Como sucede en cualquier edificio con una edad de siglos, ya
sea de índole religiosa, civil o militar, el Palacio de las Dueñas no “nació”
con la configuración que muestra actualmente.
Sobre el solar que ocupa se sabe, por referencias documentales,
que ya estaba habitado en tiempos de la Roma Imperial (27 a.C.-476 d.C.),
aunque entonces se hallaba en el exterior de las murallas de la ciudad, que en aquella época solo llegaban a la
altura de la iglesia de Santa Catalina.
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Superficie actual del Palacio de las Dueñas. |
En época islámica, en cambio, el florecimiento de la ciudad
amplió la zona amurallada, quedando este espacio en su interior. La aparición
de restos arqueológicos de la época taifa (vasijas de vidrio, lucernas y
cerámicas) y almohade (el brocal de pozo que se expone en la entrada del Patio Principal)
en el solar del palacio nos indica la existencia de una gran edificación, que
el profesor Guerrero Lovillo considera que podría corresponder a un gran
alcázar abbadí.
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Antiguamente ocupaba una superficie mucho mayor. |
Tras la reconquista cristiana de la ciudad y su posterior
repartimiento, correspondió el lugar al almirante Mathé de Luna, nombrado en
estas páginas durante el recorrido de la Catedral, pues está enterrado en la
capilla de San Hermenegildo de la misma. A su muerte, en 1.290, el almirante
legó sus casas principales para establecimiento del
monasterio cisterciense de Santa
María de las Dueñas. Ocupaba toda la manzana de la acera contraria al
palacio, extendiéndose incluso hasta las calles Feijoo y San Felipe. Acabó con
él lo que yo llamo “el virus del siglo XIX”, a saber: invasión napoleónica,
desamortización de Mendizábal y la revolución
La Gloriosa o
Septembrina.
La acera opuesta al monasterio quedó conformada como un conjunto de pequeñas
fincas inconexas, dotadas de vivienda, pozo y huerto. En el Museo de Bellas Artes, Sala III, podemos admirar los relieves que formaban el retablo de San Juan Bautista, realizado por Miguel Adán en el siglo XV para este monasterio.
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El monasterio de las Dueñas, poco antes de su derribo. |
Tal como sucedió en su gemela (en muchos aspectos) Casa de
Pilatos, sería durante el gobierno de Pedro I cuando la familia Pineda levantó
el edificio mudéjar que fue vendido a doña Catalina de Ribera a finales del
siglo XV. Es tradición atribuir el motivo de esta venta a la necesidad de
efectivo para pagar el rescate de Juan de Pineda, Escribano Mayor del Consejo
de Sevilla, hecho prisionero por los sarracenos en la batalla de la Axarquía,
el año de 1.483. Recordemos que la familia Pineda es la titular de la capilla funeraria encontrada durante la restauración integral de la iglesia del Salvador, hace pocos años, según vimos en este enlace:
Doña Catalina, viuda del primer Adelantado de Andalucía, don
Pedro Enríquez, también es personaje tratado en entradas correspondientes al
Hospital de las Cinco Llagas (antiguo de la Sangre), al monasterio de Santa
María de los Reyes o a la Casa de Pilatos. Y es que, la Casa de Pilatos,
propiedad también de doña Catalina, fue sometida, a la vez que el Palacio de
las Dueñas, a la trasformación (o cohabitación) de su origen gótico-mudéjar al
estilo renacentista que imperaba en la época, por los mismos artesanos. Es esa,
y no otra, la causa de que las dos edificaciones tengan tantos elementos
comunes.
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Sepulcro de doña Catalina de Ribera, en la Cartuja de Santa María de las Cuevas. |
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Sepulcro de don Pedro Enríquez, en el mismo lugar. |
Doña Catalina deja en herencia la Casa de Pilatos a su hijo
mayor, Fadrique, y el Palacio de los Pineda a su otro hijo, Fernando. El hijo
de este, Perafán de Ribera, hereda la primera de su tío y la segunda de su
padre. Unos y otros realizaron importantes adiciones de casas, terrenos e
incluso una calle, al núcleo inicial, así como numerosas intervenciones sobre
lo ya existente.
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Retrato de cuerpo entero de Perafán de Ribera realizado en cordobán. Se encuentra en Santa María de las Cuevas. Reúne por herencia el palacio de Dueñas y las Casa de Pilatos. |
Finalmente, el inmueble llega a la Casa de Alba tras el
matrimonio de la IV marquesa de Villanueva del Río, Antonia Enríquez
de Ribera Portocarrero, con el IV duque de Alba, Fernando
Álvarez de Toledo y Mendoza, en 1.612. Desde entonces pertenece a la familia.
Cuando llegamos ante el palacio encontramos, en el muro izquierdo de la placita, tres detalles dedicados a Antonio Machado: un retablo cerámico que recuerda el nacimiento del poeta en este lugar, un relieve de bronce sobre el muro con su imagen y una escultura bajo él, realizada con el mismo material.
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Fachada del Palacio de las Dueñas. |
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Recuerdos de la estancia de Antonio Machado en palacio. |
Situados ante la puerta de entrada, de estilo renacentista,
vemos que está compuesta por un gran arco de medio punto, escoltado por sendas
pilastras lisas, que sostienen un frontón recto. Sobre este, tres pequeños
pilares sostienen pináculos realizados en cerámica blanca y azul.
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Portada renacentista. |
El arco muestra en su tímpano un soberbio azulejo de cerámica
trianera, fechado en los siglos XVII-XVIII, cuyo motivo es el escudo nobiliario
de la Casa de Alba.
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Tímpano del arco de entrada. |
Con una última mirada a la portada desde el interior, terminamos esta primera parte.
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La portada, vista desde el interior. |
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