Al cruzar la puerta de acceso al interior del templo, lo primero que nos sorprende es el tamaño de
la iglesia. No es pequeña, pero desde luego uno se espera que fuese más grande
en relación a las proporciones de la fachada.
Pasada la impresión inicial, observamos que, por su ornato y traza, es única en la ciudad. En primer
lugar, un amplio programa iconográfico de exaltación jesuita cubre por
completo los muros y la cúpula de la iglesia, donde dejan parte de su mejor
trabajo profesional pintores de la talla de Lucas Valdés y Domingo Martínez,
así como el escultor Pedro Duque Cornejo, autor de la mayoría de las esculturas
del templo.
Por otra parte, desde el punto de vista formal, su planta es de
cruz griega inscrita en un rectángulo, con los brazos de la cruz dirigidos a
los cuatro puntos cardinales, terminando en muros curvados (exedras), con una
potente cúpula sobre tambor circular y linterna en el crucero.
Esta cúpula se sostiene sobre cuatro grandes y macizos machones,
entre los cuales, en el cuerpo bajo, se sitúan cuatro capillas y, sobre ellas,
sendos balcones cerrados con celosías. Las dieciséis columnas sobre las que
aparentemente se apoya la cubierta del crucero son estriadas en el primer
tercio inferior, y salomónicas en el resto, apoyadas sobre pedestales y
coronadas por capiteles de orden corintio. Sobre ellas, a la altura de los
arranques de los arcos, corren un entablamento con un friso ricamente decorado
con motivos vegetales y una cornisa saliente.
La cúpula más grande de la ciudad: 13,5 metros de diámetro. |
El siguiente nivel de la cúpula del crucero consta de ocho
ventanas de buen tamaño, que proporcionan abundante luz natural, entre las
cuales se intercalan ocho estatuas que representan a padres fundadores de
órdenes religiosas: San Agustín (Agustinos), Santo Domingo de Guzmán
(Dominicos), San Benito (Benedictinos), San Pedro Nolasco (Mercedarios), San
Francisco de Asís, San Juan de Mata (Trinitarios), San Francisco de Paula
(Mínimos) y el profeta Elías (precursor de la llegada de Jesús). Su
función era demostrar visualmente que todas esas órdenes religiosas tenían como
último fin alumbrar a la Orden Jesuita. Ya sabemos todos que la modestia no era
precisamente una de las virtudes de la Compañía.
Cúpula del crucero. |
Seguimos subiendo la mirada y, sobre los capiteles corintios de
las columnas estriadas del nivel inferior, veremos otras ocho imágenes de
nuevos santos, sostenidos por ménsulas en las que aparecen las virtudes que
deben poseer los miembros de la Orden: humildad, mortificación, obediencia,
caridad de Dios, castidad, oración, caridad al prójimo, pobreza.
Finalmente, la bóveda se decora de manera abundante con pinturas
que representan objetos litúrgicos del templo de Salomón, como el Arca de la
Alianza, el Candelabro de los Siete Brazos y otros símbolos de la liturgia
cristiana. Se remata el conjunto con una linterna cuya luz simboliza la
Divinidad.
En la zona hastial del templo, sobre la puerta de entrada, se
abre una tribuna con ocho arcos de medio punto apoyados en columnas, que
soportan media cúpula semiesférica. Todo el conjunto está adornado con
abundantes pinturas murales de Domingo Martínez, presididas por un arco
triunfal en perspectiva, con pequeños ángeles que danzan, mostrando el libro de
los Ejercicios Espirituales. En el
tímpano aparece la figura del autor del libro, San Ignacio de Loyola y, a los
lados del arco, San Carlos Borromeo, (a su derecha), y San Francisco de Sales
(a su izquierda), grandes devotos y admiradores de San Ignacio.
La puerta de entrada, vista desde el interior. |
Cúpula del coro. |
A los lados de la puerta, el artista plasmó sobre las paredes
dos importantes obras al fresco, ejecutadas en cuatro meses, siguiendo el programa
diseñado por el padre Jerónimo de Ariza, impulsor, autor del programa
iconográfico, mecenas directo y conseguidor de caudales de nobles y miembros de
la nobleza sevillana, Cabildo Catedralicio y limosnas de los
parroquianos. Las pinturas nos muestran Las
Tres Gracias, a un lado, y la bula del papa Paulus III con la que
aprueba la fundación de la Compañía de Jesús, al otro.
