obra, se aprecia
una evidente sensación de ingravidez y vaporosidad, acentuadas por la gran
altura a la que se encuentra situada.
Inmaculada Concepción, "de Esquilache". Murillo, hacia 1.670. San Petersburgo, Museo Hermitage. |
Se
le denomina de esta manera por haber pertenecido a Leopoldo de Gregorio,
marqués de Esquilache y ministro de Carlos III. De gran calidad técnica, los
grupos de ángeles situados en las esquinas superior izquierda e inferior
derecha, así como el manto de Virgen, confieren a la pintura una disposición
diagonal que aumenta el movimiento compositivo.
Como la Inmaculada “de la media
luna” anteriormente comentada, esta obra fue adquirida por Isabel de Farnesio
para decorar las estancias reales del Palacio de La Granja, pasando posteriormente
por el Palacio de Aranjuez, Palacio Real y, finalmente, Museo del Prado en
1.819.
Algunos historiadores cuentan
que Murillo pintó este cuadro para un caballero de la Corte quien, al no
quedar satisfecho de la obra, se negó a pagar por ella lo acordado. Por esa causa, el pintor lo donó a los Padres Filipenses, residiendo desde entonces en el
retablo mayor del Oratorio. No hay documentación que lo demuestre, como tampoco
la hay de que el artista pintara este cuadro durante su estancia en Cádiz, con motivo
de cumplir el encargo de realizar los lienzos para el altar mayor de la iglesia
del convento de Santa Catalina, aunque es muy posible que así sucediese. Se
considera que fue la última Inmaculada que pintó.
Contemporáneos y sucesores del
artista sevillano continuaron representando la imagen de la Inmaculada. Cada
uno de ellos incluía elementos propios en el dibujo y color, que los diferenciaban
entre sí y con el maestro. Veamos algunos ejemplos:
Aún cuando Herrera influyó
grandemente en la escuela sevillana (sobre todo en Murillo) de la segunda mitad del XVII en lo
referente a la brillantez cromática, dinamismo de las figuras y movimiento de
los ropajes, a la hora de plasmar en el lienzo esta Inmaculada regresa a los
parámetros fijados por Pacheco en su tratado Arte de la Pintura. Nos presenta a la Virgen en una posición muy
estática, con las manos unidas en actitud de rezo y ocupando la mayor parte de
la superficie del cuadro, aunque que con más riqueza de colores que las obras
de artistas anteriores a Murillo.
Inmaculada Concepción. Murillo, 1.660-70. Baltimore, Walters Art Gallery. |
Corría
el año 1.769 cuando el jesuita John Carroll es nombrado obispo, el primero, de
los Estados Unidos de América y, ya en 1.808, arzobispo, residiendo en su
Baltimore natal. Como buen jesuita, fundó la Universidad de Georgetown e
impulsó la construcción de la catedral de la Asunción de María. Ya desde el
principio, el obispo Carroll puso el naciente país norteamericano bajo la protección
de la Virgen María, consagrándolo a la Inmaculada Concepción. En 1.847, años
después del fallecimiento del obispo, el papa Pío IX formalizaría
definitivamente el patronazgo de la Inmaculada sobre los Estados Unidos.
Ignoro
cómo llegó este lienzo de la Inmaculada a la población estadounidense. Personalmente, tengo mis dudas sobre la fecha/autoría de esta obra.
Inmaculada Concepción "de Aranjuez". Murillo. 1675-80. Madrid, Museo del Prado. |
Procede, como indica su nombre,
del Palacio de Aranjuez, en el que formaba parte de la colección de Isabel de Farnesio.
Las manos de la Virgen se cruzan a la altura del pecho, elevando el rostro
hacia el cielo, con expresión de arrobamiento, mientras una dorada luz rodea su
cabeza. El manto azul que viste es de grandes proporciones y se despliega tanto
por delante como por detrás de su cuerpo. Los ángeles que la acompañan portan
en sus manos diferentes signos marianos: la palma del martirio, lirios, rosas,
una rama de olivo. La escena transmite una sensación de gran devoción y
espiritualidad.
