Hace unos años, con
motivo de la visita a la Basílica Menor de María Auxiliadora (vulgo iglesia de
la Trinidad), me quedé con las ganas de visitar las Sagradas Cárceles, lugar en
el que según la tradición sufrieron martirio las santas Justa y Rufina,
localizadas en su subsuelo. Aunque en ese momento, y posteriormente en otra
ocasión más, solicité el permiso pertinente para la visita, no fue posible el acceso,
así que, aprovechando la ocasión que me ofrecía la empresa Paseos por Sevilla
para acceder al sitio, me apresuré a reservar el correspondiente tique.
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Patio de Santo Domingo Savio. |
A la hora y el lugar
señalados, con puntualidad británica, nos reunimos los visitantes con nuestra
guía, Virginia López. Adelanto que la visita fue un éxito rotundo: el grupo era
reducido (menos de veinte personas), Virginia es un encanto, como persona y
como profesional, con abundantes explicaciones sobre lo visitado, acompañadas
de planos y fotografías que ella mostraba y, sobre todo, no había (algo poco
habitual) prisa alguna por terminar el recorrido.
A ello se suma el hecho de
que las visitas organizadas por Paseos por Sevilla se realizan a lugares poco
habituales o constan de recorridos que no son los de siempre (léase Catedral,
Alcázar, Casa de Pilatos o barrio de Santa Cruz, que también los hacen).
Hablamos, por ejemplo, de las Sagradas Cárceles, la Necrópolis romana de
Sevilla, conventos de clausura de nuestra ciudad, o los paseos: por la Sevilla cristiana primitiva, por la Sevilla
mudéjar, por la Sevilla de Velázquez, por la Sevilla de la muerte, por la Sevilla prehistórica (dólmenes de Valencina), etc.
Pero volvamos a la
visita, que va a parecer que estoy haciendo spam. Situados frente a la portada
principal de la basílica, miramos a nuestra derecha y, tras la estatua de Mamá
Margarita (madre de San Juan Bosco), justo en la esquina del muro, veremos una
puerta acristalada. Entrando por ella y siguiendo un pasillo, llegamos a lo que
fue el claustro grade del antiguo convento de los trinitarios calzados, hoy
rebautizado con el nombre de Patio de Santo Domingo Savio.
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Otra vista del patio. |
Está este espacio
rodeado por columnas de mármol blanco que sostienen arcos de medio punto
rebajados. Sobre ellos, una terraza corrida, al aire libre constituye el techo
de las cuatro galerías de la planta baja. Sobre la terraza, dos plantas más, de
factura moderna. En una de las esquinas asoma la torre de la basílica, coronada
por una estatua de María Auxiliadora.
Las paredes del patio
alojan una serie de retablos cerámicos alusivos a diversos temas, según podemos
observar en las fotografías:
En el muro de una de las
galerías se abre un sencillo vano rectangular, sobre el que figura el rótulo de
SAGRADAS CÁRCELES. He de mencionar que en la visita nos acompañó, además de
nuestra guía Virginia, el encargado de esta función, un sacerdote salesiano,
don Francisco, que hizo gala durante la visita, de un sentido del humor y de
unas cualidades didácticas muy celebrados por los presentes.
El acceso a las Cárceles
se realiza bajando una angosta e inclinada escalera, que nos lleva a un pasillo
fresco (se agradecía por las altas temperaturas en el exterior) y algo
claustrofóbico debido a lo bajo de la bóveda de cañón que lo cubre. Advierto que el tamaño del subterráneo es muy reducido; que nadie espere encontrar aquí una cripta de grandes dimensiones como las de la iglesia del Salvador, la iglesia de San Luis o, incluso, el Panteón de Sevillanos Ilustres de la Anunciación.
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Pasillo principal. |
A mitad de dicho pasillo
se abren otros dos, perpendiculares. El de la izquierda conduce a una escalera
que conectaba con el muro de la Epístola (hoy cegado, como se puede ver en la
foto), en tanto que en el de la derecha se observan dos motores eléctricos de
los que parten unas tuberías que, según nos explican, llegan hasta el pozo al
que se dice que fueron arrojados el cuerpo de Justa y la cabeza de Rufina; de
él sigue manando agua, que debe ser extraída periódicamente por las bombas.