Las Tres Gracias. Domingo Martínez. |
Bula papal de Paulus III, autorizando la creación de la Compañía de Jesús. |
La iglesia nos muestra siete retablos en total: el mayor, otros
cuatro situados en la base de los machones que sostienen la cúpula y dos más,
de buen tamaño, colocados en los brazos laterales de la cruz, en los lados del
Evangelio y la Epístola. Sobre ellos aparecen dos series de cuatro tribunas con
celosías de madera dorada, profusamente decoradas con relieves de angelitos,
adornos vegetales y pinturas. También
veremos ante los altares siete rejas de un diseño florido que se repite en todas por
igual, excepto en el Altar Mayor, que es diferente. Las rejas tienen un
ingenioso sistema de apertura plegada que permite que se recojan en los
laterales, dejando los altares francos.
Las dos capillas (dedicadas a San Estanislao de Kotska y San
Francisco de Borja) situadas en los brazos laterales de la cruz griega tienen
la misma disposición: muros curvados entre la columna salomónica exterior y el
retablo, con balcones dotados de celosías en la parte superior, cubierto todo
mediante cuartos de cúpula esférica.
Tribuna con celosía, ricamente decorada. |
Los cuatro retablos ubicados en la parte baja de los machones
fueron trazados, ensamblados y tallados igualmente por Pedro Duque Cornejo y
discípulos de su taller, así como las esculturas que los presiden. Todos ellos
tienen idéntico diseño: una hornacina, flanqueada por estípites y otra más
pequeña, a modo de ático, con pequeñas vitrinas sostenidas por ángeles a los
lados, destinadas a contener reliquias de santos. El intradós del arco está
decorado con pinturas de Domingo Martínez, autor también del dorado, y por todo el retablo aparecen
relieves de roleos, motivos vegetales, espejuelos y demás adornos, que le
confieren un marcado estilo rococó. Los altares responden al mismo estilo,
situándose en ellos numerosas reliquias, característica esta muy habitual en
los templos de la Compañía. Se dice que con motivo de la construcción del noviciado
y el templo se solicitó al Papado el envío de reliquias, recibiéndose una
cantidad ingente de las mismas.
Estos
cuatro retablos están dedicados a San
Francisco Javier (en el episodio del milagro del cangrejo), San Ignacio de Loyola (arrodillado en el episodio de la cueva
de Manresa), San Juan Francisco de Regis y San
Luis Gonzaga con el crucifijo entre sus manos. Sobre los retablos se disponen dos series de
cuatro tribunas con celosías de madera dorada, decorados con angelitos de
escultura, pinturas y múltiples adornos.
Otra vista de la iglesia. En este caso, la bóveda de la capilla de San Estanislao de Kotska. |
Comenzamos
el recorrido pormenorizado del interior por nuestra derecha, es decir, el lado
de la Epístola, donde se encuentra el retablo de San Juan Francisco Régis, jesuita francés, discípulo de San Francisco Javier. Desarrolló su labor evangelizadora y misionera en las zonas más atrasadas del interior de Francia, refugio de calvinistas. De él diría San Juan Bosco: “cuando un sacerdote o un apóstol muere desgastado de tanto trabajar por extender el reino de Dios, ese día la Iglesia ha conseguido un gran triunfo para la eternidad”.
Su estilo de prédica era extremadamente sencillo, muy directo, a veces hasta rayando en lo ordinario, pero iba directamente al alma y, con una elocuencia y un fervor, que los pecadores no eran capaces de no conmoverse al escucharle. Sus sermones atraían a las multitudes formadas por católicos y herejes, gente buena y gente corrupta, pobres y ricos, sabios e ignorantes. Le encantaba predicar a los pobres, pero decía que con sus sermones también había logrado convertir también a muchos ricos.
