Hoy comenzamos el recorrido de la parte “noble” de la Catedral,
es decir la que ocupa la cabecera del templo.
En nuestro camino encontramos en primer lugar la Capilla de San Pedro. Lo primero que
llama la atención de ella es la espléndida reja que la cierra, forjada en 1.780
por fray José Cordero, religioso lego del convento de San Francisco, en el
Puerto de Santa María.
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Capilla de San Francisco. |
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Espléndida reja de 1.780. Fray José Cordero. |
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Detalle de la reja, vidriera y bóveda. |
El muro frontal está ocupado en su totalidad por el retablo de
San Pedro. La patrona de esta capilla desde 1.620, Guiomar Pardo Tavera de la
Cerda, marquesa de Malagón, encargó el diseño del mismo al arquitecto Miguel de
Zumárraga (cantero y aparejador oficial de la Catedral, con trabajos en la
iglesia del Sagrario y autor de la portada del Hospital de las Cinco Llagas,
entre otras intervenciones), la hechura a Diego López Bueno (retablo mayor del mismo hospital, portada
norte de la iglesia de San Lorenzo y portada lateral de la iglesia de San Pedro,
amén de numerosas intervenciones para el Nuevo Mundo) y las pinturas a
Francisco de Zurbarán. No se puede negar que la señora tenía buen gusto (y el
bolsillo lleno).
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Retablo de San Pedro. Primer tercio del siglo XVII. |
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Cuerpos del retablo. |
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Segundo cuerpo y ático. |
El retablo se articula mediante dos cuerpos de tres calles cada
uno, banco y ático, que contienen siete
lienzos con escenas de la vida de San Pedro, una Inmaculada y la imagen del
Padre Eterno en el ático.
En el banco aparecen las representaciones de Cristo y San Pedro sobre las aguas, Cristo
entregando las llaves del Cielo a San Pedro y San Pedro curando al paralítico. Las obras centrales del retablo
están ocupadas por San Pedro, Papa,
en el primer cuerpo, y una preciosa Inmaculada en
el segundo.
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Banco del retablo, izquierda: Cristo y San Pedro sobre las aguas. |
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Banco del retablo, centro: Cristo entregando las llaves del Cielo a San Pedro. |
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Banco del retablo, derecha: San Pedro curando al paralítico. |
La figura monumental del primer Papa de la Iglesia, vestido
de pontífice con la tiara, el báculo papal y las llaves del cielo, se muestra
en actitud de bendecir. La Inmaculada
aparece flotando en el aire, rodeada de angelitos, coronada y con sus manos en
actitud orante.
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Primer cuerpo, centro: San Pedro, Papa. |
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Segundo cuerpo, centro: Inmaculada. |
Los cuatro lienzos de las calles laterales son ejemplos
típicos del estilo de Zurbarán: La
Visión de San Pedro, San Pedro liberado por el ángel, Quo Vadis y El Arrepentimiento de San Pedro. El
lienzo del ático del retablo, El
Padre Eterno, no es de Zurbarán, sino una copia del siglo XVIII
del original.
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Primer cuerpo, izquierda: La visión de San Pedro. |
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Primer cuerpo, derecha: San Pedro arrepentido. |
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Segundo cuerpo, izquierda: San Pedro liberado por un ángel. |
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Segundo cuerpo, derecha: Quo vadis. |
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Ático: El Padre Eterno. |
En el muro izquierdo de la capilla está situado el sepulcro del
arzobispo Diego de Deza, obra realizada hacia 1.430. En la sepultura está
representado el eclesiástico en posición sedente , con un león a sus pies, hecho
curioso que requiere una explicación.
Diego de Deza, zamorano de Toro, fue un notable teólogo e
Inquisidor Real de Castilla y Aragón, como buen dominico que era. Fue
prior del convento de San Esteban y Catedrático de la Universidad de Salamanca.
Los Reyes Católicos, le confían la
educación del príncipe Juan, su único hijo varón, lo que hace que renuncie a su
cátedra. Se llevó con él al príncipe en sus siguientes destinos, obispo de Zamora
y Salamanca, ciudad en la que fallece el
príncipe, en brazos de su preceptor.
