Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

sábado, 21 de marzo de 2015

Visitando la Catedral, -XXVII. Capilla de San Hermenegildo. Leyenda de Santa Librada.


Fue el lugar elegido por el cardenal Cervantes para descansar eternamente. El cardenal Juan de Cervantes nació en Lora del Río (Sevilla) en el año 1.382 y fue obispo de la ciudad durante cinco años, desde 1.449 hasta 1.453. Desarrolló una intensa actividad política y diplomática en Roma, interviniendo en varios concilios, siempre a favor del papa Eugenio IV. En esa época tuvo un secretario, Eneas Silvio Piccolimini, que más tarde se convertiría en el papa Pío II, el cual, en sus memorias, califica a Cervantes como "un español austero y santo".
Sepulcro del cardenal Cervantes.
Cuando regresa a España desempeña el cargo de obispo de Ávila, Segovia y, finalmente, Sevilla. Sin embargo, el rey Juan II ya tenía su propio candidato para Sevilla, Rodrigo de Luna, sobrino de don Álvaro de Luna, y se molestó enormemente por no haber sido solicitado su permiso, como era preceptivo, para el nombramiento de Cervantes. El Cabildo sevillano da marcha atrás y nombra a Luna, pero el entonces papa, Nicolás V, no confirma el nombramiento. La disputa se resolvió con el nombramiento de Rodrigo de Luna como obispo de Santiago y el de Cervantes como obispo de Sevilla.
Vista de la capilla.
Ya en la ciudad, impulsó diversas obras en la Catedral, incluida la construcción de la Capilla de San Hermenegildo, donde reposan sus restos en el monumento funerario más artístico no ya de la Catedral, sino de toda la Archidiócesis. También se distinguió por sus obras de caridad entre los pobres.

