Durante
la vida de Murillo, Sevilla seguía siendo una ciudad cosmopolita, una de las
mayores del continente europeo, punto de salida y llegada del comercio del
Nuevo Mundo. Sin embargo, durante este período, diferentes acontecimientos (las
epidemias de peste de 1.599 y 1.642 y de tifus de 1.620, la Guerra de los
Treinta Años, la emancipación de Portugal) provocaron una disminución
considerable de la población y, por tanto, del nivel de vida de sus habitantes.
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Vista de Sevilla. Anónimo, hacia 1.550-1.560. Fundación Focus, Sevilla. |
A pesar de todo, los principales
encargos artísticos procedían de las órdenes religiosas, tan empeñadas ellas en
competir entre sí en un frenesí de lujo y boato evangelizador, logrando así el
gremio en general, y nuestro artista en particular, una situación económica
desahogada. Grandes mecenas (y amigos personales) del pintor fueron Miguel
Mañara, Justino de Neve y los comerciantes extranjeros Josua van Belle,
holandés, y Nicolás de Omazur, flamenco (de Flandes, no de Jerez). Siempre se
ha dicho que Murillo tenía una especial habilidad para relacionarse con
personajes importantes de la ciudad.
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Justino de Neve, retratado por Murillo en 1.665. London, National Gallery. |
Se cree, con fundamento, que fue discípulo de
Juan del Castillo, primo político, a tenor de la semejanza de la obra de este
con los primeros trabajos de Murillo. Se aprecia un conocimiento avanzado de la anatomía humana (nada que ver
con el de Pacheco, afortunadamente) y un tratamiento mucho más amable de las
expresiones (muy alejado del hieratismo y la seriedad de las obras de Zurbarán);
ambas características las irá desarrollando a lo largo del tiempo.
Es el
caso de La Virgen entregando el rosario a
Santo Domingo (Palacio Arzobispal de Sevilla, procedente de la antigua
colección del conde de Toreno) y La
Virgen con fray Lauterio, San Francisco de Asís y Santo Tomás de Aquino (Cambridge, Fitzwilliam
Museum).
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La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo. 1.638-1.640. Palacio Arzobispal de Sevilla. |
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La Virgen con fray Lauterio, san Francisco de Asís y santo Tomás de Aquino. 1.638-1.640. Cambridge, Fitzwilliam Museum. |
Este
último está considerado como el primer cuadro pintado por el autor. Se nos
muestra a fray Lauterio estudiando Teología, en un momento en que tiene serias
dudas de interpretación. Ante el impedimento, invoca la ayuda de San Francisco,
encontrándose con la sorpresa de que acuden en su auxilio la Virgen, Santo
Tomás de Aquino y el propio San Francisco, quienes indicaron que la solución se
encontraba en la obra Summa Teologica
de Santo Tomás, apreciándose en la pintura como San Francisco señala al santo
dominico.
El
primer encargo importante para el pintor sevillano fue por parte de los
franciscanos del convento Casa Grande de San Francisco, conjunto de edificios que
ocupaba la actual Plaza Nueva y alrededores, de los que tan solo se conservan
el arquillo del Ayuntamiento y la capilla de San Onofre. Entre 1.644 y 1.646, pinta
una serie de once lienzos, con escenas propuestas por fray Pedro de Almaguer,
sobre las virtudes que deben acompañar a los miembros de la comunidad
franciscana: vida contemplativa, misticismo, milagros de sus santos.
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Convento Casa Grande de San Francisco en 1841, durante su derribo. |
En
esta época aún se aprecia su gusto por el
tenebrismo, seguramente influenciado por Zurbarán, que irá
desapareciendo con los años.
San
Francisco confortado por un ángel. Madrid, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando. Se refleja la espiritualidad de la orden franciscana a través del
profundo misticismo de su fundador, San Francisco de Asís y, simultáneamente, uno
de los tres votos franciscanos: la Pobreza. La obra muestra a San Francisco de
Asís en un episodio de los últimos días de su vida, narrado por San
Buenaventura, en el que, estando enfermo y sufriendo terribles dolores, solicitó
a un hermano franciscano músico que le reconfortase con su arte. El amigo
fraile no pudo, debido a sus obligaciones, pero el Señor le envió un ángel que
interpretó hermosas melodías.
