La Vía Augusta era, en
tiempos romanos, la principal vía de comunicación de la península. Abarcaba
desde los Pirineos hasta la ciudad de Cádiz, atravesando las principales
ciudades de la época. Carmona era una de ellas, pasando dicha vía de oeste
(Puerta de Córdoba) a este (Puerta de Sevilla) a través del cardus máximus.
Puerta de Córdoba, vista desde el interior. |
Cuerpo superior, igualmente desde el interior. |
Su construcción original data del siglo I d.C., en época del emperador Augusto, una vez terminadas las guerras civiles e instaurado el Imperio. La Pax Augusta trajo como consecuencia una época de gran esplendor comercial y económico, por lo que se juzgó conveniente no construir una fortaleza al estilo de la Puerta de Sevilla, sino más bien una puerta monumental tipo arco de triunfo, que conmemorase la grandeza del Imperio, sin por ello dejar de tener funciones defensivas.
Arco de la Puerta de Córdoba. |
Puerta de Córdoba, desde el exterior. |
De la Puerta de Córdoba
original tan solo se conserva una parte de la fachada (la original medía unos
treinta metros) y un torreón poligonal. Contaba con tres arcos, el central más
grande para permitir el paso de carruajes y los laterales para uso peatonal.
Estos vanos laterales fueron cegados en el siglo II, a causa de la
inestabilidad política, quedando actualmente en el interior de las casas
adosadas a la muralla.
Remate de la Puerta, desde el exterior. |
En el siglo XVI se le
hicieron reformas renacentistas y, a principios del siglo XVII, se acordó
colocar hermosos motivos ornamentales, como escudos y estatuas de mármol, hoy
en día perdidas, que dignificaron la Puerta.
El aspecto barroco se le
confirió en época de Carlos II, con las reformas de 1.688.
A finales del siglo XVIII
se realizó la última intervención, a cargo del afamado arquitecto neoclásico,
natural de Carmona, José Chamorro, reedificándose parte del monumento y
consolidándose el conjunto.
En el intradós del vano
principal se mantiene un interesante lienzo dieciochesco, que representa a la
Virgen de Gracia, patrona de la ciudad.
La Virgen de Gracia, en el interior de arco. |
Tondo de mármol con inscripción conmemorativa de las obras de 1.688-1.691. |
Para iniciar la visita
accedemos por una puerta lateral situada en la casa del costado lateral derecho
del interior de la muralla. Nos recibe una sala moderna, donde se sitúa el
mostrador de recepción, viéndose a la izquierda un tramo de sillares
almohadillados con un vano de medio punto. A través de él entramos en una
galería cubierta que, tras un giro de noventa grados nos lleva a un muro, sin
salida, que seguramente corresponde a la antigua torre que allí se levantaba en
tiempos romanos.
Volvemos atrás y, tras
pasar de nuevo por la sala de recpción nos vamos al lado contrario, donde unas escaleras
nos conducirán a la parte alta de la Puerta.
Desde allí podemos contemplar la fértil Vega de Carmona, con el puente y la calzada romanos (bastante alejados) y el terreno en el que se levantaba el Alcázar de la Reina, en una elevación a nuestra izquierda.
Hoy día no queda
prácticamente nada de él, por lo que es difícil incluso dar una fecha de
construcción. La opinión más extendida es el origen islámico, aunque no faltan
autores que lo sitúan en la misma época que la propia Puerta. Se trataba de un
recinto amurallado, con dos puertas protegidas por torres y un gran patio de
armas, en cuyo centro se alzaría la Torre del Homenaje. El resto de las torres,
en total siete, estarían distribuidas en las esquinas y laterales de la
fortaleza.
El origen del nombre del
edificio es también desconocido con seguridad, barajándose diversas teorías.
Una de ellas dice que aquí estuvo encerrada la amante de Alfonso XI, doña
Leonor de Guzmán, madre del futuro rey Enrique II. Al parecer, el de Trastámara, después de acceder al
poder tras matar a su hermanastro Pedro I, ordenó arrasar el lugar donde su madre había
estado cautiva.
Otra opinión es que podría haber residido en el Alcázar doña María de Aragón, esposa de Juan II de Castilla, mientras este batallaba contra el Reino de Granada, ya en el siglo XV.
