Delimitada por la plaza de Doña Teresa Enríquez (“La Loca del
Sacramento”, que ya hemos nombrado en otras ocasiones) y las calles Miguel Cid,
Cardenal Cisneros y San Vicente, la iglesia de san Vicente tiene, como sucede
con tantos templos sevillanos, orígenes remotos y confusos. Según algunos
autores, en sus terrenos se alzaba una basílica visigoda fundada por el
arzobispo Evidio a comienzos del siglo IV d. C.
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Iglesia de san Vicente, mártir. |
Apoya esta creencia la leyenda
del rey Gunderico. Jefe de los vándalos asdingos, Gunderico fue vencido por
los suevos (aliados con el ejército romano) en la batalla de los montes
Nervasos, actual zona del Bierzo. La derrota obliga a Gunderico a dirigirse a
la provincia Bética, estableciendo su capital en Hispalis, desde donde
dominaban tierra y mar. Como era habitual en el pueblo vándalo, las tropas
procedieron al saqueo de la ciudad. Sin
embargo, y aquí entramos en terreno de leyenda, cuando llegó a la basílica
visigoda de san Vicente, donde se habían refugiado los ciudadanos
hispanorromanos, intentó entrar a caballo para apropiarse de los tesoros
religiosos. Sin embargo, su caballo se negaba a avanzar, siendo el vándalo
advertido que si lo hacía sería castigado por Dios. Consiguió obligar a su
caballo, pero en el momento en que traspasó la puerta del templo, un demonio se
apoderó de él y le dio muerte entre horrorosos tormentos. Otra versión sostiene
que fue un rayo el que le alcanzó, dejándolo completamente carbonizado.
Este suceso es recogido por una lápida colocada en el muro exterior
de la iglesia, en la cual se afirma, igualmente, que en este templo tuvo lugar
“el feliz tránsito del egregio doctor y arzobispo de Sevilla san Isidoro”.
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Lápida que recuerda el Tránsito de san Isidoro y la leyenda del rey Gunderico. |
San Vicente (finales del siglo III-304 d.C.) era el diácono de san
Valero, obispo de Zaragoza, el cual sufría de un defecto en el habla, por lo
que el diácono era el encargado de realizar las prédicas. Decretada la
persecución cristiana el año 303 por el gobernador Daciano, ambos fueron detenidos
y trasladados a Valencia. San Valero fue desterrado, en tanto que el diácono sufrió
un tormento particularmente brutal. Fue sometido a la catasta, una cruz en
forma de aspa a la que se ataba el preso para ir separando a continuación los
brazos de la cruz y descoyuntar las articulaciones. Se le azotó y después se le
desgarró el cuerpo con garfios de acero. Más tarde fue desollado y colocado
sobre una parilla al rojo. Aún vivía cuando se le abandonó en una mazmorra, en
la que se transfiguró. Los carceleros, al ver el prodigio, se convirtieron a la
fe cristiana, pero el mártir falleció poco después. Su cuerpo fue tirado a un
basurero, apareciendo un águila (otros dicen que un cuervo) que defendió sus
despojos de los carroñeros. Viendo que no se deshacían del cadáver, lo
amarraron a una rueda de molino, siendo arrojado al río Turia,,, que devolvió
sus restos a la orilla. Finalmente, recibió sepultura a las afueras de
Valencia, siendo trasladado más tarde a Lisboa, en cuya
catedral reposan sus restos. Como vemos, el pobre de san Vicente se ganó a
pulso los galones de santo.
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San Vicente. Óleo sobre madera de estilo bizantino. Bernardo de Aras, siglo XV. Museo de Huesca. |
La parroquia de san Vicente fue instituida por Fernando III tras la
conquista de la ciudad, aprovechando para ello el edificio de una mezquita,
tras la necesaria consagración al culto cristiano. La iglesia actual se
construyó en la primera mitad del siglo XIV, aunque ha sufrido diversas
reformas y restauraciones a lo largo de los siglos; así, tras el terremoto de
Lisboa, en 1.755, se reparó la torre, se cegó la puerta principal y se
construyó la Capilla Sacramental. También sufrió añadidos en 1.844-45, años en
los que realizaron dos capillas neogóticas en los pies de las naves laterales,
que fueron suprimidas en la restauración de 1.990.
