Hay en Sevilla una serie de templos que no acogen ninguna
hermandad (ya sean sacramentales, de penitencia, de gloria o agrupaciones de
fieles) o que, aún alojando alguna, no procesiona en ninguna época del año. Y
es que, en esta ciudad, en la que se concibe la fe solamente (o en la mayoría
de los casos al menos) como “religiosidad popular”, quien no pone un paso en la
calle es como si no existiera. Sirvan estas palabras no como una queja
(servidor no sería el más adecuado para ejercerla), sino como simple
constatación de un hecho que todos saben, pero nadie reconoce. En esta Sevilla
nuestra somos los más religiosos del mundo, pero solo desde el Viernes de
Dolores hasta el Domingo de Resurrección. Por favor, que no se me ofenda nadie, no es más que una opinión personal.
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Iglesia de San Alberto de Sicilia. Oratorio de San Felipe Neri. |
El templo que visitamos hoy corresponde a dicha descripción; no
aloja en la actualidad ninguna hermandad, por lo que es conocida apenas por los
residentes del barrio y poco más. No obstante, en tiempos anteriores cobijó,
entre otras, las hermandades de la Veracruz, la Quinta Angustia o la Hermandad
de Caballeros Riojanos de Nuestra Señora de Valvanera.
Fundada en 1602 por los carmelitas para colegio de estudios
superiores, bajo la advocación de San Alberto de Sicilia, en la actual calle
Manuel Rojas Marcos (antigua calle Alta del barrio de la Costanilla), fue consagrada
años después, en 1626.
En el transcurso de la invasión francesa, el convento fue ocupado
y transformado en cuartel. Tras los destrozos habituales, hubo de ser
seriamente intervenido en 1815, permaneciendo en él los religiosos hasta la
exclaustración de 1835, año en que fue adquirido por un particular, aunque la
iglesia siguió abierta al culto. Finalmente, en 1893, se hicieron con el
edificio los padres filipenses, no sin antes ganar un pleito ante los
carmelitas, que deseaban la devolución del la finca.
La Congregación del Oratorio de San Felipe Neri (conocidos
popularmente como filipenses u oratorianos) fue establecida por San Felipe Neri
en 1564, después de largos años de atender a pobres, enfermos y peregrinos.
Formada por sacerdotes seculares, su objetivo fundacional consiste en imbuir la
vida cristiana y la práctica religiosa mediante la oración y el estudio. Se
dedican fundamentalmente a la enseñanza.
Centrémonos ahora en el edificio. Si llegamos a él por la calle
Manuel Rojas Marcos apenas podremos apreciar nada hasta quedar justo enfrente
de su única puerta, situada en el lado de la Epístola, debido a la estrechez de
la calle. Sin embargo, si accedemos desde la aún más angosta calle Estrella,
podremos admirar al menos su airosa torre-campanario, invisible desde cualquier
otro ángulo.
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La iglesia, vista desde la calle Estrella. |
En la mencionada portada se abre un arco de medio punto
enmarcado por dovelas, con sendas pilastras cajeadas laterales, en las que se apoya
el entablamento. Por encima, un frontón curvo partido, con hornacina central, acoge
una imagen en piedra del titular del templo, realizada por Alonso Álvarez de
Albarrán en 1627, escoltada por escudos del Carmelo. A la derecha del vano de
entrada vemos un retablo cerámico, que nos muestra a San Felipe Neri, pintado
por Fernando Orce para la fábrica Pedro Navia, de Triana, en la década de
1950-1960.
En un extraño ángulo que forma la fachada se sitúan dos
hornacinas. La mayor, al nivel de la calle, está tapada con una lona y no he
logrado identificar la escena que representa; en la superior observamos el
retablo cerámico de la Virgen del Perpetuo Socorro, de autor desconocido e
iguales fecha y fábrica que el de San Felipe.
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Virgen del Perpetuo Socorro. |
Es momento de entrar al templo. Apreciamos que se consta de una
sola nave, de cinco tramos, con coro a los pies y presbiterio elevado tres
escalones sobre el resto del suelo. Los tramos, separados por arcos fajones,
sostienen una bóveda rebajada, con lunetos.
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Vista general desde los pies del templo. |
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Retablo Mayor. |
Capillas laterales se sitúan a ambos lados, abiertas mediante
arcos de medio punto. Sobre ellas vemos sendas tribunas con barandas de forja.
