Tal como comentábamos en
entradas anteriores, en 1.554 llegaron los primeros padres jesuitas a Sevilla,
procedentes de Córdoba, donde habían fundado un colegio de Gramática gracias a
la ayuda económica de la marquesa de Montilla. Fueron cuatro (o doce, según
versión), los miembros de la orden que se instalaron en la ciudad, capitaneados
por el padre Antonio de Córdoba, contando en sus filas con el futuro San
Francisco de Borja.
Fachada principal de la iglesia. |
El motivo de tanto sigilo no
era otro que adoptar la política de hechos consumados ante la oposición de
algunos miembros del cabildo municipal, -como era el caso de Juan del Castillo-,
que consideraban que se estaba dando trato de favor a los jesuitas frente a las
demás órdenes religiosas, y que consideraban “sospechoso” que sendos hijos del
Asistente y del Veinticuatro Melchor del Alcázar (encargado de buscar los
locales para los jesuitas) militaran en la Compañía de Jesús. Finalizaba
Castillo, aún reconociendo la alta calidad de la labor docente de la orden,
afirmando que los jesuitas "no administraban sacramentos a los pobres,
sino a los ricos". Y es que una de las principales características de los seguidores de San
Ignacio era la pertenencia a la orden de numerosos miembros de familias nobles e
incluso de la familia real.
Fachada lateral (Plaza de la Concordia). |
Sin embargo, de nada sirvieron
las protestas ante la rapidez con que se actuó. Terminadas las obras en 1.590, se
bendijo el edificio y se consagró a San Hermenegildo, santo inexistente en la
iconografía de la Orden, pero de gran raigambre en la ciudad.
Los terrenos del colegio ocupaban
lo que hoy es la Plaza de la Concordia, la manzana de la antigua Comisaría de
la Gavidia y la iglesia de San Hermenegildo.
Fachada lateral (calle Jesús del Gran Poder). |
Tras la expulsión de los
jesuitas en 1.767, el edificio acogió a la institución de los Niños
Toribios, equivalente a lo que hoy sería un reformatorio o correccional, es
decir, una institución creada para reconducir a los niños de la calle por el
buen camino, por supuesto ateniéndose a unas rígidas normas de funcionamiento.
Durante la invasión
napoleónica, como era costumbre por parte del ejército francés, el edificio fue
objeto de repetidos saqueos, en los que gran parte del patrimonio del colegio y
de la iglesia fue expoliado.
En 1.823, durante el llamado
Trienio Liberal, la iglesia fue sede durante unos meses de las Cortes Constitucionales,
hasta que el avance de los Cien Mil Hijos de San Luis por orden de Fernando VII
(que deseaba y finalmente consiguió el retorno al absolutismo) aconsejó su
traslado a Cádiz. Tras la Década Ominosa (1.823-1.833) y en plena Primera
Guerra Carlista, el templo se dedicó a Teatro de la Ópera, aprovechando la
magnífica acústica que sus formas le conferían.
Cubierta de casetones de un salón, patio del colegio y fachada lateral de la iglesia, en 1957. Diario ABC. |
Posteriormente, ya fuera todo o
parte del edificio fue dedicado a cárcel religiosa, sede de una de las Escuelas
de Cristo sevillanas, reñidero de gallos y, hasta mediados del siglo XX, acuartelamiento
del Tercer Regimiento de Artillería. En 1.956 sería en gran parte derribado
para crear la plaza y reordenar las calles laterales, conservándose en la
actualidad tan solo la iglesia.
Ese mismo año se procede a la
restauración de la misma, aunque permanece cerrada hasta que, en 1.968, se le
confiere uso cultural, con el paréntesis diciembre de 1.985-febrero de 1.992, periodo
en que se celebraron en ella los plenos del Parlamento Andaluz (desde el final
de la primera, la totalidad de la segunda y parte de la tercera legislatura).
En 1.980 es restaurada al
completo, siendo desde 1.995 propiedad del Ayuntamiento de la ciudad, que le
asignó también (pocos) usos culturales, debiéndose cerrar en 2.006 a
consecuencia del mal estado de las cubiertas del templo, que amenazaban con
desplomarse.
