Antes que nada quisiera advertir que vamos a
hablar de la capilla del Dulce Nombre de Jesús, entre las calles Jesús de la
Vera-Cruz y Baños, donde reside la Hermandad de la Vera-Cruz. No confundir con
las capillas del Dulce Nombre de San Lorenzo o de la Magdalena, ni con la
iglesia de Santa Cruz (Mateos Gago).
La Muy Antigua, Siempre Ilustre, Venerable,
Pontificia, Real, Fervorosa, Humilde y Seráfica Hermandad y Archicofradía de
Nazarenos de la Santísima Vera-Cruz, Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y
Tristezas de María Santísima tuvo su primera sede en el convento de la Casa
Grande de San Francisco. Se fundó en el año 1.448, adquiriendo capilla propia
en dicha Casa Grande en 1.538. Durante los siglos XV, XVI y XVII fue una de las
hermandades más importantes de la ciudad.
En la actualidad, su sede canónica se encuentra
en la Capilla del Dulce Nombre
de Jesús, entre las calles Jesús de la Vera Cruz y Baños. La historia del edificio es
larga y compleja. En su solar se situaban unos baños árabes, considerados los
mayores de Al-Andalus, que en el repartimiento de Fernando III correspondieron a la segunda
esposa del monarca, al igual que el resto de los baños árabes de la ciudad.
En 1.542 se dedica el edificio al recogimiento “de mujeres de mala vida que de ella quisieran
arrepentirse”, recibiendo ya la actual denominación de “Dulce Nombre de Jesús”.
En 1.551 toma posesión del solar una congregación
de Madres Agustinas, que permanece en el lugar hasta las desamortizaciones del
siglo XIX, fecha en que son exclaustradas, debiendo trasladarse al convento de San
Leandro. Anteriormente, en 1.810, habían sufrido el expolio e incendio del
convento a manos de la tropas napoleónicas, como era preceptivo.
Una vez
desalojado el convento, el edificio se arrienda a vecinos, quedando la
iglesia abierta al culto, hasta que es suprimida por la Junta Revolucionaria
en 1.868. Un año después se vende a doña María del Amor Pérez de León, quien la
compra para establecer en dicho templo a la Cofradía del Amor. Previamente había comprado en
subasta pública la talla del Crucificado del Amor. Hay que reconocer que el año
de “La Gloriosa” fue de auténtica locura para los edificios religiosos de la
ciudad.
Sin embargo, la estrechez de la portada hacía
imposible la salida de los pasos, lo cual obliga a la hermandad a procesionar
desde la iglesia de San Gregorio. En 1.905, la junta de la hermandad decide
hacer obras que permitiesen la normal salida de la cofradía, pero los herederos
de doña María del Amor (sus cuatro sobrinos) se niegan, lo que obliga al
traslado de la corporación a la iglesia de santa Catalina, donde habían adquirido
capilla propia.
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Fachada de la capilla del Dulce Nombre, en la calle Jesús de la Vera-Cruz. |
Posteriormente son los dominicos los que ocupan el lugar hasta que, recuperado
su convento de la calle San Jacinto, en Triana, regresan a su lugar de origen.
Entonces se establece un cuartel de la Comandancia del Cuerpo de Ingenieros,
que permanece hasta 1.980.
La hermandad, entretanto, había ido languideciendo,
llegando en 1.924, encontrándose ubicada en la iglesia de San Alberto, a
entregar sus pertenencias a las autoridades eclesiásticas y desaparecer como
corporación. En 1.942, un grupo de jóvenes cofrades logra reactivar la
Hermandad de la Vera-Cruz bajo la advocación de Nuestra Señora de
los Dolores, trasladándose a la capilla del Dulce Nombre de Jesús y haciendo estación de penitencia en 1944.
Como curiosidad, comentar que la Hermandad de la
Vera-Cruz fue la primera de las hermandades de penitencia que permitió
procesionar a mujeres nazarenas, en 1.987.
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Atrio de la capilla. |
Paralelamente a
esta “mala vida” que sufrió el edificio durante casi siete siglos, los Baños de
la Reina Mora sobre los que se edificó recibieron aún peor trato. Después
detallaré los avatares, pero ahora quiero felicitar y agradecer a los miembros
de la Hermandad que cada mañana se ofrecen voluntarios de 11,00 a 13,00 horas para
mostrar y explicar tanto el patrimonio e historia de la capilla como de
los Baños, a los que se accede desde la misma. Amabilísimos e informadísimos,
estos hermanos ejercen su función de forma altruista, sin cobrar nada,
simplemente con el fin de aprovechar “el tirón” de los Baños para dar vida a su
corporación. Además, se ha editado un tríptico, diseñado por Gestionarte, que
se ofrece gratuitamente al visitante, en el que se detalla tanto la historia
como el contenido del templo, permitiendo identificar las muestras artísticas
que en él se contienen. Por si fuera poco, la capilla abre los 365 días del
año. Quien lo estime oportuno puede depositar un óbolo a la salida, sin obligatoriedad alguna. O sea, adaptarse a los tiempos que corren. Esperemos que cunda el ejemplo.