El escultor flamenco Lorenzo Mercadante de Bretaña fue elegido para realizar, a requerimiento del Cabildo, el sepulcro del cardenal Cervantes. Tallado en alabastro entre 1.454 y 1.458, seis leones sostienen el cuerpo del conjunto, con figuras de santos bajo doseletes sobre ellos y, en los paños así formados, ángeles mancebos que sostienen escudos heráldicos en los cuatro lados. La estatua yacente nos presenta al prelado revestido de pontifical al estilo antiguo, con la cabeza mitrada descansando sobre almohadones y expresión serena y tranquila. A sus pies descansa una cierva, emblema del escudo de la familia. En la cabecera se puede leer la firma del autor (única obra firmada que se conserva): “Lorenzo Mercadante de Bretaña entalló este bulto”.
Detalle del sepulcro.
Su epitafio reza:
POSTQUAM EXIMIO NITORE VIRTUTUM REVERENDISSIMUS IOANNES DE CERVANTES CUM TITULO S. PETRI AD VINCULA GALERUM OPTIME MORUIT  CLARISSIMOSQUE PER ORDEN EDIDIT FRUCTUS; QUONIAM TOTUS ECCLESIASTICÆ HONESTATIS OSTIUM FUIT IUDICATUS, OSTINSEM OBTINUIT TANDEM, GRAVE SCENTE IAM ÆTATE HISPALENSEM METROPOLIM SAPIENTER ADMINISTRANS ECCLESIAM (UT PRÆLATUM DECET) RELIQUIT HEREDEM; CUM INTRA PROBATISSIMAS OPERATIONES HOSPITALE FAMOSUM DOTATISSIMUNQUE IN CIVITATE HISPALENSI PIUS ÆDIFICASSET. OBIIT 25 NOVEMBRE ANN. DOM. 1453.
DESPUÉS QUE EL REVERENDÍSIMO SEÑOR JUAN DE CERVANTES, CON EXIMIO RESPLANDOR DE VIRTUDES MERECIÓ MUY BIEN EL CAPELO, CON TÍTULO DE SAN PEDRO AD-VINCULA, Y DIO POR EL MUNDO DIGNÍSIMOS FRUTOS, PORQUE FUE JUZGADO PUERTA DE TODA ECLESIÁSTICA HONESTIDAD OBTUVO LA IGLESIA DE OSTIA, Y ADMINISTRANDO AL FIN, YA EN EDAD MUY ANCIANA, LA METRÓPOLI DE SEVILLA, DEJÓ HEREDERA A SU IGLESIA, COMO CONVIENE A PRELADO, Y ENTRE OTRAS OBRAS DE GRAN APROBACIÓN, EDIFICÓ PIADOSAMENTE UN HOSPITAL FAMOSO Y MUY DOTADO EN LA CIUDAD DE SEVILLA. FALLECIÓ A VEINTICINCO DE NOVIEMBRE DEL AÑO DEL SEÑOR DE 1453.
Inscripción recogida y traducida por Ortiz de Zúñiga.
Detalle.
Ensombrecido por la magnificencia del sepulcro del cardenal Cervantes, encontramos el retablo que preside la capilla, del siglo XVIII y estilo barroco-rococó, ensamblado por Manuel García de Santiago. Según las cláusulas pactadas, la composición debía tener catorce varas de altura, estar realizada en pino de Flandes de la mejor calidad, con un plazo de entrega de once meses. Consta de banco, un gran cuerpo central dividido en tres calles mediante cuatro grandes estípites y un ático que se adapta a la forma de la bóveda. Se adornó el conjunto con abundante rocalla, espejuelos, formas mixtilíneas, hojas de cardos y motivos florales.
Retablo de San Hermenegildo.
Sobre una alta tribuna, a los lados del altar, encontramos dos tallas que representan a Santiago el Mayor y Santiago el Menor, que no pertenecen al retablo, ni por tamaño, ni por estilo. La primera, de muy discreta factura, está fechada a mediados del siglo XVI, en tanto que la segunda, atribuida a Pedro Millán pudiera estar tallada, según la tradición, en piedra procedente del cimborrio de la Catedral, derrumbado en 1.511.
Santiago, el Mayor. Anónimo, siglo, XVI.
Un empolvado Santiago, el Menor. Atribuida a Pedro Millán, principios del XVI.
La hornacina central está ocupada por la imagen del titular del retablo, portando los símbolos de su martirio: la cruz, las cadenas y el hacha clavada en su cabeza. El autor es Bartolomé García de Santiago, padre del retablista y alumno de Ruiz Gijón. A sus lados están colocados un obispo santo y una santa con libro y maqueta de iglesia en las manos, ambos sin identificar.
San Hermenegildo, titular del retablo y de la capilla.
Obispo santo desconocido.
Santa desconocida.
Ático del retablo.
Relieve del ático.
En el muro frontero al retablo, rodeado por las pinturas de dos santas, Engracia y Rufina, de estilo zurbaranesco, y de una copia de la Virgen de la Antigua del siglo XVIII, veremos el sepulcro del almirante de la flota castellana en el siglo XIII Juan Mathé de Luna y de su madre, doña Barela, trasladado a esta capilla en 1.848. Antes estuvo situado en la Capilla de San Martín (nave del Lagarto), que al ser eliminada hizo que el sepulcro quedara oculto y olvidado, hasta que en el citado año de 1.848 fue descubierto durante las obras de restauración del pavimento de la nave del Lagarto. El Cabildo decidió arreglar los mármoles y colocar la sepultura en esta capilla de San Hermenegildo.
Muro derecho de la capilla, con el sepulcro del almirante Mathé de Luna.
La pared frontal nos muestra dos pinturas de bien tamaño y aceptable calidad, atribuidas al flamenco Frans Franken II: Las Bodas de Caná y La Cena del rey Baltasar.
Las bodas de Caná. Frans Franken II, siglo XVIII.
La cena del rey Baltasar. Frans Franken II, siglo XVII.