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La iglesia, vista desde la estrecha calle san Vicente. |
Del templo primitivo se conservan las pilastras cuadradas que
soportan los arcos apuntados que separan las tres naves de la iglesia, así como
la capilla de la Hermandad de las Siete Palabras y las cubiertas mudéjares del
templo.
La portada principal de la iglesia, situada en la calle san
Vicente, fue recuperada en la última restauración antes mencionada. Es de claro
estilo gótico, con arquivoltas apuntadas, realizada en piedra noble, sin más
adornos ni figuras. El resto de la fachada presenta un revoque de color
amarillo albero, con tres óculos en la parte superior.
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Fachada principal (calle San Vicente). |
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Portada principal. |
Junto a la portada principal se sitúa la torre, con dos cuerpos, el
primero dotado de ventanas y el segundo de arcos de medio punto, en los que se alojan las campanas. Está rematada por un chapitel ochavado, adornado con
azulejos azules y blancos, rematado con una veleta en la que aparece el cuervo asociado al santo.
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Torre de la iglesia de san Vicente. |
En la calle Cardenal Cisneros se sitúa la portada de la Epístola,
usada habitualmente como acceso a la iglesia. Es de estilo renacentista,
fechada en 1.559. Un amplio arco de medio punto está enmarcado por dos
pilastras jónicas acanaladas que sostienen un dintel con la leyenda tallada
“DOMUS DEI ET PORTA CELI” (Casa de Dios y Puerta del Cielo). Sobre él, un
frontón cerrado con un relieve del Padre Eterno en su interior, coronando el
conjunto tres jarrones tallados en la piedra.
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Fachada del templo a la calle Cardenal Cisneros. |
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Portada de la Epístola. |
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Tímpano de la portada. |
A la izquierda de esta portada, mirando de frente, vemos un retablo
cerámico que representa a Nuestro Padre Jesús de las Penas, realizado por
Manuel García Montalbán en 1.927. Al otro lado, una lápida de mármol en la que
se narra el Tránsito de san Isidoro y la muerte del rey Gunderico en su intento
de asaltar la iglesia. También a este lado se instaló en 2.007 un retablo
cerámico, pintado por Isabel Ledo, que nos muestra los titulares de la
Hermandad de las Siete Palabras.
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Retablo cerámico de Nuestro Padre Jesús de las Penas. |
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Retablo cerámico de los titulares de la Hermandad de las Siete Palabras. |
La portada que nos queda, la del Evangelio, es bastante más pequeña
y sencilla, construida en ladrillo rojo. Su arco de medio punto se abre a la
plaza de Doña Teresa Enríquez, antigua del Cincinato. En el centro de la plaza
se yergue una cruz de alabastro, datada en 1.582 según leemos en su
base, que durante los años del “boom” automovilístico tuvo que ser retirado de
su lugar por miedo a los desperfectos. Convertida la plaza en peatonal, se
volvió a instalar, rodeado de una pequeña cerca y unos setos recortados. La cruz señalaba la existencia del cementerio parroquial, que se encontraba en los terrenos actuales de la plaza.
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Ventana de la Capilla Sacramental. |
También en esta fachada de la iglesia se sitúa la Casa de Hermandad
de las Siete Palabras y un azulejo dedicado por las Hermandades Sacramentales
de la ciudad a doña Teresa Enríquez.
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Casa de Hermandad de las Siete Palabras. |
Visto el exterior, pasamos al templo y nos situamos a los pies de
la nave central. Vemos que consta de las tres habituales naves, de cuatro
tramos, más ancha la central, separadas por arcos ojivales apoyados sobre
pilastras cuadradas, con techo de madera estilo mudéjar, de par y nudillo con
tirantes, en la nave central y de colgadizo en las laterales. El amplio
presbiterio, con dos tramos, se separa del resto del edificio por un gran arco
toral, estando cubierto por bóveda de crucería.
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Vista general desde los pies de la iglesia. |
Terminamos aquí la primera parte de nuestro recorrido por el templo de san Vicente.
Hay un escalón de unos cinco centímetros a la entrada del templo.
esta iglesia me trae muchicimos recuerdo pues ahi me baustisaron y me casé
ResponderEliminarRafael
Yo hice la primera comunión y me casé …soy Jorge
EliminarEs la parroquia de mi feligresía y le tengo un gran cariño alli se casaron mis padres, y nos bautizamos algunos de mis hermanos
ResponderEliminarDesconocia tanta historia y leyendas de mi parroquia
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