Una tercera versión sostiene que el nombre se debe a ser usado como residencia durante cuatro años por doña Juana de Ponthieu, esposa de Fernando III, a la que, además, concedió el señorío de la ciudad. Sin embargo, a la muerte del monarca en 1.253, la reina Juana marchó a Francia y nunca más volvió a España. El señorío regresó a la Corona española tras estar bajo dominio de la Orden de Calatrava, a la que fue cedido por la de Ponthieu, y no de forma pacífica.
De hecho, el
Alcázar de la Reina desapareció definitivamente por orden de los Reyes
Católicos, a petición del
consistorio de la ciudad, en 1.478. El baluarte se había convertido en refugio de los seguidores del
comendador frey Luis de Godoy, hombre de confianza del Maestre de Calatrava, don
Pedro Girón, en la práctica amo y señor de la ciudad desde 1.465, a cuyos habitantes
tenía atemorizados por su crueldad y violencia.
Desgraciadamente, siguió el mismo destino que tantos y tantos edificios de la época, destruidos por mor de hacerse con el poder, ya fuese ante musulmanes o ante otros cristianos.
Restos de la primitiva muralla romana. |
Escalera de acceso a la zona alta. |
Vista de la Vega de Carmona desde la Puerta de Córdoba. La flecha señala la situación del puente y la calzada romanos. |
Desde más cerca. |
Diferentes vistas de los torreones y el cuerpo central. |
En el torreón de la derecha se puede observar uno de los grandes sillares de la construcción original. |
En este pequeño cerro se situaba el Alcázar de la Reina. |
Otra opinión es que podría haber residido en el Alcázar doña María de Aragón, esposa de Juan II de Castilla, mientras este batallaba contra el Reino de Granada, ya en el siglo XV.
Una tercera versión sostiene que el nombre se debe a ser usado como residencia durante cuatro años por doña Juana de Ponthieu, esposa de Fernando III, a la que, además, concedió el señorío de la ciudad. Sin embargo, a la muerte del monarca en 1.253, la reina Juana marchó a Francia y nunca más volvió a España. El señorío regresó a la Corona española tras estar bajo dominio de la Orden de Calatrava, a la que fue cedido por la de Ponthieu, y no de forma pacífica.
Y aquí lo vemos desde uno de los torreones de la muralla. |
Desgraciadamente, siguió el mismo destino que tantos y tantos edificios de la época, destruidos por mor de hacerse con el poder, ya fuese ante musulmanes o ante otros cristianos.
La leyenda de los gigantes de Carmona.
En 1.730, el abogado José
de los Reyes y Mendoza observó, por el sitio que llaman el Arbollón, a varios
muchachos jugando con unos huesos que le llamaron la atención por su descomunal
tamaño. El abogado creyó reconocer que eran parte de una cabeza humana de
dimensiones desproporcionadas. Las recogió y se las envió al ilustre
anticuario, también carmonense, marqués del Saltillo quien, a los pocos días,
emitió un dictamen en el que aseguraba que, por su tamaño, los huesos
pertenecían a la cabeza de un gigante cuyo cuerpo hubo de medir siete varas de
altura (aproximadamente 5,88
metros ).
Medio siglo más tarde,
el padre Arellano, historiador clásico del siglo XVIII, asegura que el
territorio hoy delimitado por el término de Carmona estuvo habitado por
gigantes, como parecen mostrar los huesos y las cabezas de gran tamaño que
hallazgos casuales fueron sacando a la superficie. El padre dice haber visto,
en 1.780, con ocasión de haberse hundido un tramo de tierra junto a la Puerta
de Córdoba, un osario repleto de huesos de dimensiones sobrecogedoras.
Y es que este asunto de
los gigantes ha preocupado a la Humanidad desde el principio de los tiempos. En
todas las antiguas civilizaciones y en la totalidad de las religiones se recoge
la existencia de gigantes, diferenciándose unas de otras en las teorías
sobre su origen.
Esqueleto gigante encontrado en Wisconsin (EEUU) en 1.911. |
Presuntos restos de gigante descubiertos hace pocos años al norte de la India. |
Para unos, se tratarían
de hijos de Dios caídos (ángeles); según otros, hablaríamos de seres híbridos
entre ángeles caídos y hembras humanas, en tanto que los más conservadores sostienen que son
simplemente humanos de gran tamaño.