Pasemos ya al recorrido del templo. Desde el
exterior apreciamos que tras la cancela exterior accedemos a un patio, a modo
de atrio, en el que se encuentra la entrada a la capilla. En el muro izquierdo
podemos admirar dos retablos cerámicos de los titulares de la Hermandad, María
Santísima de las Tristezas y el Santísimo Cristo de la Vera Cruz, ambos de José
Contreras Carrasco, Cerámica Montalván, 2.007.
Cruzamos la sencilla portada, sobre la que se
sitúa la espadaña de una sola campana y, una vez dentro, apreciamos que estamos
en un templo de tres naves, separadas por arcos de medio punto sobre columnas
de mármol, siendo las naves laterales más bajas por estar sobre ellas las
antiguas tribunas desde donde asoman balcones con celosías, recordando su
carácter conventual. El intradós de cada arco está decorado por pinturas murales en perfecto estado. A los pies del templo se conserva la celosía de madera del
coro alto, en tanto que en el coro bajo se abre la sacristía, añadida al
edificio en los años ochenta, una vez construido en terrenos del convento un
edificio de viviendas.
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Bóveda de cañón de la nave central. |
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La bóveda, vista desde los pies de la nave del Evangelio. |
Comenzamos el recorrido por los pies de la nave
de la Epístola, es decir, que al entrar habremos girado a nuestra izquierda. Allí vemos un sencillo altar dorado que nos muestra la imagen de un Niño Jesús moderno, obra de Antonio
Eslava, de 1.963, que sigue las pautas del tallado por Martínez Montañés en
1.606 para la Hermandad Sacramental del Sagrario.
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Retablo del Niño Jesús. |
A su lado, ya en el muro, cuelga un lienzo que
representa El Bautismo de Cristo.
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El Bautismo de Cristo. |
Pasando la puerta de la Epístola, por la que
hemos entrado, llegamos al retablo de San Francisco de Asís, del siglo XVIII y estilo neoclásico, presidido por
una talla de tamaño natural del santo, con pinturas a sus lados de San
Sebastián (izquierda, mirando de frente) y San Roque (derecha).
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Retablo de San Francisco de Asís. Siglo XVIII. |
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Imagen de San Francisco. |
Más adelante, ya en la esquina
que forman la cabecera de la nave y el muro, hay dos nuevos lienzos: San Pedro, de José Contreras, en 1.865, y San Francisco de Asís.
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Cabecera de la Epístola. San Pedro y san Francisco de Asís. |
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San Francisco de Asís. |
Plantados ya ante el presbiterio, prestemos
atención al Retablo Mayor,
típicamente barroco y fechado a finales del siglo XVII. Se compone de mesa,
banco, un solo cuerpo de tres calles separadas por columnas salomónicas y
ático.
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Retablo Mayor. |
En el camarín central se nos presenta el Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, un crucificado sevillano anónimo de la primera mitad del siglo XVI. Se le
considera como la imagen más antigua que procesiona en la ciudad, a falta de datación, junto con el Santísimo Cristo de Burgos, residente en San Pedro. La figura mide
135 centímetros,
estando fijada con tres clavos al madero. Es de estilo gótico más que renacentista,
posiblemente relacionado con la escuela de Roque Balduque. Escoltan al crucificado dos ángeles portando faroles, tallados por Emilio Pizarro y
modificados por Castillo Lastrucci.
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Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, escoltado por dos ángeles. |
Todavía en el primer cuerpo, vemos en la calle
del Evangelio (la izquierda, mirando de frente), una talla de bulto redondo de San Agustín y, a la derecha, otra de Santa Rosa de Lima. Sobre ellos tenemos dos
relieves: San José (izquierda) y un Sanjuanito (derecha).
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Talla de San Agustín y relieve de San José con el Niño. |
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Talla de Santa Rosa y relieve de Sanjuanito. |
El ático es presidido por una pintura que
representa El descubrimiento de la Santa Cruz
por Santa Elena, madre del emperador
Constantino, a la que se considera descubridora
del Santo Madero. Esta tabla, realizada por Luis Rizzo en 1.988, oculta una
hornacina en la que se daba culto a una imagen de San José. A los lados
aparecen tallas de Santa Mónica y ¿San Agustín?, y dos medallones con figuras
de santos pintadas.
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El descubrimiento de la Santa Cruz por Santa Elena se representa en el ático del retablo. |
Los muros del presbiterio se decoran con una
serie de pinturas murales, que representan escenas relacionadas con la Orden Agustina y
que pueden fecharse en el siglo XVIII.
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Pinturas al fresco en los muros del presbiterio. |
No hay obstáculos para las personas con movilidad reducida en la visita a la capilla. En cambio, la visita a los Baños es imposible, de momento, por la presencia de la escalera de bajada a los mismos.
Buenas tardes. Me admira la belleza de todo el conjunto. Al ver los detalles, aunque sea sólo a través de las fotografías, invita a volver a entrar en esta iglesia.
ResponderEliminarYo sólo la visito en Semana Santa y, verdaderamente, es para detenerse y disfrutar de las bellezas que atesora. Enhorabuena por la labor divulgativa.
Es genial se supera cada vez más además hay datos que no conocía, cada día te supera mas.
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