Ocupando el brazo lateral de la cruz griega (lado de la
Epístola), veremos el retablo de San
Estanislao de Kostka, también realizado por Pedro Duque Cornejo, siendo gemelo
del dedicado a San Francisco de Borja. En él se representa al santo nacido en
la aldea polaca de Rostkowo portando el Niño Jesús en sus brazos, para recordar
la aparición milagrosa de la Virgen que salvó a San Estanislao de una grave
enfermedad, entregándole su hijo durante unos instantes. Tras este suceso
manifestó a su familia el deseo de ingresar en la Compañía de Jesús.Pinturas laterales del retablo de San Juan Francisco de Régis. |
Se narraban milagros obrados por él: a dos ciegos les hizo recobrar la vista; con la imposición de las manos curó a muchos enfermos; su despensa daba y daba a los pobres y no se agotaba. No es extraño que, todavía en vida, la gente se refiriera a él como “el Santo”. En el retablo se nos muestra sosteniendo una sencilla cruz delicadamente entre sus manos.
Brazo de la Epístola. Al fondo, el retablo de San Estanislao de Kotska, escoltado por los retablos de San Juan Francisco Régis (a nuestra derecha) y San Francisco Javier (a la izquierda). |
Retablo de San Estanislao de Kotska. |
La talla principal encarna el ideal del buen novicio que será
recompensando, incluso en vida, por la divinidad. Se intenta recalcar el
ejemplo de renuncia a la vida mundana de un príncipe polaco que abandona su
posición privilegiada en el mundo, bienes terrenales y familia, para emprender
un largo viaje a través de Europa para alistarse como novicio en la Compañía de
Jesús.
San Estanislao con el Niño. |
Además de la talla principal, en el retablo se representan
numerosas escenas de la biografía del Santo, entre ellas la aparición de la
Virgen cuando le pide que ingrese en la Compañía, la aparición de la Santísima
Trinidad cuando era solo un niño, el advenimiento del Niño Jesús cuando se
encontraba gravemente enfermo en cama y el episodio en que recibe la Comunión
de Santa Bárbara. La simbología incluye entre otras representaciones una
brújula orientada hacia una estrella y el firmamento estrellado, Plus diligit omnibus unam (“la
quiere a ella sola más que a ninguna”).
Ático del retablo y cúpula de la capilla San Estanislao de Kotska. |
El retablo
de San Francisco Javier no alberga una talla de Duque Cornejo, sino de Juan de
Hinestrosa, pintor y escultor onubense, afincado en Sevilla, discípulo de Lucas
Valdés que, según Ceán Bermúdez, adquirió fama esculpiendo figuras de animales
en madera, barro y pasta de papel, que luego policromaba. Se nos presenta al santo navarro, co-fundador
de la Compañía de Jesús, recuperando el crucifijo regalo de San Francisco
Javier, durante el episodio denominado el milagro del cangrejo.
Retablo de San Francisco Javier. |
Como
otros jesuitas, Francisco Jasso Azpilicueta Atondo y Aznare, señor de Javier, era
de familia noble y ejerció de militar en la convulsa época que le tocó vivir. Tras
la derrota de la familia al elegir el bando equivocado y el encarcelamiento de sus hermanos, decide marchar a París
para cursar estudios religiosos en la Universidad de la Sorbona. Allí fue donde conoció
a Ignacio de Loyola.
Escenas de la vida de San Francisco Javier. |
Ejerció
su apostolado en la India y el oriente asiático, falleciendo en la isla de
Sanchón, China. Recibió el título de Apóstol de la India.
Bóveda del retablo de San Francisco Javier. |
Aquí se pueden leer el resto de entradas correspondientes a esta iglesia:
Iglesia de San Luis de los Franceses. Historia y fachada.
Iglesia de San Luis de los Franceses. La iglesia, segunda parte.
Iglesia de San Luis de los Franceses. La Cripta.
Iglesia de San Luis de los Franceses. La Capilla Doméstica.
Iglesia de San Luis de los Franceses. Historia y fachada.
Iglesia de San Luis de los Franceses. La iglesia, segunda parte.
Iglesia de San Luis de los Franceses. La Cripta.
Iglesia de San Luis de los Franceses. La Capilla Doméstica.
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