En la entrada correspondiente al Hospital de los Venerables ya hablábamos de la amistad entre don Justino de Neve y Bartolomé Esteban Murillo. Ahondemos ahora en la biografía de don Justino.
De padre sevillano, y madre malagueña, Justino de Neve y Chaves fue
bautizado en 1.625 en la parroquia de san Bartolomé. Ilustre personaje,
tanto dentro de la iglesia como en la sociedad sevillanas, llegó a ser canónigo de la catedral,
presidente de las capillas, impulsor de la reconstrucción de la iglesia de
santa María la Blanca, juez de Cruzada y diputado para las fiestas de la
canonización de san Fernando. Fue, además, el promotor del restablecimiento de
las hermandades de las Doncellas, de la catedral, y de la cátedra de San Pedro,
en santa María la Blanca.
Cartel anunciador de la Exposición. |
Sin embargo, su principal a la ciudad fue la fundación del Hospital de los Venerables Sacerdotes, cuyo fin era el acogimiento y cuidado de los sacerdotes jubilados y/o enfermos, que en aquella época quedaban desprotegidos al retirarse del sacerdocio, viviendo a expensas de la caridad de los fieles.
El canónigo era íntimo amigo y confesor de
Murillo, cuando éste ya era considerado el mejor pintor de la escuela sevillana
de pintura. Recibió importantes encargos de don Justino: obras para la iglesia de
santa María la Blanca, para el Hospital de los Venerables, para la Sala
Capitular de la catedral (ocho medallones de santos hispalenses y una
Inmaculada) y, sobre todo, El Bautismo de Cristo y La Visión de san Antonio, enmarcados
en un retablo de Bernardo Simón de Pineda situado en la capilla de san Antonio
de la catedral hispalense. Además, adquirió una cierta cantidad de obras para
su colección personal.
La amistad del pintor y el canónigo era pues
mayor que la de un simple intercambio comercial, hasta el punto de que Murillo
nombró a Justino como su albacea testamentario, pintando un retrato de su amigo
en 1.665, en el que figura la inscripción Obsequium desiderio pingebat (pintado
con el deseo de regalarlo).
A lo largo de los años, muchas de estas obras que
relacionaban al genial Murillo con el piadoso Justino fueron desperdigándose
por todo el mundo, unas veces por expolio (¡ay, Soult, quien te pillara!) y
otras por ventas forzadas por las dificultades económicas. De ahí la importancia de esta exposición, que nos permite ver
en un mismo lugar las obras de arte que constituyeron el trasfondo de la
amistad entre estos dos personajes tan influyentes en su tiempo y en la
Historia del Arte.
La Exposición «Murillo y Justino de Neve. El arte
de la amistad» consta de diecisiete obras de artista sevillano, pintadas en su
época de mayor esplendor, la década 1.660-1.670. Habría que hacer la aclaración
de que, en Sevilla, tan solo se expondrán dieciséis, quedando sin
mostrarse el lienzo El patricio
revelando su sueño al Papa Liberio (una auténtica pena) por falta de espacio en el Hospital de los
Venerables.
Fachada del Hospìtal con el cartel Anunciador de la Exposición. |
Intentaré reproducir las obras en el orden en que están expuestas (si la memoria no me falla), basándome en imágenes de otras personas, ya que en la visita está absolutamente prohibido realizar fotografías. La sala en la que se sitúan las obras, antigua Enfermería Baja del hospìtal, (con la excepción de la Inmaculada, que está en la iglesia), normalmente cerrada al público, es rectangular, de buen tamaño, dividida longitudinalmente por seis arcos de medio punto, adornados con yeserías con motivos vegetales y frutas, y sustentados por columnas de mármol blanco. El techo muestra multitud de vigas de madera talladas.
Óleo sobre tela, 206 x 129.5 cm . 1.665. Londres, The
National Gallery, London. Bought, 1.979.
