Quien venga desde la
Glorieta del Cid hacia el Puente de Los Remedios por la avenida de María
Luisa encontrará, en la Glorieta de los Marineros Voluntarios, un
pequeño edificio con forma de castillo, con torrecillas redondeadas, rematado
con minúsculas almenas.
Está construido con
ladrillos bicolores que forman franjas en tonos albero y almagra, tan típicos
de nuestra ciudad.
Este pabellón estuvo
dedicado hasta hace poco por la Oficina Municipal de Turismo,
encontrándose actualmente desocupado, pues el Consistorio municipal eliminó
esta función y lo ofreció en concurso, que ha quedado desierto por falta de
ofertas.
Sin embargo, el motivo de
escribir estas líneas no es solo detallar la historia de esta coqueta
construcción de más de un siglo de antigüedad, sino también relatar la
romántica leyenda que lo acompaña (y aquí sí que tenemos que hablar de leyenda
y no de hechos reales).
En 1.850 habían llegado a
Sevilla para instalarse a vivir en nuestra ciudad, los Duques-Infantes de Montpensier,
don Antonio de Orléans y doña María Luisa de Borbón. Adquirieron
para su residencia el que había sido edificio de la Escuela de Náutica de San
Telmo, que se encontraba en situación de abandono tras la merma de la extensión
del imperio.
Comprado el palacio, los
duques de Montpensier lo embellecieron y enriquecieron, añadiéndole a la
fachada que da hacia la Fábrica de Tabacos (hoy Universidad), una
hilera de doce estatuas, colocadas sobre la balaustrada de su terraza, que
fueron realizadas por el más afamado escultor de la ciudad en esa época,
Antonio Susillo. Colocándonos frente a este costado verá, de izquierda a
derecha, a los siguientes Personajes Ilustres de Sevilla: fray Bartolomé
de las Casas, Afán de Ribera, Murillo, Arias Montano, Daoiz, Herrera, Ortiz de
Zúñiga, Lope de Rueda, Miguel Mañara, Velázquez, Ponce de León y Martínez
Montañés (y no Montañez, como reza equivocadamente en la peana).
El palacio de San Telmo
fue completado por los duques con el enorme jardín de dieciocho hectáreas de
superficie, que más tarde fue legado a la ciudad para formar el Parque de María
Luisa. Estaba rodeado de un alto muro, casi una muralla, en una de cuyas esquinas,
a la altura de actual la glorieta de Marineros Voluntarios, se situaba el
pabellón que hoy visitamos.
En un lateral de este
muro, cercano a la esquina de la fachada principal y mirando hacia la dehesa de
Tablada, existía un portón por que el que entraban los carros que avituallaban
a los habitantes del palacio. Por esa misma puerta, igualmente, salían de
cacería el duque y sus acompañantes, siendo, asímismo salida natural para
el embarcadero del Guadalquivir, en el muelle que había en lo que entonces se
llamaba Paseo de la Bella Flor, actual Paseo de las Delicias
Por ser tan importante
esa puerta, se construyó junto a ella un pabellón que servía como Cuerpo de
Guardia, en la época en que residía Sevilla la reina Isabel II, hermana de la
duquesa, o su madre, la anciana doña María Cristina, quien años atrás había
sido reina regente. Cuando no había guardia militar, el pabelloncito servía
para estancia de los guardabosques.
Los duques de Montpensier
tuvieron un hijo al que llamaron Felipe, que falleció a corta edad, y una hija,
Merceditas, que a los quince años se crio en el palacio y los jardines de
San Telmo. Sin embargo, Merceditas era delicada y muy pálida, como una figurita
de porcelana. El médico de palacio, el doctor Azopardo, se preocupaba
enormemente cada vez que la niña cogía un catarro.
Retrato de doña María de las Mercedes. José Denis Belgrano, 1879. Museo del Patrimonio Municipal de Málaga. |
Alfonso XII. Óleo de Marcos Hiráldez de Acosta. Academia de Bellas Artes de san Fernando, Madrid. |
El duque de Montpensier
tenía elevadas aspiraciones políticas y era un conspirador contumaz, así que
cuando la situación del país comenzó a hacer peligrar el trono de Isabel II,
hizo lo imposible por hacerse dueño de la situación y ser nombrado rey. Sin embargo,
tuvo lugar una desgracia que hizo imposible esta aspiración. Don Antonio de
Orléans, duque de Montpensier, el más lógico candidato al trono de España,
malogró sus aspiraciones a causa de un desafío que tuvo con su primo, Enrique
de Borbón, duque de Sevilla, a cuenta de unos escritos que este había publicado
en contra de su pariente.