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Lado del Evangelio visto desde el presbiterio. |
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Lado de la Epístola visto desde el presbiterio. |
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Coro y sotocoro desde el mismo lugar. |
Sin más preliminares, procedemos a recorrer la iglesia,
comenzando, como es habitual, por los pies, en este caso el sotocoro. En el muro de
la Epístola aparecen dos pinturas ovales con escenas de la vida de San Felipe
Neri. En el lado opuesto se sitúa un pequeño altar en el que la Virgen, con el
Niño, consuela a las ánimas del Purgatorio; fue realizado en 1930 por Antonio
Gutiérrez Rodríguez. Al fondo, otra pintura con la escena de La Crucifixión de San Pedro. Del resto
de obras de esta zona del templo no he podido encontrar referencias.
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Imágenes del sotocoro de la iglesia. |
La primera capilla de este lado del Evangelio está dedicada a Santa Teresa de Lisieux, la popular
Santa Teresita. Vemos a la santa francesa presidiendo un altar neoclásico de principios del XIX, con San Juan Nepomuceno a su lado derecho y un santo con
ropajes oscuros (¿jesuita?) que no he podido identificar al izquierdo.
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Retablo de Santa Teresa de Lisieux. |
A continuación encontramos el retablo de San Antonio de Padua, también neoclásico, con talla del santo
en el centro, escoltado por pinturas de los cuatro evangelistas realizadas por
Juan del Castillo entre 1631 y 1633. La escena de La Coronación de la Virgen, situada en el ático, es del mismo autor
y época.
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Retablo de San Antonio de Padua. |
Capilla del Sagrado
Corazón de Jesús.
Estilo neobarroco, con imagen moderna de Jesús.
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Retablo del Sagrado Corazón. |
Paramos un momento para dar un vistazo a la bóveda rebajada que
cubre la nave, decorada con pinturas geométricas, dotada de lunetos que proporcionan luz natural.
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Bóveda de la nave. |
Seguimos. Un San José,
atribuido a Cristóbal Ramos, está representado en la siguiente capilla, alojado
en un nuevo altar neoclásico. Debajo, pequeña imagen de la Virgen del Pilar. A
los lados, pequeñas imágenes de la Virgen y un santo desconocido y, en el
ático, San Juan Bautista.
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Retablo de San José. |
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Púlpito y retablo de la Virgen de Valvanera. |
En la parte que correspondería al lado del Evangelio del
transepto (recordemos que la planta del templo es rectangular y no en forma de
cruz latina) podremos contemplar el retablo de Nuestra Señora de Valvanera, patrona de la Comunidad Autónoma de la
Rioja. Se trata de una advocación con poco arraigo en nuestra ciudad; así, a
bote pronto, tan solo recuerdo a la imagen venerada en la iglesia de San Benito
(al fin y al cabo, la hermandad original procedía de allí y allí radica en la actualidad).
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Retablo de la Virgen de Valvanera. |
La talla original, la que despertó la devoción, tiene su
historia, mezclada un poco con la leyenda
correspondiente y un mucho con lo que yo llamo “marketing evangélico”. La
aparición de la imagen, relatada en un texto del siglo XII, escrito en latín y atribuido a Gonzalo de Berceo, nos cuenta
que, siglos antes, se le apareció un ángel a un ladrón arrepentido de sus fechorías,
indicándole que fuese a Valvanera en busca de un roble que
sobresaliese de los demás; en su pie encontraría una fuente protegida por varios
enjambres de abejas; allí estaría una talla de la Virgen María. Acudió el ladrón a
dicho lugar con el padre Domingo, sacerdote de Brieva, encontrando la imagen.
En ese lugar se comenzaría a edificar un lugar de culto a la Virgen en el último
tercio del siglo IX. Con el tiempo, esta pequeña ermita daría lugar al Monasterio
de Valvanera, en el que actualmente se venera la imagen, custodiada por monjes
benedictinos.
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Nuestra Señora de Valvanera. |
Acompañan a la Virgen los beatos Antonio Grassi y Juan de Ávila (hoy santo y doctor de la Iglesia),
en tanto que en el ático vemos una pintura con el motivo de La Aparición de la Virgen a San Bernardo.
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Beato Antonio Grassi. |
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San Juan de Ávila. |
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Ático del retablo. |
Finaliza aquí la primera parte de la visita a esta bonita iglesia.
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