Estamos ante la Puerta de
la Campanilla o de la “Entrada en Jerusalén”, antiguamente llamada de San
Mateo, por su proximidad a la capilla dedicada a este evangelista. Lo de “Campanilla”
es un sobrenombre popular que ha perdurado desde la época de la construcción
del templo, debido a la cercanía de un postigo en el que había instalada una
campanilla, cuyo sonido marcaba el inicio y fin de la jornada laboral. La
esquila se guarda actualmente en la iglesia de San Sebastián, en tanto que la
puerta se usa como acceso a la Capilla Real para los Santos Oficios.
Capilla de San Pablo y esquina sureste de la Catedral. |
Puerta de la Campanilla. |
Sobre la puerta se encuentra una vidriera que representa a San
Cristóbal, obra de Arnao de Flandes, en 1.546. Bajo ella aparece una
pintura de San Roque prácticamente imposible de ver, obra de Antonio de Arfián,
maestro que fue de Juan de Roelas.
San Cristóbal. Arnao de Flandes, 1.546. |
A los lados de la nombrada puerta se sitúan sendos altares: el
de la izquierda es el de Santa Bárbara y el de la derecha, el de las Santas
Rufina y Justa (tanto monta, monta tanto).
El Altar de Santa Bárbara
fue dotado por el canónigo Rodrigo de Solís, bajo las advocaciones de La Sagrada Familia y La Venida del Espíritu Santo. El retablo
que vemos en su interior es de Antón Ruiz, de 1.544, siendo las diez pinturas
que lo ocupan de Antonio Rodríguez, de regular calidad. La calle central está
ocupada por dos tablas de mayor tamaño, La
Sagrada Familia flanqueada por San Jerónimo, Santa Bárbara, San
Lucas y San Marcos. y La
venida del Espíritu Santo, con San Pedro, San Pablo, San Juan y San
Mateo en los laterales.
Altar de Santa Bárbara. |
Retablo del altar de Santa Bárbara, 1.544. |
En el muro izquierdo de la capilla se encuentra una imagen de San
Antonio de Padua, carente de valor artístico, pero que goza de gran
devoción popular.
Retablillo de San Antonio de Padua. |
El Altar de las Santas
Justa y Rufina ocupa el lugar del Altar
de los Dos Santiagos, fundado por la familia Bécquer, en 1.622, con reja de
esa misma época. Las notables esculturas de las santas son de Pedro Duque
Cornejo, con maqueta de la Giralda obra del artista Juan de Dios, procedentes
de la iglesia del Salvador, de Sevilla.
Altar de las Santas Justa y Rufina. |
Las Santas Justa y Rufina son especialmente veneradas
en Sevilla. La tradición las señala como protectoras de la Giralda y
la Catedral, considerando que por su intercesión no cayeron tras los
terremotos de 1.504, 1.655 y el terremoto de Lisboa de 1.755. De esta
manera, suelen estar representadas junto la Giralda, portando palmas como
símbolo del martirio y con diferentes objetos de barro en alusión a su
profesión de alfareras. Procesionan anualmente en la festividad del Corpus.
Tradicional disposición de Justa y Rufina con la Giralda entre ellas. |
Las hermanas Justa y Rufina nacieron en Sevilla,
en 268 y en 270, respectivamente, en el seno de familia muy
modesta con firmes convicciones cristianas, que se dedicaba al oficio de la
alfarería. Era época todavía de dioses paganos, y durante una celebración en
honor a Venus, los postulantes acudieron a casa de las hermanas para pedir
limosna, según era la costumbre. Las alfareras no sólo se negaron sino que
arremetieron contra la procesión, haciendo añicos la imagen de la diosa.
Las tallas son de Duque Cornejo y la maqueta de la torre del artista Juan de Dios. |
Fueron encarceladas, poniéndose como condición para conseguir su
libertad renunciar a la fe cristiana. Como ambas se negaron, sufrieron tormento
y, ante la persistencia de su negativa, las arrojaron a las mazmorras para que
sufrieran el hambre y la sed. Tampoco esta pena quebrantó sus espíritus,
ordenando Diogeniano, Prefecto de Sevilla, que fuesen andando descalzas
desde Sevilla hasta Sierra Morena. Su fe les dio fuerzas y consiguieron llegar
al destino señalado. Viendo así la cosa, el Prefecto mandó encarcelarlas hasta
morir.
Santa Rufina y Santa Justa. Detalle. |
Justa falleció primero, de inanición, siendo su cadáver arrojado
a un pozo, del que fue recuperado más tarde por el obispo Sabino. Rufina seguía
resistiendo, por lo que fue llevada al anfiteatro y tirada ante un león. La
bestia se acercó y lo más que hizo fue mover la cola y lamer sus vestiduras
como haría un animal de compañía. El Prefecto no aguantó más, la mandó degollar
y quemar su cuerpo. Nuevamente, el obispo Sabino recogió los restos y la
enterró junto a su hermana. Era el año 287.
Fueron canonizadas y su festividad se celebra en Sevilla el día
17 de julio.
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