Nos
dirigimos ahora a recorrer la última etapa de nuestro recorrido. Se trata de la
Capilla Doméstica, el lugar en el
que se celebraban los cultos para los novicios de la orden. Es, pues, un
espacio al que el público en general, no ha tenido acceso desde su edificación
hasta este momento, es decir, algo más de trescientos años, ya que se finalizó
en 1.712, antes que la iglesia principal.
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Capilla Doméstica del antiguo Noviciado. |
Cuando
cruzamos el umbral nos encontramos una fastuosa joya que en nada desmerece al
templo principal. Su traza es muy sencilla, con planta de salón cubierta mediante
una bóveda de cañón sobre arcos fajones, y cúpula elíptica sobre
pechinas en el presbiterio, lo que no hace sino destacar aún más la decoración.
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Muros laterales de la capilla. |
Y es
que estamos ante un nuevo ejemplo de horror
vacuii. La bóveda luce en cada centímetro cuadrado adornos de yeserías y
pinturas al temple en las que ve la mano de Lucas Valdés. De las paredes cuelgan
numerosos marcos, medallones y cornucopias de madera tallada y dorada que
contienen, todos ellos, gran cantidad de reliquias de santos.
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Numerosísimas las reliquias que se muestran en esta sala. |
La cúpula del
presbiterio, de Lucas Valdés, nos muestra una Apoteosis de la Virgen, con un
apostolado a sus pies y un grupo de ángeles y querubines en la parte superior.
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Cúpula elíptica del presbiterio de la capilla. |
Esta
capilla nos recuerda mucho la iglesia del palacio de San Telmo, también
restaurada hace pocos años. No en vano, la traza era también de los Figueroa,
los retablos y figuras de Duque Cornejo y las pinturas de paredes y techos de
Domingo Martínez, principal discípulo de Lucas Valdés.
El
retablo merece comentario aparte. En mi opinión, tiene más
valor aún que el de la iglesia pública, pues Duque Cornejo no se vio obligado a “encajar”
obras de diferentes estilos, formatos y soportes al espacio disponible, sino
que pudo desarrollar formas y distribución con mayor libertad, logrando una
uniformidad de la que carece el retablo de la iglesia pública.
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Retablo de la Capilla Doméstica. |
Las
formas e iconografía se inspiran en la obra de Andrea Pozzo, sacerdote jesuita y pintor
barroco de considerable prestigio. El tema central es la Exaltación de la
Eucaristía, con constantes alusiones a objetos relacionados con la misma, como
es el caso de racimos de uvas, espigas de cereales u hojas de cardo.
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Altar y banco del retablo. |
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Zona central del retablo. La figura de la Inmaculada fue donada por San Francisco de Borja. |
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Coro y órgano, situados sobre la puerta de entrada. La pintura nos muestra la escena de la Virgen apareciéndose a San Ignacio en la cueva de Manresa. |
Detrás el
retablo de la Capilla Doméstica se encuentra la sacristía de la misma, a la que
podemos acceder a través de las puertas laterales. Es un pequeño espacio,
aunque no menos artístico que la capilla. Al frente dispone de unas cajoneras,
encima de las cuales, en el muro, cuelgan pequeñas pinturas, litografías y, de
nuevo, huesos de santos en sus correspondientes marcos.
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Sacristía de la Capilla Doméstica. |
En la pared de la derecha se puede admirar un
aguamanil realizado combinando mármoles rojos y negros. El muro que linda con
la capilla está ocupado por un retablo de regular tamaño, con puertas cuyos
vidrios, con sus reflejos, impiden contemplar su interior.
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Retablo de la sacristía. |
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Aguamanil. |
Pero lo
que verdaderamente destaca en esta sala es su bóveda esquifada, decorada con
una pintura que la cubre por entero y que representa el anagrama de Cristo,
rodeado por los cuatro evangelistas.
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Preciosa la bóveda de la sacristía. |
Conclusión.
Impresionante, maravillosa, estupenda, increíble, sensacional; se me acaban los
adjetivos para designar esta iglesia, hurtada a la ciudad desde hace tantos
años (y no me refiero solo a la última década). Para restauración total resta (de la parte
que se visita, ignoro si hay más estancias pendientes de restaurar) adecentar
la fachada, eliminando jaramagos y repasando la pintura para que quede como los
chorros del oro. Se podría decir que es la hermana pequeña de la iglesia del
Salvador, ahí es nada. No en vano intervinieron en la construcción y decorado
de ambas los mismos artistas y, además, el equipo de restauradores ha sido
dirigido en ambos casos por el arquitecto
Fernando Mendoza, con lo que el resultado ha sido igual de sobresaliente.
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