El clérigo aparece sentado en un sillón de
terciopelo rojo, junto a una mesa en la que contemplamos un libro, un reloj y
una campanilla. Una perrilla con un lazo rojo acompaña al canónigo,
simbolizando la fidelidad. Don Justino dirige su inteligente mirada al
espectador, centrando el pintor su atención sobre el rostro del retratado que
ha sido iluminado por un potente foco de luz. Un fondo arquitectónico con un
amplio cortinaje rojo cierra la escena, otorgando sensación de profundidad a
través de la balaustrada que se abre a un paisaje. El escudo de armas del
canónigo se representa en el pilar del fondo. Las tonalidades negras del hábito
aportan mayor solemnidad a la composición, creando un efecto vaporoso que recuerda
a Van Dyck.
Óleo sobre tela, 122 x 107 cm h. 1.670 – 1.673. Londres,
The National Gallery. Bought, 1.953. Inscripción: Bart. Murillo seipsum
depin/gens pro filiorum votis acpreci/bus explendis. En este cuadro, pintado
por deseo de sus hijos, Murillo se autorretrató dentro de un marco ovalado con
molduras apoyando en él una mano para reforzar el efecto naturalista del
trampantojo y acompañado por algunos instrumentos propios de su profesión, en
una demostración de orgullo por la posición social alcanzada con su oficio solo
comparable en la pintura española al autorretrato de Velázquez en Las meninas.
Es el único cuadro de la exposición que se
conserva en la ciudad de Sevilla, concretamente en el ático del retablo de la
capilla de san Antonio o del Bautismo, en la catedral, precisamente el lugar
para el que fue encargado.
Óleo sobre tela, 165 x 251 cm . Oxfordshire, Faringdon
Collection, Buscot Park.
Gemelo del anterior, era la otra pintura que
ocuparía el luneto de las naves laterales. Igualmente ha sido restaurado para
la colección. Fue recortado en los laterales por Soult.
Óleo sobre tela, 232 x 522 cm . 1.662 – 1.665. Madrid,
Museo Nacional del Prado.
Conjunto pictórico que representa el origen milagroso de la fundación de Santa Maria Maggiore de Roma. Fueron encargados para la iglesia sevillana de santa María la Blanca, remodelada a partir de 1.662 bajo la directa supervisión de Justino de Neve, y concebidos como programa de exaltación mariana que desarrolló la bula papal de 1.661 sobre el misterio de la Inmaculada Concepción. El marco en el que se representan la traza y el alzado de la iglesia romana son franceses, posteriores a su expolio.
Conjunto pictórico que representa el origen milagroso de la fundación de Santa Maria Maggiore de Roma. Fueron encargados para la iglesia sevillana de santa María la Blanca, remodelada a partir de 1.662 bajo la directa supervisión de Justino de Neve, y concebidos como programa de exaltación mariana que desarrolló la bula papal de 1.661 sobre el misterio de la Inmaculada Concepción. El marco en el que se representan la traza y el alzado de la iglesia romana son franceses, posteriores a su expolio.
El sueño del patricio Juan muestra la aparición de la Virgen al patricio y a su esposa mientras duermen, momento en el que María les encomendó que levantasen una gran iglesia bajo su advocación en el monte Esquilino con la planta diseñada por una milagrosa nevada.
El sueño del patricio Juan. Cortesía de www.foroxerbar.com. |
El patricio revelando su sueño al papa Liberio.
Óleo sobre tela, 232 x 522 cm . 1.662 – 1.665. Madrid,
Museo Nacional del Prado. No ha sido posible mostrarlo en los Venerables por falta de espacio físico.
El patricio revelando su sueño al papa Liberio. Cortesía de www.foroxerbar.com. No expuesto en esta muestra. |
El triunfo de la Inmaculada Concepción.
Óleo sobre tela, 172 x 298 cm . 1.665. París, Musée
du Louvre, Département des Peintures. Colección Soult. Acquis en 1817.
Fue uno de los dos lunetos más pequeños que
Justino de Neve encargó a Murillo para la decoración de las naves laterales de
santa María la Blanca. Ha sido restaurado expresamente por el Museo del Prado
para su exposición en esta muestra. También f ue recortado en los laterales por los franceses.
