Históricamente, la fundación de
la Hermandad de la Consolación de Utrera tuvo lugar en 1.649, durante la
epidemia de peste bubónica que asoló la zona, la cual acabó con la mitad de los
vecinos de la localidad.
Vista general del Santuario de Consolación. Utrera, Sevilla. |
Otra imagen del Santuario. |
El santuario, desde la entrada. |
A la imagen de la Virgen
se le atribuye su primer milagro en 1.507 (no he logrado averiguar en qué
consistió), poco antes de arribar a Utrera, a la que llegó de mano de una
devota desde Sevilla, única superviviente de un convento de emparedadas tras la
epidemia de peste de ese mismo año. Tras el cierre del convento, la mujer se
trasladó a Utrera, donde vivía una hija suya llamada Marina Ruiz, que la tuvo
muchos años en el domicilio familiar. A su muerte fue entregada al Beaterio de
Santo Domingo que, con el tiempo, se convirtió en el convento de Dominicas de
la Antigua.
Nuestra Señora de Consolación. Cortesía de www.consejodehermandadesdeutrera.org. |
La figura, según el profesor Hernández Díaz, parece ser del siglo XIV, de autor anónimo, realizada en madera de peral. Originalmente, la talla presentaba a la Virgen de talla completa y sedente, siguiendo el modelo bizantino, como es el caso de otras muchas imágenes de nuestra tierra. Se retalló, al igual que tantas otras (Virgen del Rocío, de la Consolación de Los Terceros, del Castillo, en Lebrija o de Gracia, en Carmona) durante el período barroco, adoptando su apariencia actual.
Fuente en el jardín. |
También pertenecía al grupo de las Vírgenes
Negras, según recoge Rodrigo Caro: Morena, fea y de muy antigua hechura.
Recuperó la blancura y belleza tras el milagro de la lámpara de aceite, y digo
recuperó porque, al igual que otras (sin ir más lejos la Virgen de Montserrat
según recientes estudios), era inicialmente blanca y posteriormente pintada. El
regreso a su color original era, pues, fruto de una restauración encubierta.
En 1.560 se produce su milagro más
conocido: el antes nombrado milagro de la lámpara de aceite. Al
parecer, a consecuencia de la hambruna causada por la feroz epidemia, las
gentes de Utrera estaban tan necesitadas que no pudieron proveer de aceite al
ermitaño que cuidaba de la Virgen. Una noche le despertó un gran resplandor
procedente del lugar donde se encontraba la imagen de la Virgen, comprobando
que la lámpara que la alumbraba estaba repleta de aceite. Y así permaneció los
días y semanas sucesivos. El milagroso suceso se extendió por toda la comarca,
comenzando de este modo la fama milagrera de Nuestra Señora de Consolación. Aún
hoy la lamparilla sigue encendida, encargándose cada día una familia de la
localidad de cuidar de su llama.
Otro ejemplo de la enorme
popularidad de la Virgen es la devoción marinera, que llevaba a los que hacían
la travesía hacia tierras americanas a encomendarse a Ella. Son muchos los
exvotos con motivos del mar que se conservan, pero el más conocido de todos
ellos es un galeón que sostiene en su mano derecha, que ha hecho que muchos la
conozcan por “La del barquito en la Mano". Se trata de una pequeña nave
realizada en oro y cristal de roca que data del siglo XVI, y que se cree le fue
ofrecida por los tripulantes del navío “Veracruz”. Recientemente se ha
descubierto que hacía funciones de perfumador.
Barquito de la Virgen de Consolación.
|
El fervor popular se tradujo en romerías de
más de treinta mil personas en una época en la que España apenas contaba con
seis millones de habitantes. Las aglomeraciones atrajeron también a gentes de
mala vida, teniendo lugar desagradables incidentes, que obligaron a los frailes
mínimos, directores del monasterio, a pedir ayuda al Supremo Consejo de
Castilla el cual, en 1.771, suspende la romería. La anulación, agravada más
tarde por la invasión napoleónica y por las desamortizaciones de 1.835-1.836,
hace que se inicie una progresiva decadencia, tanto en los asistentes al culto
como en el edificio.
En el orden estrictamente arquitectónico,
el origen del actual santuario se remonta a una pequeña ermita, levantada en el
lugar en 1.520 por Antonio de la Barreda tras conseguir en Roma un privilegio
por parte del papa León X. Apenas contaba con dos pequeñas habitaciones
blanqueadas, con techo de paja, en las que dispuso un lienzo con la escena de
la Anunciación de la Virgen, a la que veneró con el nombre de Nuestra Señora de
Consolación.