Hubo intentos de cesión a
entidades que se comprometieran a realizar las reparaciones necesarias, como
fue el caso de las Hermandades de Pasión, el Gran Poder o Los Javieres, e
incluso del Consejo General de Hermandades y Cofradías, pero ninguno fructificó
y, desde dicho año de 2.006 hasta hoy, permanece vergonzosamente cerrada.
Planta superior de la portada. |
Su traza inicial se debió
a Juan Bautista Villalpando, sacerdote jesuita, discípulo de Juan de
Herrera y autor del diseño de la Catedral de Baeza. En 1.614, el también
jesuita Pedro Sánchez, creador de la planta del antiguo Colegio Imperial de
Madrid -hoy Colegiata de San Isidro-, dirige una importante transformación
de la planta, que comenzaría en 1.616 y finalizaría cuatro años después.
El diseño, de forma casi rectangular
y bóveda elíptica, se inspira en la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla
que, a su vez, tiene fuertes lazos con la plaza del Capitolio, de Roma.
Bóveda de la iglesia. Diario ABC. |
En la clave de la bóveda aparece
un relieve del Niño Jesús, del que parten doce nervios que dividen la
superficie en otros tantos gajos, los cuales terminan en sendas hornacinas con
figuras de santos y santas, apoyadas en una gruesa cornisa: en el lado de la
Epístola: Santa Justa, Santa Rufina, Santa Lucía, Santa Catalina de Alejandría,
Santa Inés y Santa Cecilia; en el Evangelio: San Juan Bautista, San Esteban,
San Lorenzo, San Sebastián, San Clemente, San Jorge.
En el interior de cada porción
se abre un luneto con contraventanas, además de escudos, símbolos, atributos
marianos y cartelas alusivas a la Virgen María. No hay que olvidar la
tradicional animadversión entre jesuitas y dominicos sobre el dogma de la
Inmaculada.
La iconografía de las yeserías
de la cúpula se debe a otros jesuitas, en este caso Juan de Pineda y Jacobo
Granados, siendo llevadas a cabo por Francisco de Herrera, el Viejo.
Una segunda cornisa separa la
primera planta de la planta baja. Ambas cuentan con doce arcos de medio punto.
Los de la primera albergaban en hornacinas, con imágenes de los doce apóstoles,
hoy desaparecidas. Ante ellos encontramos una baranda corrida de madera, que
delimitaba la zona de tribuna.
Tras la expulsión de la
Compañía, su patrimonio se dispersó entre diversas iglesias, algo habitual en
desamortizaciones y revoluciones, (aparte de las que “se pierden”). Como
curiosidad, los bienes de la congregación de la Anunciación, allí radicada
hasta entonces, fueron a parar a la parroquia de San Esteban; entre ellos
figuraba un Ecce Homo de barro que, según algunos estudiosos,
podría tratarse del actual Cristo del Buen Viaje.
Una de las principales obras
que se situaban en este templo era La Apoteosis
de San Hermenegildo, de Francisco de Herrera, el Viejo, pintura de grandes dimensiones que, afortunadamente, se
conserva en la Sala V del Museo de Bellas Artes de nuestra ciudad.
Apoteosis de San Hermenegildo. Francisco de Herrera, el Viejo, 1.620. Actualmente en el Museo de Bellas Artes de Sevilla; antes en esta iglesia. |
El diseño de la fachada es atribuido
a Alonso de Vandelvira. Se levanta en dos cuerpos de altura,
con arcos de medio punto apoyados en pilastras pareadas. Entre
estas se disponen hornacinas que alojaban esculturas que, tras la
desacralización, desaparecieron, al eliminar cualquier signo religioso.
Tras el derribo del conjunto,
se incorporó a la portada de piedra una fachada que le diera vista desde la
plaza.
Derribo del antiguo colegio de San Hermenegildo. Cortesía de http://www.elpasadodesevilla.com/ |
Fachada lateral de la iglesia, calle Jesús del Gran Poder. |
Vista aérea. El número 02 indica la localización del colegio. |
Termina aquí el recorrido
(virtual, no hay otra) de lo que fue un gran edificio del que apenas queda nada
y, además, lo que queda se está cayendo por momentos.
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