Tras haber
visitado la capilla de la Orden Tercera Franciscana, regresamos al atrio y,
desde él, accedemos a la iglesia conventual de San Pedro de Alcántara.
A finales del
siglo XV y principios del XV tienen lugar dos grandes reformas de la Orden
Franciscana: por un lado, se crea la Orden Carmelita, auspiciada por Santa
Teresa y San Juan de la Cruz y, por otro, San Diego de Alcalá y, más tarde, San
Pedro Alcántara, realizan otra interpretación de las normas franciscanas.
Es por esas
fechas cuando se establece el convento de San Diego, uno de los más grandes del
país. Ocupaba los terrenos actuales del Teatro Lope de Vega y el Casino de la
Exposición, encajado entre el Guadalquivir y el arroyo Tagarete, lo que provoca
continuas inundaciones que obliga a una necesaria mudanza. Se instalan en unas
casas cedidas por el marqués de Valencina, en las que fundan un pequeño
convento, dedicado a hospital de frailes enfermos y ancianos, bajo el nombre de
San Pedro de Alcántara.
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Vista general del templo desde el sotocoro. |
La vida
transcurre sin grandes novedades hasta la llegada del siglo XIX. Las tropas
napoleónicas lo ocupan, usándolo como hospital, con el consiguiente destrozo,
tan habitual en la época. Los frailes regresan tras la expulsión de los
franceses, pero por poco tiempo, ya que en 1.835, a consecuencia de las desamortizaciones,
son expulsados para no regresar jamás. A partir de entonces, el edificio se
dedica a la enseñanza, creándose el instituto San Isidoro, el primero de
Enseñanza Media en la ciudad. La iglesia conserva su uso gracias a la
intermediación del padre Fagúndez, que consigue del cardenal Spínola que sea
entregada a las Esclavas del Corazón de Jesús, titulares del templo en la
actualidad. En los años sesenta del siglo pasado se derriba el convento,
levantando un nuevo edificio para el instituto, quedando tan solo la iglesia
como único resto del convento.
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Muro del Evangelio. |
Accedemos ya a
templo y observamos que consta de una sola nave cubierta por bóveda de cañón
con lunetos ciegos, transepto con crucero ocupado por bóveda de media naranja
sobre pechinas y presbiterio con bóveda de cañón.
Nada más
entrar, llama la atención la profusión de pinturas murales, que cubren
prácticamente todas las paredes y cubiertas del templo. Desgraciadamente, el
estado de las mismas no es bueno, aunque algunas zonas sí se comprueba que
fueron sometidas a restauración no hace demasiado tiempo.
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Muro de la Epístola. |
Nos centramos
en la zona de coro y sotocoro. En la parte baja se encontraba la entrada
principal de la iglesia, que daba al atrio del convento (actualmente un patio
del instituto), hoy tapiada. En esta zona, las pinturas murales están un estado
muy deficiente de conservación, debido a las humedades y, sobre todo, a las
sucesivas aperturas y cierre de huecos. Así, sobre una pequeña puerta, cuelga
el lienzo San Francisco en el Jubileo de
la Porciúncula, anónimo, del siglo XVIII. Nos muestra la escena en que
Cristo y la Virgen María se aparecen a San Francisco en dos ocasiones, 1.216 y
1.217, en la pequeña iglesia de Santa María de los Ángeles o de la Porciúncula,
concediendo la petición del franciscano de que obtuviesen la indulgencia
plenaria quienes peregrinaran a dicho templo.
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Coro y sotocoro. |
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Sotocoro. El cuadro representa a San Francisco en el Jubileo de la Porciúncula. |
A los lados
figuran pinturas al temple representando a angelotes y diversos santos
franciscanos, en mal estado, e incluso alguna se ha perdido totalmente.
En el coro, el
panorama es peor, pues a los daños causados por la humedad se suma una horrible
ventana instalada sobre la escena La defensa del dogma de la Inmaculada
Concepción, hecho este tan ligado a la Orden Franciscana.
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En el coro destaca (el más estado de) la pintura mural La defensa del dogma de la Inmaculada Concepción. |
Muros y bóveda
del coro alto muestran (como en el resto del templo), santos, santas, papas,
cardenales y miembros destacados de la Orden. En este caso se trata del
cardenal Cisneros (siglos XV-XVI), los papas Martín III (siglo X) y Julio II
(siglos XV-XVI) y fray Pedro Auréolo (siglo XIV), activo defensor del dogma de
la Inmaculada Concepción.