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Fray Diego de Deza. Francisco Zurbarán, 1.631. Existen dos copias de este cuadro pintadas ambas por Zurbarán. Una se encuentra en el Museo del Prado y la otra en The Norton Simon Fondation, de Pasadena, California. |
Apenado, no desea seguir en la ciudad y es nombrado primero obispo
de Jaén, después de Palencia y, finalmente, en 1.504, arzobispo de Sevilla. En
esta ciudad, asolada por la sequía y la peste el infausto año de 1.507, se
dedicó a socorrer personalmente a los afectados, siempre vestido de fraile, lo
que le valió el sobrenombre popular de fray Diego, el Bueno. Pero a la vez era inquisidor y contó con la ayuda de un sacerdote cordobés, Diego Rodríguez Lucero, con tan mala fama que
era apodado el Tenebroso. Siendo
inquisidor, y con ese mote, podemos imaginar cómo sería el individuo.
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Sepulcro y lápida de fray Diego de Deza. |
Sin embargo, para ser Inquisidor Real, Deza mostraba ciertas
actitudes cercanas a la superchería. Así, llevaba engarzada en la cruz pectoral
una piedra proveniente de América llamada "del Sol", de la cual se
afirmaba que tenía virtudes medicinales y protegía del mal de ojo; en realidad
se trataba de un feldespato laminar gris traslúcido sin ningún valor.
Otra costumbre "rarita" del Arzobispo era colocar los
pies sobre una piel de león para calmar los ataques de gota que padecía
(consecuencia del excesivo consumo de carnes rojas típico de las clases altas).
Algún noble eclesiástico, deseoso de hacer méritos ante él (como se puede
comprobar el pelota es una figura universal y atemporal), no tuvo otra
ocurrencia que regalarle un cachorro de león. Deza lo hizo capar y quitarle
toda la dentadura y las garras y lo crió con cariño. Cuando creció era tan
grande e imponente que, a pesar de saberse que estaba "desarmado"
todos le huían. Sin embargo, el arzobispo lo llevaba a todas partes, como
animal de compañía, e incluso cuando acudía a Misa a la Capilla Mayor se
presentaban ambos, echándose pacíficamente el animal a sus pies mientras duraba
la ceremonia.
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En esta otra foto podemos ver el león esculpido a los pies del prelado. |
Falleció el arzobispo en 1.523 y fue enterrado en el Colegio de
Santo Tomás, por él fundado, en el bonito sepulcro que hoy vemos en la
Catedral. Sin embargo, los franceses (otra vez ellos) profanaron la sepultura
en busca de joyas e hicieron desaparecer los restos de fray Diego. Con la
desamortización de Mendizábal, el colegio pasa a ser cuartel y a la esposa de
un alto jefe militar no se le ocurre otra cosa que pretender hacerse ¡una
bañera! con el sepulcro. Tuvo que intervenir el Ayuntamiento y decretar la
entrega del monumento funerario al Cabildo Catedralicio, que acordó instalarlo
en la Capilla de San Pedro, fundada por cierto por un sobrino de Deza. Como se
ve, otra tumba vacía en la Catedral, un nuevo “fantasma”, como nos cuenta don
Carlos Ros.
Del
muro derecho cuelgan cuatro lienzos, de autoría discutida, pues unos las
relacionan con Francisco Reyna, discípulo de Zurbarán, en tanto que otros las
atribuyen a Juan Luis Zambrano, debido al fragmento de una firma que aparece en
una de ellas. Proceden
del convento de la Merced de Sevilla (actual Museo de Bellas Artes) y
representan, en gran formato, escenas de la vida de San Pedro Nolasco, fundador
de dicho convento: La aparición de la Virgen de la Merced a San Pedro
Nolasco en el coro de los novicios, El Milagro de la barca, San Fernando
entregando la Virgen de la Merced a San Pedro Nolasco y La muerte de San Pedro
Nolasco.
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Muro derecho de la capilla, con pinturas sobre la vida de San Pedro Nolasco. |
Sobre
estas pinturas figuran otras tres, de menor tamaño: San Pedro Arrepentido,
copia de un original del pintor flamenco Seghers, San Pedro liberado
por el Ángel y El martirio de Santa Águeda, anónimos boloñeses del siglo
XVII. Los
siete lienzos son difíciles de fotografiar, debido a la proximidad entre los
barrotes de la reja que cierran la capilla.
Sobre la capilla vemos una vidriera con la figura de San Pedro, en la que figura el año 1.778. Sin embargo, en la documentación de la Catedral se cita como autor a Arnao de Flandes, en el año 1.552. La única explicación que se me ocurre es que la vidriera fuese realizada por el flamenco y restaurada en 1.778.
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San Pedro. Arnao de Flandes, 1.552. |
Hay
otra vidriera en el interior de la capilla, sobre el sepulcro del arzobispo
Deza, imposible de fotografiar desde el exterior, en la que se muestran los atributos papales de
San Pedro. Es obra de Francisco Gutiérrez, de 1.784.
Magníficos comentarios.
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