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Arranque de la escalera a la primera planta. |
Ha llegado el momento de acceder a la primera planta, sede de la Real Academia de Bellas Artes de santa Isabel de Hungría. Subimos la espléndida escalera, con cúpula octogonal de decoración típicamente árabe y presidida por una réplica del cuadro de Murillo “Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos y dando de comer a los pobres” cuyo original vimos en la iglesia del Hospital de la Caridad.
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Bóveda octogonal de la escalera. |
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Detalle de la bóveda. |
Bajo el cuadro, encontramos el escudo de la Academia de Bellas Artes y a su lado una talla de la Virgen con el Niño.
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Virgen con el Niño. |
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Escudo de la Real Academia de Bellas Artes. |
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Santa Isabel de Hungría dando de comer a los pobres y curando a los tiñosos.
Copia del original de Murillo. |
Cuenta la leyenda que en una de las salas de este primer piso nació san Juan de Ribera (uno de los principales impulsores y el más firme abogado de la Contrarreforma y de la expulsión de los moriscos de España en 1.609.), hijo natural del primer Duque de Alcalá, don Per Enríquez-Afán de Ribera y Portocarrero (Perafán de Ribera), y de doña Teresa Pinelo.
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San Juan de Ribera, por Luis de Morales (cortesía de Wikipedia). |
Nuestra primera visita en esta planta será la Sala de Arte Oriental, con piezas del siglo XVIII en adelante, procedentes principalmente de China y Japón.
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Unas muestras del contenido de la Sala de Arte Oriental. |
Retrocedemos y, a través de una galería con vistas a un pequeño patio interior, llegamos a la sala de exposiciones temporales, denominada Sala Villegas. En esta ocasión, y hasta el 16 de diciembre de 2.011, se exponían pinturas acrílicas y acuarelas de Viola Araujo O’Reilly, con cuyo hermano, allí presente, estuvimos departiendo un buen rato.
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Cañada Real. Pedro Lobato Hoyos. Donación de la familia Bellver. |
Tras un breve vistazo al despacho del director de la institución desde la puerta (no se puede pasar al interior), pasamos ante la Sala de Juntas, presidida por una Inmaculada que está rodeada por retratos de los diferentes directores que ha tenido la Real Academia.
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Óleo en el muro izquierdo de la capilla. |
Nuestra siguiente parada es la Sala Martínez Montañés. No es de gran tamaño, pero contiene pinturas y algún bronce de gran interés, así como una espectacular araña de cristal, hermana de la de la sala vecina. Preside la sala un cuadro de gran formato del XVII duque de Alba, padre de la actual duquesa, doña Cayetana. También veremos, en el muro frente a la puerta, un retrato de la madre de Alfonso Grosso, firmado por el artista.
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Sala Martínez Montañés. |
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Don Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, XVII duque de Alba. Óleo de Fernando Álvarez de Sotomayor. Donación de la Fundación Casa de Alba. |
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Retrato de la madre de Alfonso Grosso, realizado por el propio artista. |
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Espléndida araña de cristal, hermana de la de la sala vecina. |
En la Sala Murillo, contigua a la anterior hay, nada más entrar a la izquierda, un óleo sobre lienzo de Picasso, así como el capote de paseo del torero “El Bala”, firmado y dedicado por el genial pintor malagueño. Un busto de yeso policromado de Bartolomé Esteban Murillo da nombre a la sala.
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Sala Murillo. |
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Negro Danger. Óleo sobre lienzo. Pablo Ruiz Picasso, 1.907. |
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Capote de paseo del torero "El Bala", dedicado, firmado y fechado por Picasso. |
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Busto de yeso policromado con la imagen de Bartolomé Esteban Murillo. |
La última sala visitable, y la de mayor tamaño de esta planta, es la Sala de Carlos III, con retrato de cuerpo entero del monarca, gran defensor de las artes y las ciencias.
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Retrato de Carlos III, quien da nombre a la sala. |
Tiene esta sala dos techos, uno moderno pero muy vistoso y otro, original, de estilo semejante a los ya vistos, separados por un arco. Las paredes están adornadas con cuadros de los directores de la Real Academia y, en la parte más antigua de la sala, en el lado contrario al retrato de Carlos III, encontramos una Inmaculada, escoltada por Murillo (izquierda) y Juan Valdés Leal (derecha).
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Biblioteca de la Planta Alta. |
Se trata, sin duda, de la visita más agradable de cuantas he realizado hasta ahora. La amabilidad de Simona, la buena sintonía con Jesús, el compañero de recorrido, y la suntuosidad del edificio, unidas a la magnífica conservación del mismo, hacen que sea uno de los atractivos más interesantes de nuestra ciudad de Sevilla. Además, no hay ningún tipo de restricciones para realizar fotografías y todo está perfectamente rotulado e identificado. Por cierto, y aunque sea a modo de anécdota, el folleto informativo que se entrega tras la compra de la entrada es de una calidad inesperadamente alta.
Tan solo lamentar que no se pueda subir al mirador renacentista de la segunda planta, cuyas vistas deben ser espectaculares.
¡Excelente articulo señor Pepe Becerra,, enhorabuena,,no deje nunca de publicarlos,,se disfruta muchísimo con ellos!.
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