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San Francisco confortado por un ángel. 1.638-1.640. Madrid, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. |
San
Diego de Alcalá dando de comer a los pobres. Madrid, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando. En este lienzo se representa otra de las virtudes franciscanas: la
Caridad. El protagonista es el fraile sevillano (de San Nicolás del Puerto) San
Diego de Alcalá, encargado de repartir las sobras de las comidas del convento
entre los numerosos pobres de Sevilla, que acudían a la puerta del mismo.
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San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres. 1.638-1.640. Madrid, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. |
San
Diego del Alcalá en éxtasis delante de la Cruz. Toulouse, Musée
des Augustins. La obra muestra, haciendo hincapié en las virtudes de la Orden, un episodio
milagroso que acontecía cuando el fraile trabajaba en el huerto del convento;
allí, concentrado en sus meditaciones, entraba en éxtasis y comenzaba a levitar
cuando estaba cerca de una cruz de madera.
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San Diego de Alcalá en éxtasis ante la Cruz. 1.638-1.640. Musée des Augustins, Toulouse. |
San
Gil en éxtasis ante el Papa Gregorio IX.
Raleigh,
North Carolina Museum of Art. De nuevo se
ensalza el misticismo de los santos franciscanos. La escena está protagonizada
por San Gil, uno de los principales santos contemplativos franciscanos que,
cuando escuchaba las palabras “cielo”, “gloria” o “paraíso”, entraba en trance
y levitaba. Llegado el fenómeno a oídos del papa Gregorio IX, convocó al fraile a su presencia.
Cuando el papa pronunció la palabra “cielo”, San Gil entró en estado de arrobo,
elevándose sobre el suelo y sorprendiendo a los asistentes por su profunda
espiritualidad. Es curioso, pero tengo un amigo que le pasa lo mismo cuando oye
las palabras “madrugar”, “trabajo” o “esfuerzo”.
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San Gil en éxtasis ante Gregorio IX. 1.638-1.640. Raleigh, North Carolina Museum of Art. |
La
visión de fray Juan de Alcalá de la ascensión del alma de Felipe II. Williamstown, Sterling and Francine Clark Art Institute.
Los santos visionarios fueron especialmente venerados en la Sevilla de Murillo.
El protagonista de esta pintura, fray Juan de Alcalá, era muy popular en la
época por sus visiones y curaciones milagrosas. El cuadro ilustra una de las
más importantes, en que señaló que un día de septiembre de 1.603 el alma de
Felipe II ascendería al cielo, rodeada por una nube de fuego.
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La visión de fray Juan de Alcalá de la ascensión del alma de Felipe II. 1.638-1.640. Williamstown, Sterling and Francine Clark Art Institute. |
Fray
Junípero y el pobre. París, Musée du
Louvre. La Caridad y la Obediencia son las virtudes franciscanas protagonistas
de esta pintura. Se nos muestra un episodio de la vida de fray Junípero, uno de
los primeros seguidores de San Francisco, conocido por su humildad y caridad.
Era tan desprendido que cada día
entregaba a los pobres todo lo que llevaba, incluida la vestimenta, regresando
desnudo al convento. Ante el escándalo, el prior le prohibió que siguiera con
esos regalos, pero cuando, al día siguiente,
se encontró a un pobre vestido con harapos, le señaló que no podía darle
su ropa, pero que, si él se los quitaba, no opondría resistencia.
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Fray Junípero y el pobre. 1.638-1.640. París, Musée du Louvre. |
San
Salvador de Horta y el Inquisidor de Aragón. Bayona, Musée Bonnat. Obediencia y humildad se resaltan
en esta obra. Conocedor el Inquisidor de Aragón de los milagros de San Salvador de Horta, quien quiso verificar la corrección espiritual de sus
milagros. Para ello, se vistió de “paisano” y solicitó la asistencia del fraile
para aliviar sus dolencias. Pero el franciscano reconoció, por inspiración
divina, al inquisidor y se arrodilló a sus pies en señal de respeto y humildad.
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San Salvador de Horta ante el Inquisidor de Aragón. 1.638-1.640. Bayona, Musée Bonnat. |
La
curación milagrosa obrada por fray Juan de la Cruz. Ottawa, National Gallery of Canada. Otro franciscano
milagrero fue fray Juan de la Cruz. El fraile vivió en la Casa Grande hispalense
a comienzos del siglo XVI, cuando la ciudad era devastada por la epidemia de
peste de 1.524, en la que intervino realizando numerosas curaciones milagrosas.