Además, dice la tradición que ese pasillo llegaba hasta el palacio del prefecto
Diogeniano, situado, al parecer, en las inmediaciones de la antigua Puerta del
Sol.
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Pasillo izquierdo, cegado. |
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Pasillo derecho, con los motores que extraen agua del pozo de la leyenda. |
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Aplique decorativo. |
Al fondo, el pasillo
principal se ensancha ligeramente, abriéndose un espacio construido con
ladrillos y cantos rodados, y coronado con una bóveda semiesférica muy
rebajada. En el centro se sitúa un altar con el crismón del nombre de
Jesucristo y, tras él, dos pequeñas imágenes de las santas en el muro, con una
columna entre ellas, que la tradición sostiene que es la misma en la que
sufrieron martirio las jóvenes. Conserva de aquellos momentos una pequeña cruz,
poco más que un arañazo, grabado en el fuste, que se dice que labraron las santas con
sus propias uñas (¿?) para así venrar a la Santa Cruz.
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Tras el pequeño altar se sitúan las imágenes de las santas Justa y Rufina y la columna en la que sufrieron martirio. |
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Bóveda de la pequeña capilla. |
En los muros de la
galería principal están insertas dos grandes losas de mármol blanco, señalando
sendos lugares de enterramiento. Las largas inscripciones nos identifican los
restos mortales que descansan en su interior.
La más pequeña
corresponde al principito Luis Czartoryski y de Borbón, hijo de María de los
Dolores de Borbón y Orleans (tía del rey emérito Juan Carlos I) y del príncipe
polaco José Augusto Antonio María Pío Czartoryski y Krasne-Krasinski. El pequeño
falleció en 1.946, a los catorce meses de edad, el mismo año que su progenitor,
cuya tumba se sitúa en el muro de enfrente. Su madre casó en segundas nupcias
con don Carlos Chías Ossorio en Sevilla, en 1950. Residieron en
una finca nazarena, "Huerta de la Princesa" hasta que, años después,
se trasladaron definitivamente a Madrid. Sus restos mortales reposan en la
cripta de la iglesia del Salvador.
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Lápidas del principito Luis Czartoryski y de Borbón y de su padre, José Augusto Czartoryski y Krasne-Krasinski, muy vinculados a Sevilla y a los Salesianos. |
La amabilidad de don
Francisco nos permite pasar al templo, en el que no explica la historia del mismo y de la orden trinitaria, salpicada con cantidad de anécdotas.
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Don Francisco, ante el retablo mayor de la basílica. |
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Primer cuerpo del retablo. |
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Segundo cuerpo. |
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Bóveda del presbiterio. |
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Las santas Justa y Rufina con la Giralda entre ellas. |
Después recorrimos la gran sacristía de la basílica, situada a
espaldas del retablo mayor. Se trata de un espacio rectangular, de buen
tamaño, en el destaca una gran mesa de caoba, con tabla superior de diez lados
y patas esculpidas. Sobre ella se encuentra la talla de un Niño Jesús Rey y
Redentor que, según la tradición, fue regalado por Fernando III a los
religiosos trinitarios, los cuales lo situaron en un altar del lado del Evangelio. Es
una imagen articulada, con pelo natural, y se da la curiosa circunstancia de
que fue nombrado Caballero Veinticuatro de la ciudad (equivalente a un concejal
actual), con derecho a voz y voto.
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Niño Jesús Rey y Redentor. |
De las paredes cuelgan
numerosos lienzos y, en una vitrina acoplada a un hueco del muro, se muestran casullas,
objetos de culto y algunas imágenes de adorno.
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Vistas de la sacristía. |
Tras la visita a las
Sagradas Cárceles, nuestra amiga Virginia nos guiará a la necrópolis romana de
la Trinidad, en la vecina Carretera de Carmona, aunque a ella dedicaremos la
siguiente entrada.
que buenas imagenes, bonito el blog
ResponderEliminarMuy interesante
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