Sin ir más lejos, la
Biblia y otros textos sagrados (“La Epopeya de Gilgamesh” nombra a los annunaki en parecidos términos) hablan
en varias ocasiones de los nephilim o nefilim. Veamos algunas citas:
-
Génesis, 6:4. Y había gigantes en
la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se
unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron a luz hijos. Estos son los héroes de la
antigüedad, hombres de renombre.
-
Libro de Enoc (Biblia etíope), 15:3. ¿Por qué habéis
abandonando el cielo alto, santo y eterno, os habéis acostado con mujeres y
profanado a vosotros mismos con las hijas de los hombres y tomado esposas como
los hijos de la tierra y habéis engendrado hijos gigantes?
Estos textos mencionados
son anteriores al Diluvio Universal que, según los mismos manuscritos, habría
tenido lugar para eliminar a esta raza de nefilim
del mundo. Sin embargo, se sigue hablando de estos gigantes o titanes en
escritos posteriores al Diluvio:
-
Libro de los Números, 13:33. Vimos
a los gigantes —los anaquitas son
raza de gigantes—. Nosotros nos sentíamos como langostas delante de ellos, y
esa es la impresión que debimos darles.
-
Deuteronomio, 2:10 y 2:11. Los emitas habitaron en
ella antes, pueblo grande y numeroso, y alto como los hijos de Anac.
Por gigantes eran ellos tenidos también, como los hijos de Anac; y los moabitas
los llaman emitas.
-
Eclesiastés, 47:4. ¿Acaso, siendo joven (David), no mató a un
gigante y extirpó el oprobio del pueblo, cuando lanzó una piedra con la honda y
abatió la arrogancia de Goliat?
-
Libro de Baruc, 3:26, 3:27 y 3:28. Allí
nacieron los famosos gigantes de los primeros tiempos, de gran estatura y
expertos en la guerra. Pero no fue a ellos a quienes Dios eligió y les dio el
camino de la ciencia; ellos perecieron por su falta de discernimiento,
perecieron por su insensatez.
- Libro de la Sabiduría, 14:6. Así
también, al comienzo, cuando murieron los orgullosos gigantes, la esperanza del
mundo se refugió en un arca que, conducida por tu mano (Yahwéh), dejó al mundo
la semilla de una nueva humanidad.
La aparición en las redes
sociales desde hace pocos años de fotografías en las que aparecen esqueletos gigantes
ha disparado la curiosidad sobre estos míticos personajes. Algunas de ellas se
han mostrado en estas páginas y queda a juicio del lector considerar su
veracidad. Personalmente considero que todas estas imágenes modernas son
fotomontajes; investigando un poco más he llegado hasta el presunto origen, que
no sería otro que la página web Worth1000, en la
que los mejores artistas del PhotoShop muestran sus trabajos. Sin embargo, al
buscar en dicha página no aparece ninguna de estas fotografías, ni buscando
por IronKite (considerado el autor de las fotos), ni en una búsqueda genérica.
Comparativa de esqueletos encontrados o registrados a lo largo del tiempo. |
Otras
opiniones, más imaginativas, considera a estos gigantes como alienígenas que
han vivido entre los hombres (de ahí que se les considere “ángeles”,
procedentes del cielo), y a los que algunos atribuyen el origen de la Humanidad.
Todo lo
expuesto nos lleva a la siguiente conclusión: que cada uno piense lo que
considere oportuno, que a mí ya me duele la cabeza.
Calle Dolores Quintanilla, s/n.
Horario de visitas:
Días laborables: Sólo visitas concertadas
previa cita.
Sábados, domingos y festivos: 12,30 a 13,30 horas.
Precios: adultos, 2 €.
Niños, estudiantes, jubilados y grupos (+ de 25 personas), 1 €.
Interesante noticia y buena entrada bloguera.
ResponderEliminarCiertamente, al encontrarse grandes huesos en descampado o en subsuelo urbano, en la antigüedad y hasta el siglo XVIII, era más fácil creer en la existencia de gigantes míticos, bíblicos o legendarios muertos en excepcionales circunstancias que grandes o medianos animales prehistóricos muertos en circunstancias comunes
Y más creyendo, como creían en aquella época (y muchos todavía en la actualidad) que Dios creó el mundo hace 15.000-20.000 años.
ResponderEliminar