El duelo se llevaría a
cabo en el barrio de la Fortuna, zona de Leganés. Las reglas que habían pactado
establecían que dispararían alternativamente hasta que apareciese la primera
sangre. Tras dos dispararon en los que ambos contendientes fallaron, el tercer
tiro fue fatal, ya que el de Montpensier alcanzó en la frente al duque de
Sevilla, matándolo en el acto. Como capitán general del ejército español que
era en ese momento, sufrió un consejo de guerra en el que consideró que la
muerte del duque de Sevilla había sido fruto de un accidente, siendo condenado
el duque de Montpensier a un mes de arresto.
Este suceso incapacitaba
a don Antonio de Orleáns para ser rey de España, porque al haber matado en
duelo a su primo, había quedado excomulgado, y el Papa no podía reconocer como
rey católico a una persona en dicha situación. Así que los generales del
triunvirato militar que gobernaba provisionalmente el país, tras el
destronamiento de Isabel II, los generales Prim y Serrano y el almirante
Topete, no pudieron ofrecer la corona al duque de Montpensier, y tuvieron que
buscar un nuevo rey para España, fuera de nuestras fronteras, en la persona de
Amadeo de Saboya. No acató esta decisión el de Orléans, negándose a jurar
obediencia al nuevo rey, Amadeo de Saboya, lo que provocó su expulsión del
ejército.
Antonio de Orléans, duque de Montpensier, retratado por Francisco Javier Winterhalter en 1.844. (Wikipedia). |
La infanta María Luisa Fernanda de Borbón, esposa del duque de Montpensier. Federico Madrazo, mediados del siglo XIX. (Wikipedia). |
El duque de Montpensier,
no se dejó abrumar por el desaliento, sino que en su salón del Palacio de san
Telmo, la Corte Chica como se le conocía en toda España, dijo estas
palabras con acento profético.
- Yo no seré rey, pero de
todas formas, mi hija sí será reina.
Y desde ese mismo día,
don Antonio empezó a conspirar para conseguir la renuncia al trono a Amadeo I
de Saboya, el cual hubo de abdicar apenas dos años después del inicio de su
reinado, después de formar seis gabinetes de gobierno sucesivos. La gota que
colmó el vaso fue el asesinato del general Prim. Estudios recientes de don
Antonio Pedrol Rius han demostrado que fue el duque de Montpensier quien
financió (al igual que hizo con la revolución La Gloriosa), de acuerdo con
el general Serrano, el republicano José Paúl y Angulo y nueve personas más, el
asesinato de Prim, acérrimo enemigo del duque. Entonces don Antonio alentó al
general Martínez Campos para que restaurase la dinastía de Borbón, poniendo en
el trono al joven don Alfonso XII. Y después de ese paso, doña María Luisa
se encargaría de que el joven rey tomase por esposa a Merceditas de Montpensier.
El general Prim, asesinado por orden del duque. Retrato realizado por Luis de Madrazo. (Wikipedia). |
Todo salió tal como los
duques lo habían preparado. Alfonso XII fue rey, vino a Sevilla en primavera, y
el perfume de los claveles, el rumor del río, las alegres mañanas de excursión,
las emotivas procesiones de la Semana Santa, con olor a incienso y a azucenas,
todo se conjuró bajo el clarísimo cielo de Sevilla, para que el joven Alfonso
XII se enamorase de su prima, y decidiera casarse con ella.
Portada barroca del palacio de San Telmo, residencia de los duques de Montpensier. |
Durante sus estancias en
Sevilla, Alfonso XII vivía en el Alcázar, residencia real. Por la mañana, los
días que no estaba previsto ir a San Telmo, se quedaba en su despacho del
Alcázar recibiendo comisiones oficiales o estudiando negocios del Estado con sus
ministros. Pero invariablemente a las doce menos cuarto interrumpía su trabajo,
porque era la hora de su ejercicio de equitación. Montaba un caballo, y salía
por el postigo del Alcázar, que daba a la Huerta del Retiro y al
Prado de San Sebastián. Pero en vez de pasear por el terreno que su profesor de
equitación le había señalado, el joven rey daba la vuelta por las tapias de San
Telmo y acudía al pabellón, donde Merceditas solía estar cosiendo. El rey
pasaba apenas cuatro o cinco minutos junto a su prima, sentados en la salita de
costura, bajo la mirada siempre desconfiada y autoritaria de la vieja aya, que
tosía impertinentemente, si el rey se atrevía a "propasarse" cogiendo
una de las blancas manos de su prima.