Portada del Santuario. |
Al eremita Antonio se le unieron otros
ermitaños, aunque los habitantes del pueblo (y por tanto sus limosnas) se
prodigaban poco. Pensando la forma de solucionar el problema, uno de ellos
propuso solicitar a las monjas de la Antigua una de las dos imágenes que tenían
de la Virgen. Consintieron estas y entregaron la talla de Marina Ruiz a los
ermitaños.
Los anacoretas permanecieron en la ermita
hasta 1.520, año en que llegaron los frailes carmelitas y los expulsaron. Sin
embargo, la distancia (en aquella época) hasta el pueblo y las pobres
instalaciones provocaron que se mudasen a La Vereda, donde abrieron nuevo
convento (del que restan actualmente la iglesia de la Virgen del Carmen y el
claustro).
San Isidoro de Sevilla. |
Con el abandono de la ermita, y de la
imagen de Virgen, sin que quedara nadie al cargo, el lugar fue pronto expoliado
e incluso la Virgen apareció tirada y con un brazo roto. Una vecina de Utrera,
que iba de vez en cuando, decidió custodiar la figura en su casa, en la que
permaneció un par de años.
El regreso a la ermita se produce tras
instalarse en ella fray Antonio de Santa María, un fraile portugués de la orden
de los Mínimos. Fue entonces, en 1.560, cuando tuvo lugar el milagro de la
lámpara de aceite narrado anteriormente.
Fray Bernardo Boil. |
Tras el milagro, la devoción a la Virgen
creció enormemente, con el consiguiente aumento de donaciones de limosnas,
alhajas y demás. Las riqueza, siempre malas consejeras, despertaron la codicia de
los carmelitas de Utrera que anteriormente abandonaron la ermita y la Virgen,
intentando hacerse con lo que antes habían abandonado. Sin embargo, la pronta
reacción del pueblo utrerano impidió, incluso con palos y pedradas, las
intenciones carmelitas.
La mejor forma de impedir que se repitiese
lo que hoy día conocemos como una OPA hostil era crecer y, por ello, los
mínimos decidieron construir un monasterio junto a lo ermita, lo que
consiguieron (el permiso, ya que los dineros lo aportaban ellos) gracias a la
intercesión de la reina Isabel de Valois, segunda esposa de Felipe II.
Cuerpo superior de la portada. |
Los milagros de la Virgen continuaron, como
dan fe los cientos de pequeñas pinturas agradeciendo gracias concedidas que se
conservan en la sacristía del templo.
En 1.752 es nombrado Padre General de la
Orden Mínima fray Juan Prieto, antiguo residente de Consolación, quien designa
al monasterio como Casa General de la Orden. Este nombramiento supuso la
realización de numerosas obras de reparación, ampliación y ornato del conjunto.
Se levantaron entonces la sacristía (con su gran mesa jaspe rojo),
antesacristía y, sobre todo, el coro, con sus sesenta sitiales de maneras
nobles y su correspondiente facistol.
Virgen de Consolación. |
Tras los infortunios antes comentados
(prohibición de la romería, invasión francesa y desamortizaciones), el monasterio
fue cayendo en el olvido y sus piedras en una ruina progresiva.
Hubo un tímido intento en 1.965 por parte
de los mínimos de reactivar el santuario, que terminó de forma escandalosa,
apenas diez años después, con la conversión del mínimo padre Francisco a la
iglesia luterana.
Hoy día no quedaría nada de este conjunto
si, en 1.892, Enrique de la Cuadra, marqués de San Marcial y Hermano Mayor de
la Hermandad, no hubiese costeado una importante restauración que confirió al
santuario el aire neomudéjar que luce actualmente. Se arreglaron las techumbres
y los muros, se rehízo la cúpula, se restauró el magnífico artesonado, se
cambió la solería, se estrenó el cancel del atrio, se decoraron las paredes...
Se salvó de la destrucción, en suma. Hay que comentar que tan magna
intervención, llevada a cabo con los criterios restauradores de la época (hacer
lo nuevo de forma que no se distinga de los antiguo) suscitó gran controversia,
por considerar algunos que ese aire oriental falseaba el aspecto original. Sin embargo,
aun coincidiendo en parte con esa opinión, creo que deberíamos considerar la
otra alternativa, que no era otra que la desaparición del conjunto de edificios
y, por tanto, dar por "menos mala" la restauración.
