Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

sábado, 20 de febrero de 2016

Santuario romano de Munigua.

Los habitantes de Villanueva del Río y Minas conocen desde hace siglos unas ruinas que se encuentran a pocos kilómetros de la población. Popularmente se las denominaba “el castillo de Mulva” (aún queda quien las sigue llamando así), en la creencia de que se trataba de los restos de un castillo almohade. Sin embargo, ya desde 1.756, dos investigadores de la Academia de Buenas Letras de Sevilla, Sebastián Antonio de Cortés y José de Cuentas Zayas, habían identificado el yacimiento como un santuario romano. Otros autores adelantan tal atribución en dos siglos en la figura de dos eruditos como fray Alonso Chacón y Ambrosio de Morales, otorgando al primero el título de descubridor científico del sitio.
Se supo también el auténtico nombre del lugar, Munigua, tras el descubrimiento de una placa de bronce de la época de César Augusto y dos pedestales que debían sostener dos estatuas de emperadores divinizados, Vespasiano y Tito, en los que se nombra explícitamente el gentilicio “muniguense”. 
Una de las téseras de bronce encontradas.
Al parecer, los académicos se conformaron tan solo con la identificación del lugar, por lo que el yacimiento cayó en el olvido.
No fue hasta 1957 que el Arquitecto Conservador de Andalucía, Félix Hernández Giménez alertó al Instituto Arqueológico Alemán de Madrid sobre la existencia del lugar. Fue entonces cuando comenzaron las investigaciones sistemáticas.
Volviendo a los orígenes del asentamiento, hay que distinguir en el poblado dos períodos de ocupación. El primero, comprendido entre el siglo IV a.C. hasta Augusto (contemporáneo de Jesucristo) sería íbero (¿quizá tartésico?), en tanto que en el segundo empiezan a disminuir los moradores a partir del siglo IV, hasta que dos siglos más tarde se abandona completamente el lugar.
En ambos períodos la actividad económica principal es la extracción de mineral (de hierro, principalmente), su fundición y comercio, así como la fabricación de aceite de oliva. Su proximidad a las minas explica la ubicación de la ciudad fuera de la calzada que unía Mérida (Augusta Emerita) y Sevilla (Hispalis).
Horno romano para la fundición del hierro.
En el transcurso de las excavaciones se comprobó que el número de viviendas construidas era muy superior al necesario para alojamiento de patrones y trabajadores, lo que llevó a la conclusión de que el lugar no era un asentamiento minero convencional, sino que se trataba de un santuario al que periódicamente debían acudir multitud de peregrinos. Algo parecido a las romerías actuales.
Escoria de mineral de hierro.
Gracias a estos trabajos del Instituto Alemán, apoyado primero por  la Dirección General de Bellas Artes y más tarde por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, se desenterraron  la casi totalidad de los restos hoy visibles, bastante bien conservados debido al hecho de encontrarse bajo tierra. Durante muchos siglos, la única señal de su existencia fue la vista del lado exterior del muro reforzado mediante contrafuertes, claramente visible desde el camino que nos conduce al asentamiento.

Aquí podemos ver las termas y el santuario desde el punto de entrada.
Y aquí se aprecia la estructura aterrazada del santuario.
Los trabajos realizados han permitido identificar numerosos edificios del yacimiento: el santuario, un templo, un foro, un pórtico con edículo, seis casas, unas termas, varios tramos de murallas y torres y dos necrópolis.

Maqueta de Munigua, situada en la terraza inferior.
El edificio más destacado de Munigua es sin duda su Santuario, cuyos muros exteriores han permanecido siempre visibles, y han sido identificados popularmente como los restos del "castillo de Mulva". Fue construido a fines del siglo I d.C. en la cima del cerro, previamente nivelado y conformado en terrazas mediante gruesos muros de contención. El del muro del lado oeste, está reforzado con potentes contrafuertes exteriores que se elevan sobre la abrupta pendiente occidental del cerro, y constituye la imagen más espectacular y conocida de Munigua. 
Vista de la dehesa desde la terraza superior.
Vista opuesta desde el mismo punto.
Y desde el otro lado.
Para acceder al santuario se desarrolló un sistema de calzadas ascendentes enlazadas con dos rampas y dos escalinatas, que permiten llegar hasta las tres terrazas. No hay datos concretos sobre la divinidad a la que estaba consagrado, aunque algunas inscripciones encontradas están referidas a divinidades relacionadas con el culto imperial, como es el caso de Hércules o la Fortuna Augusta.

Imágenes de la terraza superior del santuario.
En el lado noroeste, junto al santuario, existen cuatro habitaciones simétricamente dispuestas en torno a un patio central, que se consideran almacenes relacionados con el culto y vivienda de los guardas del templo.
En el lado sur se conservan restos de un pórtico de dos pisos, que en su momento estaría adornado con estatuas honoríficas colocadas entre los pilares del cuerpo inferior. Adosado a él se conserva una edícula o capilla. Ambas construcciones son anteriores al resto de los edificios del cerro, pues se fechan en la primera mitad del siglo I d.C.
La terraza inferior la ocupa el foro de la ciudad. Se trata de una plaza cuadrangular de pequeñas dimensiones (unos veinte metros de lado), porticada y rodeada de varios edificios. El centro de la plaza lo ocupó un templo elevado sobre podio y orientado al este, con unas dimensiones de 6,80 por 9,80 metros, elevado tres escalones sobre la superficie de la plaza.
Terraza inferior.
Imágenes de la terraza inferior.