Inmaculada Concepción
“del Espejo”.
Murillo, 1.675-1.680. Museo de Ponce, Puerto Rico.
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Adquirida en 1.807 en Madrid por
el famoso coleccionista francés Jean-Baptiste Lebrun, pasó luego por importantes
colecciones privadas de Londres, Los Ángeles y Nueva York (hasta once exposiciones),
hasta llegar al Museo de Arte de Ponce en 1.959 de la mano de su fundador, Luis
A. Ferré. Algunas fuentes sostienen que procede del convento de San José del
Carmen de los Carmelitas Descalzos en la calle de Alcalá, Madrid.
Inmaculada de los
Venerables. Murillo.
Hacia 1.678. Madrid, Museo del Prado.
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Justino
de Neve, canónigo de la catedral de Sevilla, presidente eclesiástico del
Hospital de Venerables Sacerdotes y amigo personal de Murillo, encargó al
artista, en 1.678, la ejecución de una Inmaculada para su colección particular,
que más tarde donó a la iglesia de dicho hospital. Hay quien afirma que el artista,
en una época de plena madurez, plasmó en el lienzo la representación de la
Virgen más hermosa y técnicamente más conseguida de toda su producción; no voy
a ser yo quien lleve la contraria a esta aseveración.
Desgraciadamente,
también le gustó al mariscal Soult, por lo que se formó parte del botín que “rapiñó” durante sus andanzas por
estas tierras, en el curso de la invasión napoleónica. A la muerte del infame,
se subastó en París, alcanzando la cantidad más elevada pagada nunca por una
pintura hasta ese momento: 615.300 francos oro, que pagó el Louvre por hacerse con su propiedad.
No
acabaron ahí las peripecias de esta Inmaculada. En la primera mitad del siglo
XX, la popularidad de Murillo había decaído notablemente lo que, unido a la
situación militar y política de la época (año 1.941, con Francia ocupada por
los nazis y Franco reciente vencedor en la Guerra Civil), favoreció el
intercambio del lienzo del sevillano por un retrato de Doña Mariana de Austria
realizado por Velázquez, de bastante menor valor artístico. Desgraciadamente, la obra no regresó al lugar del que
fue sustraída, sino que se quedó en el Museo del Prado. Un expolio dentro de
otro expolio. Allí sigue, cediéndose con cuentagotas.
Asunción de la Virgen
o "Inmaculada de Walpole".
Murillo, 1.680. San Petersburgo, Museo de Hermitage.
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Ingresó al Hermitage en 1.779,
procedente de la colección Robert Walpole. Se nos muestra a una Virgen niña, con
los brazos abiertos en actitud de ofrenda, enmarcada por un halo de luz dorada
y una multitud de angelitos a sus pies. El rostro de la Virgen es el mismo que
el artista dibujó para la Inmaculada del coro del convento de Capuchinos, lo
que parece indicar que se inspiró en su hija Francisca María.
Inmaculada
Concepción. Murillo, 1680-82.
Cádiz, Oratorio de San Felipe Neri.
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Representaciones de la Inmaculada Concepción después de
Murillo.
Inmaculada Concepción. Francisco de Herrera, el Mozo, hacia 1.670. Madrid, Museo del Prado. |
Inmaculada Concepción. Pedro Núñez de Villavicencio. Sevilla, Museo de Bellas Artes. |
Inmaculada
Concepción. Valdés Leal, 1.670-72,
para el convento de San Agustín. Sevilla, Museo
de Bellas Artes.
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Inmaculada
Concepción. Cornelio Schut III, 1.680. Propiedad del Museo del Prado, en depósito
en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
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Hola Pepe, pasear la mirada por tu blog es igual a visitar el Museo, y no exagero ni mijita.
ResponderEliminarHace un siglo que no sé nada de ti.
Te dejo el enlace de mi nuevo blog, ya que el primero perdí los comentarios y no he podido recuperarlos:
https://ginesfranconettihavuelto.blogspot.com
Espero que estés bien. Cuidate.
Un abrazo.