San Joaquín. |
La llegada de los Padres Salesianos al
convento, en 1.945, hizo resurgir la devoción, que continuó y aumentó
grandemente hasta el día de hoy bajo la dirección de la Parroquia de Santa
María de la Mesa, de la que depende actualmente. La estancia de los Salesianos
supuso nuevas mejoras en el santuario: se instalaron los grandes lienzos con
escenas de la vida de la Virgen que cuelgan en las paredes de la nave central,
así como las cuatro grandes campanas de la torre, costeadas por suscripción
popular y otras actuaciones menores.
La Orden Salesiana abandonó en 1.961 el
templo (les estaba cedido, no era de su propiedad) por no hacer frente a
costosas y necesarias reparaciones, pasando desde ese momento a estar bajo la
dirección del párroco de Santa María.
San José.
|
Fueron tiempos, que se prolongan hasta la
actualidad, de un constante aumento de la devoción a la Virgen, rindiéndose
ante Ella personajes principales de la época, como los marqueses de Villaverde
o la duquesa de Alba. En este contexto, se nombra a Nuestra Señora de
Consolación Alcaldesa Perpetua de Utrera, por considerarse que durante el
desbordamiento del arroyo Calzas Anchas de 1.962 intercedió para evitar una
desgracia mucho mayor que los tres fallecidos que realmente hubo.
Otro hecho importante en la historia del
santuario fue la Coronación Canónica de la Virgen en el año 1.964, dos años
después de que Pablo VI decretara la misma. Donaciones por parte de oro plata y
joyas permitieron que el orfebre Fernando Marmolejo realizara las coronas de la
Virgen (dos kilos de oro, doscientos brillantes, treinta esmeraldas y una gran
perla) y del Niño (medio kilo de oro, setenta y cinco brillantes, diez
esmeraldas y ocho rubíes). Igualmente, la Hermandad de la Macarena, a punto de
recibir el permiso para la coronación de su titular, donó la peana de plata
estrenada en la coronación.
Coronas y barquito. Cortesía de www.utreradigital.com. |
El año 2.007 se celebró con gran aparato y
participación ciudadana el quingentésimo (500) aniversario de la llegada de la
imagen de la Virgen a Utrera y primer Año Jubilar de Consolación. Siete años
después, tiene lugar el quincuagésimo de la Coronación Canónica, y segundo Año
Jubilar de Consolación. Estas efemérides tan importantes para la Hermandad y
los utreranos han permitido constatar que la devoción a la Virgen de
Consolación está más viva que nunca.
Pero pasemos ya a describir este importante
monumento utrerano. Se llega al monasterio, situado extramuros de la ciudad, a
través del Parque de Consolación, un amplio espacio verde realizado sobre el
antiguo camino. Los que tengan dificultades de movilidad no tendrán problema,
pues se puede llegar con el coche hasta el mismo monasterio, dotado de amplios
aparcamientos. Cruzando la verja de entrada accedemos a un gran y cuidado
jardín, antiguo Real de Consolación, explanada en la que antiguamente se
celebraba la romería, que atravesamos para llegar ante el edificio de la
iglesia.
Su portada, en forma de retablo de dos
cuerpos, fue trazada en 1.636 por Alonso Álvarez de Albarrán, jerezano
discípulo de Martínez Montañés, que tallaba tanto en piedra, como madera o
yeso. Entre sus obras más conocidas se encuentran la Virgen de la Soledad de la
Carretería, las tallas del retablo mayor de la basílica de la Nuestra Señora de
la Caridad de Sanlúcar de Barrameda o la efigie en piedra de San Alberto de
Sicilia situada en la portada del oratorio de San Felipe Neri.
La portada del santuario está realizada en
piedra amarilla, con incrustaciones de mármol gris y blanco, y consta de dos
cuerpos. El vano es rectangular, con hornacinas laterales ocupadas por estatuas
(fray Bernardo Boil, monje de Montserrat e introductor de la Orden de los
Mínimos en España, y San Isidoro de Sevilla, ambas del mismo autor de la
portada) enmarcadas por pares de columnas toscanas.
El cuerpo superior, muy reformado durante
las obras de finales del XIX, consta de tres calles con retablos cerámicos (San
Joaquín, la Virgen de Consolación, y San José). Corona el conjunto un frontón
partido, con pináculos a los lados, bajo los que observamos sendas
inscripciones "Fides" (Fe) y "Spes", (Esperanza). Una tercera
inscripción S FDE PAVLA, bajo el azulejo de San Joaquín indica la antigua
presencia en ese lugar de una representación del fundador de la orden mínima.
La torre presenta sección uniforme en la totalidad de su altura,
cuerpo con cuatro campanas y chapitel con azulejos de imágenes de santos: San
Fernando, San Francisco de Paula y la Virgen de Consolación.