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Pinturas de la bóveda de cañón. |
Bajamos del
coro alto y comenzamos el recorrido, en el sentido de las agujas del reloj, por
el muro del Evangelio. Este nos muestra tres retablos encajados en sendos
huecos en forma de arco de medio punto. El primero, situado aún bajo el coro,
acoge al titular del templo, San Pedro
de Alcántara. El impulsor de la reforma descalza o alcantarina se nos
muestra según la iconografía fijada por el escultor Pedro de Mena en 1.663,
descalzo, con hábito marrón, cíngulo con cinco nudos y la característica capa
corta de los descalzos. La imagen es pequeña respecto al altar, por lo que es
posible que formara parte del desaparecido retablo mayor.
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Retablo de San Pedro de Alcántara. |
El retablo es
de tipo hornacina, compuesto por banco, una sola calle y ático. El estilo es rococó,
de un autor anónimo de la segunda mitad del siglo XVIII.
El retablo de San Antonio de Padua le
sigue a continuación. La estructura, estilo y época es semejante al anterior,
con al altar cubierto por azulejos decorados con formas vegetales y un relieve
con la figura del Espíritu Santo en el centro. Se nos muestra al santo con la
iconografía habitual, de pie, sosteniendo al Niño Jesús entre sus brazos. Viste
hábito marrón, ricamente estofado sobre pan de oro, con cíngulo y capa corta.
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Imagen (de muy mala calidad, lo siento) del retablo de San Antonio de Padua. |
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Detalle del retablo. |
El fresco
situado en el muro sobre este retablo nos nuestra la resurrección de un obispo
que se levanta del féretro por orden de san Francisco que le bendice desde una
nube; se trata de un milagro poco conocido del santo franciscano. Sobre él, una
representación del papa Sixto IV, “hijo seráfico de la Orden”, con báculo y
mitra, escoltado por dos angelotes.
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Pinturas murales sobre el retablo de San Antonio. |
El retablo en
el que se sitúa la talla de Santa
Rafaela María del Sagrado Corazón ya es de diferentes época y estilo,
concretamente neoclásico y del siglo XX. De estructura sencilla, consta de
banco y un solo cuerpo, con hornacina de medio punto apoyado en dos columnas
con capiteles corintios, todo ello flanqueado por sendas pilastras acanaladas.
El mueble está decorado con pinturas que imita mármoles jaspeados con tonos
verdes y amarillos.
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Retablo de Santa Rafaela María del Sagrado Corazón. |
En la hornacina
se representa el éxtasis de Santa Rafaela María del Sagrado Corazón, obra de
Francisco Buiza de 1.977, el mismo año en que se produjo la beatificación de la
santa, fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. Se trata de una
adición a la iconografía original por parte de esta orden tras la cesión del
templo en 1.895.
Sobre el
retablo está representado San Francisco
curando a un obispo enfermo, pintura realizada, como las demás, en la
primera mitad del siglo XVIII por un desconocido y poco afortunado artista. Más
arriba, en el luneto, San Nicolás IV, hijo seráfico de la Orden.
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Pinturas murales sobre el retablo de Santa Rafaela María. |
En la pilastra
situada entre ambos retablos está representada Santa Isabel de Portugal.
Pasamos al
brazo del transepto, lado del Evangelio. Una multitud de angelitos encuadran
una pintura con la escena de la Natividad, copia anónima del siglo XX, de gran
tamaño, del original de Murillo pintado sobre una piedra negra de obsidiana
mejicana, que se encuentra en el Museum of Fine Arts, en Houston.
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Muro del brazo del Evangelio del transepto. |
El luneto de
este brazo lo ocupan dos pinturas un santo y una santa franciscanos que no he
podido identificar. A su derecha, en la base de la bóveda están representados
San Luis, obispo de Tolosa y Santa Catalina de Bolonia y, en la propia bóveda,
aparece San Pedro Regalado.
El retablo de la Virgen de los Dolores
completa este brazo del Evangelio. Realizado en estilo neoclásico durante la
segunda mitad del siglo XIX, su estructura de madera se decora con tonos verdes
y rojizos, imitando mármoles jaspeados. Es gemelo del retablo de San José.
