Una vez aclarado el asunto de la autoría de tan espléndido aparato, pasamos a su descripción. Se articula en banco, sotobanco, un solo cuerpo y tres calles, todo ello dividido en tres calles, separadas por cuatro grandes columnas salomónicas en la zona central y estípites en el resto. Todo ello se encuentra muy adornado con motivos vegetales, angelotes, rocalla, racimos de uvas…
En la calle izquierda podemos ver, de abajo a arriba, una talla de bulto redondo de San José con el Niño, un relieve que muestra la escena de la Anunciación y un santo Mínimo desconocido.
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Bóveda de cañón con falsos lunetos. |
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Retablo. |
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Aquí vemos el mal estado de las pinturas. |
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Detalle de la gran mesa de mármol rojo. |
Regresamos a la antesacristía y comprobamos que tras el presbiterio hay dos galerías, una a nivel del suelo y otra por encima de esta, que permite acceder al camarín de la Virgen.
Si tomamos por la inferior, rodearemos la trasera del retablo mayor hasta llegar en la habitación en la que se sitúa el pozo de la leyenda del lagarto. Según la misma, en un momento no determinado emergió de este pozo (se dice que es el mismo elegido por Antonio de la Barreda para fijar el lugar en que levantó la primitiva ermita) un gigantesco lagarto que fue apresado y encadenado. En realidad, se trata de un caimán procedente de tierras americanas traído por indianos quienes, tras hacer fortuna, regresaron a sus lugares de origen, tal como ha sucedido en otras partes del país: Caimán del Pocito (Fuensanta, Córdoba), Lagarto del Licenciado (Santiago de la Puebla, Salamanca), Lagarto del Viso (El Viso del Marqués, Ciudad Real), el Lagarto de la Malena (Jaén) o el Lagarto de Medina de Rioseco (Valladolid), ente otros.
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Sala del Lagarto o de los Milagros. Vemos en ella el pozo de la leyenda. |
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El lagarto de la leyenda está ya para pocos trotes. |
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Los exvotos son también muy numerosos en esta sala. |
Dos mantos de la Virgen, ricamente bordados, se nos muestra en el interior de sendas vitrinas, así como otro puñado de cuadritos de agradecimiento.
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Escalera de subida al camarín de la Virgen. |
Tras ver la estancia, retrocedemos y subimos la escalera a nuestra izquierda, llegando a un pasillo cubierto mediante una bóveda rebajada adornada con abundante labor de yesería.
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Galería superior. La puerta que se ve a la derecha es la de entrada al camarín de la Virgen. |
A nuestra derecha, en el centro del pasillo, una puerta de madera labrada nos dará paso al camarín de la Virgen. Se trata de una estancia cuadrada, cubierta por una baja bóveda cuatripartita cubierta en su totalidad, al igual que los muros, de pinturas barrocas del XVIII. En los plementos están dibujadas cuatro aves sagradas, entre ellas el ave fénix, símbolo de resurrección, y el pelícano, que representa el amor.
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Camarín de la Virgen. |
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Bóveda. |
Las paredes muestran numerosas insignias y condecoraciones, así como una pequeña hornacina en la que se cobija un Niño Jesús muy parecido al que sostiene la Virgen con sus brazos. La historia de esta talla es la siguiente: el quince de octubre de 1.979 fue robado el Niño Jesús original, datado en el siglo XVIII. Tras varios meses de pesquisas no pudo encontrarse, por lo que la hermandad encargó una nueva imagen al prestigioso imaginero Francisco Buiza. Cuatro meses apareció el Niño robado, que fue rápidamente devuelto a su lugar, en el regazo de la Virgen. El imaginero sevillano había regalado la imagen "de repuesto" con la condición de que le fuera devuelta si aparecía el Niño titular; sin embargo, el pueblo utrerano, muy suyo para estas cosas, opinaba que tras cuatro meses de estar junto a Patrona, la figura debía permanecer definitivamente en el monasterio, a lo que el maestro accedió amablemente. Los ladrones nunca fueron identificados.
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Muros laterales. |
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Niño Jesús de Francisco Buiza. Sustituyó al original tras su robo. |
El privilegiado emplazamiento del camarín nos permitió realizar algunas fotografías imposibles de plasmar desde la zona de fieles del templo, tanto a la Virgen y el Niño como al artesonado (iluminándose en aquellos instantes).
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Enorme privilegio poder fotografiar a la Virgen desde tan cerca. |
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Pinturas de San Joaquín y Santa Ana acompañan a la Virgen. |
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El arco toral y el artesonado desde el camarín. |
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Bonito efecto de las luces recién encendidas. |
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Aquí vemos el coro, situado sobre el atrio de entrada. |
Finalmente, tras pedir el correspondiente permiso, se nos permitió subir a la torre, desde la que se obtiene una privilegiada visión de la ciudad, aunque no del claustro (de propiedad privada en la actualidad) como era la inicial intención.
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Una de las cuatro campanas de la torre. |
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Dos inquilinos del santuario. |
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Ruinas de antiguas estancias del monasterio. |
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Santa María de la Mesa. |
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Santiago. |
Termina aquí el recorrido por este santuario, símbolo como pocos de la devoción mariana de Andalucía y, en particular de la provincia de Sevilla.
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