En el edificio, nos recibe un
amplio atrio, con dos pares de columnas de mármol que forman dos arcadas con
tres arcos de medio punto cada una. Los arcos están decorados con yeserías
policromadas y sostienen una cubierta de casetones, tallada y pintada con estilo
mudéjar que, a su vez, constituye el pavimento del coro, situado sobre ella.
Las paredes lucen un alto zócalo de azulejos trianeros de Mensaque, en tanto
que una cancela del utrerano Escamilla separa atrio e iglesia.
Diversas imágenes del atrio de la iglesia. |
La iglesia presenta traza de
cruz latina, con un larguísimo brazo transversal (más de setenta metros) y dos
cortos brazos transversales. Lo primero que nos llama la atención es el
gigantesco artesonado mudéjar, de cinco paños, que cubre la nave longitudinal
hasta el crucero. Data de 1.578, elaborado por Gregorio Tirado y, como digo, no
solo es hermoso, sino el más grande que haya visto nunca. Está decorado, como
era preceptivo en la época, con abundantes motivos de lacería y estrellas de
ocho puntas, con piñas de mocárabes distribuidas por el paño central.
Vistas generales del templo. |
Aquí vemos el enorme artesonado del santuario. |
Muros laterales del templo. |
Lámpara.
|
El crucero y los transeptos se
cubren mediante artesonados de ocho lados dispuestos alrededor de una gran piña
central, todo ello profusamente policromado.
Bóveda octogonal del crucero. |
Arcos torales del crucero. |
Desde otro ángulo. |
El conjunto es magnífico, pudiendo
considerarse como un gran ejemplo de la "carpintería de lo blanco".
Las
paredes muestran el mismo zócalo que el atrio y sobre él cuelgan pinturas
enmarcadas con escenas de la vida de la Virgen. Lástima que la falta de luz
impida la toma de fotografías de suficiente calidad.
Una de las pinturas sobre la vida de la Virgen que decoran los muros laterales.
|
A mano izquierda, justo antes
del crucero veremos el púlpito, de forja, producto de la Fundición San Antonio.
La solería es de mármol de Carrara.
Púlpito y tornavoz de forja. |
Lámpara en pilastra del arco toral. |
Estandarte de la Virgen de Consolación. |
El brazo del transepto
correspondiente al lado del Evangelio está presidido por el retablo del Cristo del Perdón,
obra manierista del siglo XVI, que nos muestra el momento de la Expiración de
Jesucristo. La cartela presenta el INRI en griego, latín y hebreo.
Retablo del Cristo del Perdón. |
El retablo, al menos dos siglos
más moderno, consta de banco, sotobanco, un cuerpo de tres calles separadas por
estípites, con doble arco y ático. Está policromado en color verde con adornos
dorados.
Cristo del Perdón y María Santísima de la Amargura, titulares de la Hermandad de los Muchachos de Consolación. |
La escena principal nos muestra un Calvario, con el Cristo titular y, a sus lados, imágenes de menor tamaño de la Virgen y San Juan Evangelista. En las calles laterales vemos tallas de San Pedro y San Pablo y, en el ático, San Antonio de Padua. El remate superior luce un relieve de la Santísima Trinidad y el monograma IHS.
El Cristo del Perdón es titular
de la Hermandad de los Muchachos de Consolación, al igual que la María Santísima de la Amargura,
talla de candelero del XVIII donada a la Hermandad en la década de 1.950, que
se sitúa en el altar del retablo, a los pies del Crucificado.
Cristo del Perdón. Siglo XVI. |
San Pablo. |
San Pedro. |
San Antonio de Padua y relieve de la Santísima Trinidad. |
Retablo de San Francisco de Paula. |
San Francisco de Paula. |
San Cayetano. |
San Antonio de Padua. |
En la parte superior aparece
una talla de San Juan Bautista y, sobre él, un relieve que representa a San
Francisco de Asís en conversación los animales. Corona el retablo el símbolo de
la Orden Mínima, que se repite en el hábito del fundador.
Desde los tiempos de la estancia de los mínimos en Utrera quedó,
ya perdida, la costumbre de llevar las mangas del hábito del Mínimo a las casas
en las que hubiese una parturienta, con el fin de recibir ayuda durante el
parto.
Es una magnífica descripción de la historia y vicisitudes del Santuario
ResponderEliminarEl detalle, documentadisimo,del edificio y ornamentación nos hace enorgullecernos a los utreranos del tesoro que tenemos en nuestro pueblo digno de visita contemplación y disfrute de tamaña obra y que debemos en gran parte al benefactor de Utrera D.Enrique de la Cuadra