En la pintura, el santo aparece invocando la ayuda divina para sanar al monje
franciscano que, inconsciente, yace a sus pies.
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La curación milagrosa obrada por fray Juan de la Cruz. 1.638-1.640. Ottawa, National Gallery of Canada. |
Fray
Francisco y la cocina de los ángeles.
París, Musée du Louvre. Fray Francisco Pérez era cocinero de la Casa Grande, y realizaba su
trabajo con tanto entusiasmo que caía frecuentemente en trance, levitando y
olvidando sus obligaciones. En estas circunstancias, un grupo de ángeles se encargaba
de preparar la comida. Al parecer, sus compañeros rezaban para que el pobre sufriera
estos episodios porque el hombre no cocinaba muy bien y, en cambio, la comida
de los ángeles “sabía a gloria”.
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Fray Francisco y la cocina de los ángeles. 1.638-1.640. París, Musée du Louvre. |
La
muerte de Santa Clara. Dresde,
Gemäldegalerie Alte Meister. Los franciscanos consideraban la muerte como un
tránsito feliz hacia el cielo. Es por ello que en esta pintura aparece Santa
Clara de Asís, fundadora de rama femenina franciscana en el momento de su
muerte, siendo acompañada por Jesucristo, la Virgen María y sendas cohortes de
vírgenes y frailes. Sustraído de Sevilla durante la invasión francesa, el
cuadro formó parte de varias colecciones privadas en Francia e Inglaterra,
antes de ser vendido en 1.894 a su actual propietario. Se considera que fue el
último de la serie pintado por el autor y el de mayor calidad, junto con La cocina de los ángeles.
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La muerte de Santa Clara. 1.638-1.640. Dresde, Gemäldegalerie Alte Meister. |
Inmaculada
con fray Juan de Quirós. Sevilla,
Palacio Arzobispal. Fray Juan, contemporáneo del pintor, nació en Osuna,
ingresando en 1.616 en la Orden, en la que desarrolló importantes cometidos,
así como en el Tribunal del Santo Oficio. Es una obra ligeramente posterior a
las anteriores (1.653), encargada para la capilla que la Cofradía de la
Vera-Cruz poseía en el convento. Tras la desamortización de 1.835 se trasladó a
la iglesia de San Alberto y posteriormente al Palacio Arzobispal.
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La Inmaculada con fray Juan de Quirós. 1.638-1.640. Sevilla, Palacio Arzobispal. |
San
Francisco Solano y el toro. Sevilla,
Real Alcázar. Esta pintura no formó parte de las realizadas por
Murillo para el claustro chico del convento, aunque sí fue realizada para el recinto conventual. El protagonista es San Francisco Solano quien, estando como misionero
en el convento de la Recolección franciscana de Lima, sometió, de forma
milagrosa, a un toro que amenazaba a los habitantes de la localidad. En la
pintura aparece el santo quien, ante el asombro de los campesinos, conduce al animal, pacificado, usando el cordón de su hábito atado a los cuernos.
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San Francisco Solano y el toro. Sevilla, Reales Alcázares. |
Actualmente,
el cuadro pertenece al Patrimonio Nacional y se exhibe en los Reales Alcázares
de Sevilla, concretamente en el Comedor de Familia del Palacio Alto, con lo
que para poder verlo es necesario pasar por caja, aunque se trate de nacidos o
residentes en Sevilla.
Otro
de los trabajos de Murillo para el cenobio franciscano fue una Inmaculada
Concepción, llamada La Colosal por su gran tamaño (436 x 297 cm). El motivo
del mismo, y de su aparente desproporción cuando se observa de frente, no es
otro que el lugar en que estaba colocada, sobre el gran arco toral, a veinte
metros sobre el nivel del suelo y, por tanto, pintado para ser contemplado
oblicuamente de abajo hacia arriba a gran distancia.
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Inmaculada Concepción, La Colosal. Hacia 1.650. Sevilla, Museo de Bellas Artes. |
Normalmente
se expone (excepto durante este año 2.018) en la Sala V del Museo de Bellas
Artes hispalense, ocupando el lugar del Jubileo
de la Porciúncula en la representación del retablo del convento de los
Capuchinos.
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La Colosal en su lugar habitual de la Sala V del Museo de Bellas Artes de Sevilla. |
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