Óleo sobre tela, 165 x 106 cm . 1.660 – 1.665. Londres,
The National Gallery. Bought, 1.840.
El San Juanito aparece sentado sobre una piedra,
llevándose la mano derecha al pecho en señal de penitencia y dirigiendo la
mirada hacia el cielo de donde le llega una rayo de luz. A su lado encontramos
el Cordero que simboliza a Cristo. Las figuras aparecen ante un fondo de
paisaje.
Al igual que el Buen Pastor Niño, la composición se estructura con una
pirámide mientras que diversas diagonales dotan de mayor ritmo al conjunto. La
atmósfera conseguida gracias a la luz y el color son una muestra clara de la
admiración de Murillo por los maestros venecianos. La pincelada es rápida
y diluida cercana al estilo de Velázquez.
San Juan Bautista Niño. Cortesía de Wikipedia. |
Vienen a continuación tres pinturas de bastante
menor tamaño, que tienen la curiosidad de haber sido realizada sobre obsidiana,
una piedra volcánica procedente de Méjico y proporcionada a Murillo por el
propio Justino de Neve, quien tenía negocios en aquellas tierras.
La oración en el huerto.
Óleo sobre obsidiana, 35.7 x 26.3 cm . París, Musée du
Louvre, Département des Peintures.
Óleo sobre obsidiana, 33.7 x 30.7 cm . París, Museo del
Louvre.
Óleo sobre obsidiana, 38.1 x 34.1 cm , h. 1.665-70.
Houston, The Museum of Fine Arts, The Rienzi Collection.
Óleo sobre tela, 212 x 155 cm . Colección
Particular.
Expoliado por las tropas francesas de su
emplazamiento en el Hospital, al que fue donado por Justino de Neve,
ahora vuelve a la luz desde una colección privada británica que ha sido muy
difícil de localizar. El rastro de este San Pedro había
prácticamente desaparecido hasta que en los años 70 del pasado siglo, el gran
especialista en Murillo, Diego Angulo, lo reprodujo en una fotografía en blanco
y negro que ahora se conserva en el archivo de la Fundación Focus-Abengoa.
"Gracias a esa valiosa información nos pusimos a buscarlo y lo hemos
localizado en una colección particular que lo ha cedido para la exposición del
Prado, de modo que ha podido incorporarse al catálogo científico", detalla
Gabriele Finaldi, comisario de la exposición y director adjunto del Museo del
Prado.
Miniatura al óleo sobre cobre ovalado, pintado
por ambas caras, 5.8 x 4.8 cm ,
h. 1.670 – 1.680. Madrid, Galería Caylus. Se encuentra en una pequeña vitrina situada en uno de los lados
de la sala. Su pequeño tamaño, el vidrio que los recubre y la argollita de la
parte superior del óvalo, hace pensar que se pintaron para ser llevadas
colgadas del cuello. Justino de Neve poseía cuatro de ellos en el momento de su
fallecimiento.
Óleo sobre tela, 219 x 182 cm . 1678 – 1679.
Budapest. Museo de Bellas Artes. Szépmüvészeti Múzeum.
Óleo sobre tela, 120.7 x 98.3 cm . 1.665 – 1670.
Londres, Dulwich Picture Gallery.
Óleo sobre tela, 102 x 81.5 cm , h. 1.640 – 1.650.
Edimburgo, National Galleries of Scotland Purchased with the assistance of the
Art Fund, 1999.
Terminado el recorrido por esta sala, tan solo nos queda por visitar la obra cumbre de la Exposición, que no es otra que La Inmaculada Concepción de los
Venerables.
Verano (Hombre joven con cesta de frutas). Cortesía de www.foroxerbar.com. |
Óleo sobre tela, 274 x 190 cm , h. 1678. Madrid,
Museo Nacional del Prado. Marco original de la obra perteneciente al Museo Nacional del
Prado, dorado al agua y estofado sobre madera , 349 x 265 x 40 x 25 cm , siglo XVII. Sevilla,
Arzobispado de Sevilla (depositado en la iglesia del Hospital de los Venerables). Fundación Focus-Abengoa,
Hospital de los Venerables, Sevilla.