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Retablo de la Virgen de los Dolores. |
Consta de
banco, un solo cuerpo y ático. Entre dos pares de columnas corintias de
diferente tamaño y color, vemos la imagen de la Virgen de los Dolores, de buena
factura, fechada a finales del XVII, principios del XVIII. En el ático, figura
exenta del arcángel San Miguel.
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Virgen de los Dolores. |
Seguimos el
recorrido y nos situamos ante el presbiterio. Elevado sobre el resto de la nave
por dos tramos de escalones, aloja un templete
neoclásico de autor anónimo, fechado en la segunda mitad del XIX. Tiene
estructura doble, sostenidas ambas construcciones por columnas estriadas de orden
corintio, con tallas de los cuatro Evangelistas en la zona superior y la
representación de la Fe coronando el conjunto. El templete interior alberga un pequeño
Crucificado realizado en madera policromada, en tanto que en el frente se
muestra un sagrario de plata.
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Templete neoclásico. |
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En la parte superior del templete se sitúan las tallas de los cuatro Evangelistas y la imagen de la Fe. |
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Sagrario del templete, con representación de la Anunciación. |
Si elevamos nuestra
vista desde este mismo punto contemplaremos la cúpula de media naranja del
crucero, ciega y gallonada, totalmente cubierta por pinturas al temple, con
mocárabe central. Se apoya sobre pechinas decoradas con los símbolos
franciscanos de los brazos de Jesús y San Francisco cruzados y las cinco llagas
de Cristo.
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El crucero está ocupado por una bóveda de media naranja sobre pechinas adornadas con símbolos franciscanos. |
A nuestra
derecha tenemos el retablo de San José,
gemelo del presidido por la Dolorosa. Se nos muestra a un joven padre de Jesús caminando
al lado del Niño, sosteniendo con su mano izquierda una vara florecida que
recuerda el milagroso episodio cuando se postulaba como pretendiente de la
Virgen. El grupo escultórico es de talla anónima, de la primera mitad del siglo
XVIII.
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Retablo de San José. |
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San José con el Niño Jesús. |
Del muro del
brazo de la Epístola del transepto cuelgan dos lienzos, ambos copias poco
afortunadas de originales de un Murillo joven, que las pintó para el claustro
chico del convento casa grande de San Francisco.
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Brazo del transepto del lado de la Epístola. |
El de mayor tamaño, arriba, se
corresponde con el guardado en la Catedral de Sevilla, El Ángel de la Guarda, procedente del convento de Capuchinos
sevillano, que fue regalado al Cabildo Catedralicio por la ayuda ofrecida para
salvaguardar el resto de obras del convento. Bajo él, el titulado San Francisco confortado por un ángel músico,
cuyo original se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
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El Ángel de la Guarda. Copia del original de Murillo. |
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San Francisco confortado por un ángel músico. |
En el luneto
vemos pinturas de Santa Clara y un santo franciscano, y en la bóveda, San Pedro
Regalado.
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Pinturas murales representando santos franciscanos. |
Dejamos el
transepto y pasamos al muro de la Epístola. El retablo de Santa Bárbara
pertenece a la escuela barroca sevillana, de autor anónimo y datado en la
segunda mitad del siglo XVIII. Como es habitual, la santa porta en la mano
izquierda la torre de su martirio y con la derecha un objeto que no he podido
identificar.
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Retablo de Santa Bárbara. |
Concluye el
recorrido por este templo el retablo de San Pascual Bailón. De estilo rococó, consta
de banco, un solo cuerpo y ático. En el centro del altar aparece un relieve del
Cordero Místico sobre el Libro de los Siete Sellos. La hornacina, escoltada por
dos estípites, aloja la figura del santo maño con el hábito franciscano habitual.
En el ático se observa una pintura titulada La
Eucaristía vista por Pascual Bailón.
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Retablo de San Pascual Bailón. |
Sobre este
muro, al igual que sucedía en el del Evangelio, lucen varias pinturas murales
que no pude fotografiar por falta de tiempo. Según documentación, nos mostraban
a los papas Sixto V y Alejandro V, las
escenas El descubrimiento por parte de
Nicolás V del cadáver vivo de San Francisco y El sueño de Gregorio IX ,y Santa Isabel de Hungría.
Termina la
visita aquí.
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