El muro oeste de la plaza tiene cuatro nichos poco profundos, en uno de los cuales apareció un epígrafe que recordaba la donación del foro a la ciudad por parte de un destacado ciudadano. En el lado Norte se distribuyen varios edificios, dos de los cuales han sido identificados como curia, sede del gobierno local, y tabularium, edificio en el que se custodiaban las leyes y actas oficiales, generalmente grabadas en bronce; aquí se encontraron dos inscripciones: un tratado de hospitalidad de los tiempos de Augusto, y una carta del emperador Tito a la ciudad del año 79 d. C. Al exterior, en el muro que daba a la plaza, hay una hornacina enmarcada por columnas junto a la cual se halló una inscripción dedicada al Bonus Eventus (dios relacionado con la agricultura).
Templete dedicado a Mercurio, dios del comercio.
Ara del templete.
Mesa situada junto al pequeño templo.

De las casas de la ciudad se han excavado parcial o totalmente hasta la fecha un total de seis, todas ellas en las laderas este y sur. Las casas 1 y 6, tal vez las mejor conocidas, responden a la típica disposición romana, con un atrio central, alrededor del que se articulan el resto de dependencias de la casa.
Rampa de acceso a la terraza inferior.
Casa de la ladera este.
Casa del lado sur.
Vista del conjunto desde la casa 1.
Al norte del foro se localizan las termas. Se trata de un edificio de planta rectangular, con pasillos delante de los lados estrechos para el servicio del praefurnium (el horno), y un patio colindante en el lado occidental. Las habitaciones tienen nichos con estucos pintados en las paredes, muy bien conservados, bajo el arranque de la desaparecida bóveda, y el frigidarium (piscina del agua fría) conserva su pavimento de opus spicatum (en espina de pez).
Las termas se encuentran junto a las casa más exteriores del conjunto.
Frigidarium (piscina de agua fría).
La construcción de estas termas se fecha en época de Nerón o principio de la época Flavia, con reformas en los siglos II y III. A partir del siglo IV se abandonó su uso, siendo utilizadas como dormitorios por las personas más humildes. 
En estos nichos realizados en el muro se guardaban aceites y perfumes. 

Aún se pueden ver restos de estucos que decoraban la piscina principal.

La muralla de Munigua fue realizada con grandes bloques de granito y multitud de materiales de acarreo, hasta alcanzar una anchura total de 1,60 metros. De trecho en trecho hay torres rectangulares, y se conoce una puerta al sureste, de jambas prolongadas hacia el interior. Su construcción se fecha en la segunda mitad del siglo II d.C.
Se conocen dos necrópolis. La oriental fue respetada por el trazado de la muralla, que la situó intramuros, y se fecha en los siglos II y III. En ella destaca un mausoleo, con gruesos muros de opus caementicium (hormigón romano), junto al cual aparecieron tumbas con ricos ajuares. Se han excavado un total de 16 tumbas de inhumación construidas con ladrillos reutilizados.
La necrópolis del sur está datada entre la segunda mitad el siglo I hasta mediados del siglo II. Se han excavado unas cien tumbas, la mayoría de incineración en urnas (muchas de ellas de vidrio), con escaso ajuar. Esta necrópolis sí fue cortada por la construcción de la muralla.
Fuera del recinto amurallado se localizan los restos de un taller de fundición de mineral de hierro. Es un edificio de planta rectangular, con dos habitaciones y dos patios, con un horno de fundición y gran cantidad de escorias. Su cronología se ha establecido entre los siglos II y III y es testimonio evidente de una de las principales actividades económicas de Munigua: la minería de hierro, que junto con la agricultura del aceite han dejado huella entre los restos de la ciudad.
Entre los restos escultóricos destaca el de una Venus hallada entre el foro y las termas. La cabeza, que apareció antes que el resto, se consideró durante un tiempo como una representación de la "Hispania".
Llegar a Munigua no es fácil. En primer lugar, es difícil encontrar el camino que une Villanueva del Río y Minas con el antiguo apeadero de Arenillas (del que apenas queda la solería), a través del sendero conocido como ”el Cordel del Pedroso”, afortunadamente accesible para los automóviles. 
Entrada a la finca en la que se encuentra el yacimiento.

Llegados ante la verja que marca el límite de la finca particular en cuyo interior se encuentra el conjunto arqueológico, hay que dejar el coche en un claro que allí se encuentra. Quedan ahora 2,5 kilómetros de camino a pie que, para jóvenes o aquellos que estén en buena forma no representan gran dificultad, pero que para 'puretas' medio averiados como yo supone un considerable esfuerzo, debido a las continuas subidas y bajadas.
El camino está muy transitado (el horario es hasta las 14,00 horas) por viandantes y ciclistas y, en su recorrido vemos vacas pastando en libertad y unos hermosos paisajes de dehesas y riachuelos.

Los continuos desniveles, lo pedregoso del camino en algunos puntos y el vadeo de un pequeño riachuelo hacen prácticamente imposible el acceso a personas con movilidad reducida.

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