Difícilmente podemos encontrar en la historia de la pintura universal imágenes más populares y reproducidas que las Inmaculadas de Murillo. El fervor mariano existente en España motivó la realización de un gran número de Inmaculadas, destacando también las de Zurbarán, Ribera o el propio Velázquez. Pero será Murillo, con esa gracia especial que tienen sus Vírgenes, quien las inmortalice. La conocida como Inmaculada Concepción de los Venerables fue robada por el mariscal Soult durante la invasión napoleónica, que se la quedó (con otras muchas obras) en propiedad para exorno de su mansión parisina. A la muerte de Soult, sus herederos la vendieron en pública subasta en 1.852 alcanzando un remate de 615.300 francos oro, cifra que pagó el museo del Louvre y que era en aquellos momentos la cantidad más elevada jamás pagada por una pintura. Llegó a Madrid en 1.941 gracias a un intercambio, en el que el museo del Prado cedió un excepcional retrato de Doña Mariana de Austria, de Velázquez, a cambio de la Inmaculada.
Difícilmente podemos encontrar en la historia de la pintura universal imágenes más populares y reproducidas que las Inmaculadas de Murillo. El fervor mariano existente en España motivó la realización de un gran número de Inmaculadas, destacando también las de Zurbarán, Ribera o el propio Velázquez. Pero será Murillo, con esa gracia especial que tienen sus Vírgenes, quien las inmortalice. La conocida como Inmaculada Concepción de los Venerables fue robada por el mariscal Soult durante la invasión napoleónica, que se la quedó (con otras muchas obras) en propiedad para exorno de su mansión parisina. A la muerte de Soult, sus herederos la vendieron en pública subasta en 1.852 alcanzando un remate de 615.300 francos oro, cifra que pagó el museo del Louvre y que era en aquellos momentos la cantidad más elevada jamás pagada por una pintura. Llegó a Madrid en 1.941 gracias a un intercambio, en el que el museo del Prado cedió un excepcional retrato de Doña Mariana de Austria, de Velázquez, a cambio de la Inmaculada.
Autor de numerosas Inmaculadas, en los últimos años de su vida Murillo crea una fórmula ideal en la que aparece la Virgen vestida de blanco y azul, con las manos cruzadas sobre el pecho, pisando la luna y con la mirada dirigida al cielo, con un claro impulso ascensional, muy barroco, que coloca a la figura de María en un espacio habitado de luz, nubes y ángeles, y que sirve para aunar dos tradiciones iconográficas: la de la Inmaculada propiamente dicha y la de la Asunción. La pincelada suelta y enérgica, la composición helicoidal, el uso de la luz y la sensación de movimiento que emana de la obra, hacen de ella un extraordinario ejemplo del arte barroco.
Está expuesta en la iglesia del hospital, su lugar primitivo, en el retablo tallado por Bernardo Simón de Pineda en 1.698, con su marco original y bajo las delicadas celosías de Francisco Barahona.
Está expuesta en la iglesia del hospital, su lugar primitivo, en el retablo tallado por Bernardo Simón de Pineda en 1.698, con su marco original y bajo las delicadas celosías de Francisco Barahona.
Retablo de la Inmaculada Concepción de la iglesia de los Venerables. |
Inmaculada Concepción. Bartolomé Esteban Murillo, 1.678. |
Con esta magnífica vista termina la exposición,
aunque no dejo de recomendar a quien no haya visitado anteriormente el hospital
que lo recorra en su totalidad, incluida la primera planta.
Hay una decena de escalones para acceder desde el
Apeadero a la planta baja, y bastantes más para acceder a la planta superior.
No he visto ascensor.
Estupendo Post, Muchas Gracias
ResponderEliminarGracias a ti por comentar.
EliminarUn saludo.