Inmediatamente Alfonso
tenía que montar otra vez a caballo y regresar al Alcázar porque el cuarto de
hora de equitación había terminado y a las doce ya tenía citada audiencia
oficial en el Salón de Embajadores. Merceditas, ilusionada y enamorada, se
cosió en ese pabelloncito de guardabosques gran parte de su propio
ajuar como cualquier muchacha casadera de su época.
Y por fin se casaron.
Pero duró poco la felicidad de la luna de miel, porque Merceditas, al poco
tiempo de llegar a Madrid empezó a toser y toser. Los médicos se alarmaron, y
para quitarla del frío del viejo Palacio de Oriente, la mandaron a reponerse a
Sevilla. Aquí estuvo una temporada, intentando que el sol de Andalucía templase
el frío de la muerte que poco a poco se la iba metiendo en los huesos.
Merceditas salía del
Palacio en las mañanas de sol, apoyada en el brazo de su aya, y se iba al
costurero, donde intentaba distraerse cosiendo. Pero en vano, porque su corazón
estaba lleno de tristeza, pensando en que pronto iba a dejar solo a su amado Alfonso.
Cuando, desesperado, Alfonso XII ve que su esposa no mejora en Sevilla, la
lleva a Sanlúcar de Barrameda, pero lo que no había logrado el sol sevillano
tampoco lo consigue la brisa del mar. Merceditas, más pálida que nunca,
arrebujada en una manta de piel, tiritando, regresa a Madrid, donde tiene ya
fijada su cita con la muerte.
El último lugar de
Sevilla que quiso ver, al paso hacia Madrid, fue su casita del guardabosque, el
rincón donde desde niña se había sentido más dueña de su intimidad, donde había
soñado y donde había amado. Ese pabelloncito de los jardines, donde termina San
Telmo y empieza el Parque de María Luisa, que desde entonces se llama “El
Costurero de la Reina”.
La trágica historia de
amor inspiró el famosísimo Romance de la reina Mercedes, compuesta
por Quintero, León y Quiroga y cantada por grandes intérpretes de la
copla, como Concha Piquer o Marifé de Triana, entre otras. Aquí dejo un vídeo con la versión de Marifé:
buenas fotos
ResponderEliminarGracias, Guillermo. Estoy intentando que todas las fotos del blog sean mías, aunque me lleve meses.
ResponderEliminarEs este uno de los blogs mas interesantes, amenos y bien hechos que he encontrado....felicitaciones al autor!!
ResponderEliminarun pequeño detalle:
"la reina doña Isabel II, prima de los Montpensier"
La reinba Doña Isabel era hermana de la duquesa de Montpensier y por tanto no prima, sino cuñada del Duque.
Efectivamente tienes razón, kalistenes, se me ha ido la olla con tanta endogamia. María Luisa Fernanda e Isabel II eran hermanas y sus hijos respectivos, María de las Mercedes y Alfonso XII, primos por lo tanto. Además, para liar aún más la cosa, la reina Isabel II y su marido, Francisco de Asís de Borbón también eran primos. Y para terminar de embrollarlo todo, los matrimonios de las dos hermanas se celebraron simultáneamente en Madrid, el 10 de octubre de 1.946.
ResponderEliminarExiste la jugosa anécdota de la respuesta a la pregunta que le hicieron a Isabel sobre la noche de bodas, referida a su flamante esposo, de cuya identidad sexual se dudaba seriamente. La soberana contestó:
- ¡Qué se puede esperar de un hombre que en la noche de bodas lleva más encajes que la novia!
En cualquier caso, la reina Isabel fue madre en once ocasiones, aunque en alguna de ellas se trató de abortos, niños nacidos muertos o fallecidos al poco de nacer.
Te agradezco mucho la aclaración. Ya está editado el gazapo.
Saludos.
El llamado Costurero de la Reina, se construyó en 1893 por el arquitecto Juan Talavera. Por lo tanto es imposible que la Reina Mercedes cosiera en el mismo, ya que falleció en 1878.
ResponderEliminarTiene razón el anónimo firmante, la reina Mercedes (antes Infanta) no pudo disfrutar del costurero, falleció mucho antes de su construcción.
ResponderEliminarMagnifico Blog, siga Vd. con su linea y enhorabuena.
J.M.V.R.
Respondí al amigo Anónimo por el correo gmail y por eso no ha aparecido aquí. Como comentaba en dicho correo, ambos tenéis razón, pero por eso se trata de una leyenda (en una tierra tan aficionada a ellas) y no de un hecho histórico.
EliminarDe hecho, voy a editar el título para que nadie se llame a engaño.
Gracias a ambos por hacer la precisión.
Saludos cordiales.