De menor calidad, pero muy interesante desde el punto de vista legendario, es el pequeño retablo situado entre ambas pinturas, en el que vemos representada la crucifixión de un sacerdote barbado. Craso error, pues según la información de la Catedral no se trata de un hombre, sino de una mujer, Santa Librada. Como me picó la curiosidad, investigué un poco sobre el asunto y he aquí lo que me encontré.
Leyenda de Santa Librada, patrona de las mujeres mal casadas.
En torno al personaje de Santa Librada o Santa Wilgefortis (del latín Virgo Fuerte) se tejen varias leyendas, mezcladas a veces entre sí, según se le rinda culto a la santa en un lugar u otro de Europa. La versión más extendida nos cuenta que era hija de un rey de Portugal del siglo VIII. Nació en un parto de nonellizas (nueve hermanas alumbradas de un mismo embarazo), siendo destinada por su padre (según unos cristiano, según otros arriano) a ser esposa del rey moro de Sicilia. Como no deseaba el casamiento, Librada tomó el voto de virginidad y rezó a Dios para que la convirtiera en un ser repulsivo. En respuesta a sus oraciones, le creció vello por cara y cuerpo, lo que hizo que el futuro marido, al verla, rompiera el compromiso.
Retablillo de Santa Librada.
Otra versión nos cuenta que el remedio para evitar la boda consistió en dejar de comer. La desnutrición consiguiente provocó graves desequilibrios hormonales que se manifestaban en las uñas, muy frágiles y, sobre todo, en el crecimiento general del vello.
En cualquier caso, la historia termina con la orden de crucifixión (gran anacronismo; esta forma de ejecución desapareció con el Imperio Romano) contra la mártir, dictada por su padre.
El origen de esta leyenda se basa en una confusión, tan frecuente en historias de este tipo (recordemos, sin salir de este blog, a las once mil vírgenes o a San Expedito). Hasta el siglo XI se representaba a Jesús crucificado con largos cabellos y vestido con túnica larga, en lugar del paño de pureza habitualmente usado a partir del siglo XII. Concretamente, en la basílica de Lucca, población de la Toscana, se venera un crucifijo que representa a Jesucristo de esta manera. La leyenda afirma que fue esculpida por Nicodemo, uno de los protagonistas del descendimiento de la cruz de Jesús. Por no ser un escultor experto, no habría sido capaz de dar a la cara la forma deseada. Cansado y desilusionado, se durmió sin haber acabado el trabajo; pero al despertar la habría encontrado milagrosamente terminada por la mano de un ángel.
Santa Librada, con el músico de la leyenda a sus pies.
El crucifijo llegó en 742 en una embarcación desierta que navegaba a la deriva por el mar Tirreno, al puerto de Luni. Los vecinos de la ciudad no consiguieron abordar la nave, que no arribó definitivamente hasta la llegada del obispo de Lucca, que había sido advertido por un sueño.  Reclamado por ambas ciudades, Luni y Lucca, una serie de señales divinas indicaron que fuera conducido a Lucca.
Desde entonces, el Volto Santo (Santo Rostro o Santa Faz), procesiona cada año por las calles de la ciudad. Siglos después, en el XV, cuando los cristianos extranjeros que visitaban la ciudad lo veían extrañados y, ante la ya olvidada hagiografía del Crucificado con túnica, se interpretaba que era una representación la Santa Librada portuguesa, extendiendo su culto a sus lugares de origen.
El Volto Santo de Lucca. origen de la leyenda.
Existe otra leyenda relacionada con la santa, portuguesa, gallega (de Baiona) o italiana, según versiones, que es la del violinista. Se cuenta que un violinista interpretó ante la imagen una pieza tan sentida que la santa le regaló uno de sus zapatos, confeccionado en oro. Confundido con un ladrón, el músico es condenado a muerte, manifestando entonces su deseo de tocar de nuevo ante la sagrada imagen. Cuando lo hace, con todo el pueblo de testigo, la santa le lanza su otro zapato, estableciendo así la inocencia del condenado. Esta es la razón por la que a menudo se representa a Santa Librada con un músico a su lado (vihuela o violín), descalza de un pie y con un zapato dorado entre ambos, como es el caso de este cuadro de la capilla de San Hermenegildo.
La Santa Librada de la iglesia del Salvador no tiene barba.
En Sevilla, aparte de esta representación de la Catedral hay otra en la iglesia del Salvador, en el vestíbulo de acceso a la Capilla Sacramental (donde se venden los recuerdos), situada en una hornacina y protegida por un brillante cristal y unos barrotes tan gruesos que hacen casi imposible cualquier fotografía. También he leído que hay otra en la iglesia de San Nicolás, aunque las veces que la he visitado no la he visto nunca.

Terminamos la visita a esta capilla contemplando las vidrieras de la misma y dando un vistazo conjunto.
Vista general de la capilla.
Atributos de San Hermenegildo. Francisco Gutiérrez, 1.819.
Cuatro santos obispos. Enrique Alemán, 1.479.

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