Soult no solo se llevó obras de su pintor
favorito, Murillo. También “arrambló” con piezas de otros pintores de primera
fila:
De Zurbarán:
De Zurbarán:
- Del Colegio de santo Tomás: El Triunfo de santo Tomás de Aquino (destinado al Museo Napoleón y que fue restituido, encontrándose actualmente en el Museo de Bellas Artes de Sevilla) y San Andrés (Budapest, Szépmüveszeti Muzeum), que se quedó para sí mismo.
El Triunfo de Santo Tomás de Aquino. Zurbarán. Museo de Bellas Artes, Sevilla. |
San Andrés. Zurbarán. Szépmüvészeti Múzeum. Budapest. |
- El milagro de San Diego, La huida a Egipto y Santa Inés.
De Sebastián Gómez, de quien se decía que era “el pintor esclavo” de Murillo:
- San Francisco de Asís.
- San Francisco de Asís.
De Herrera, el Viejo:
- San Basilio dictando su doctrina (Museo del Louvre) y la serie de cuadros que realizó junto con Zurbarán para el convento de san Buenaventura.
De Francisco Pacheco:
- Cristo servido por los ángeles en el desierto y El Juicio Final, posiblemente los dos mejores cuadros que el suegro de Velázquez pintó en su vida. Ambos se encuentran en el Museo de Goya, en Castres, Francia.
- Cristo servido por los ángeles en el desierto y El Juicio Final, posiblemente los dos mejores cuadros que el suegro de Velázquez pintó en su vida. Ambos se encuentran en el Museo de Goya, en Castres, Francia.
Cristo servido por los ángeles en el desierto. Francisco Pacheco. Museo de Goya. Castres, Francia. |
El Juicio Final. Francisco Pacheco. Museo de Goya, Castres, Francia. |
El convento de Capuchinos fue el más previsor, ya que envió los cuadros de Murillo que formaban su retablo mayor a la ciudad de Cádiz (única capital de provincia no tomada por los franceses), sustituyéndolos por obras de menor valor. Las obras así salvadas son las que hoy podemos admirar en el Museo de Bellas Artes de la ciudad, presidiendo la zona del presbiterio de la Sala V:
Pinturas del retablo mayor del convento de Capuchinos. Murillo. Museo de Bellas Artes, Sevilla. |
Inmaculada Concepción. Velázquez. Museo del Prado. |
San Sebastián asistido por Lucinda y Santa Irene. José de Ribera. Museo de Bilbao. |
En total, más de 180 obras de maestros de la pintura fueron “afanadas” personalmente por el insaciable Soult durante su periplo andaluz: 32 de Murillo, 28 de Zurbarán, 25 de Alonso Cano, 8 de Valdés Leal, 5 de Herrera, el Viejo, 3 de Rubens, y 2 de Roelas, entre los más sobresalientes.
Cuando Soult cruzó Madrid en retirada el 2 de marzo de 1.813, iba al frente de una caravana de furgones cargados de cuadros con destino a sus residencias de París, el castillo de Soultberg y la mansión de Villeneuve. Como muestra de la catadura moral de este individuo, años después mostraba su colección a un invitado y deteniéndose ante una de las obras afirmó “que le tenía un gran cariño a ese cuadro, porque salvó la vida de dos personas”. Posteriormente, el ayudante del mariscal aclararía que se trataba de los dueños del cuadro, a los que amenazó con fusilar en el acto si no se lo regalaban.
Es conveniente aclarar, para mayor escarnio, que la ciudad de Sevilla ni se rindió ni fue vencida, sino que capituló ante un invasor mucho más numeroso y mejor pertrechado, por lo que, según las reglas de la guerra imperantes en la época, se debieron respetar las vidas, haciendas y posesiones de ciudadanos e instituciones. Es obvio decir que el infame Soult hizo caso omiso. Convirtió al Alcázar en depósito general, custodiado por el afrancesado alcaide, Eusebio Herrera, que se encargaba de catalogar y almacenar correctamente las obras. Hasta 999 pinturas de artistas de primera línea se almacenaron en sus dependencias. Afortunadamente, solo salieron de España unas 300.
Derrotado Napoleón, fue enviada a Francia una embajada diplomática española integrada por el general Álava, el capitán Nicolás Miniussir y el pintor Francisco Lacoma. Se consiguió que los galos devolvieran los cuadros expoliados “oficialmente” (es decir, los que iban destinados al Museo de Napoleón), pero fue imposible conseguir la restitución de los robados “privadamente” por los mandos y colaboradores del ejército francés. Tras la devolución, la representación española en el Louvre se limitaba a los cuadros adquiridos en subasta por Luis XVI. En cambio, las obras robadas por los mandos fueron vendidas al mejor postor a través de marchantes sin escrúpulos y repartidas por todo el mundo.
Desgraciadamente, otros hechos contribuyeron a la disminución del patrimonio artístico español durante este infausto período. Uno de ellos fue el uso de importantes obras como moneda de cambio para “agradecer” favores; Godoy, el valido de Carlos IV (cuya gestión se está defendiendo mucho últimamente), sin ir más lejos, regaló a Sebastiani una obra de Murillo, Santo Tomás de Villanueva, niño, repartiendo limosna que, tras varios cambios de propietario, acabó en el Cincinnati Art Museum.
Manuel Godoy, retratado por Goya tras vencer en la Guerra de las Naranjas. Real Academia de San Fernando, Madrid. |
Santo Tomás de Villanueva, niño, repartiendo limosna. Murillo. Cincinnati Arte Museum. |
El duque de Wellington. Thomas Lawrence, 1.820. Al parecer, la única persona honrada durante todo este conflicto. |
El aguador de Sevilla. Velázquez. Colección del duque de Wellington. |
Retrato de joven caballero. Velázquez. Colección Wellington. |
Termino aquí, aunque se podría hablar durante años de este negro período de la historia artística de nuestro país, ya que se trató de uno de los expolios mejor documentados del mundo del arte. Tan solo un último apunte, en respuesta a algunos historiadores extranjeros que sostienen que los españoles debemos estar muy orgullosos y satisfechos del saqueo, porque así pudo difundirse a escala universal la grandeza de la pintura de nuestro país: cuando se defiende lo indefendible solo cabe quedar como lo que son ustedes, unos bobos.
Magnífico colofón a la crónica de los expolios realizados por Soult y todos sus soldados, que tenían la mision de rapiñar las obras de arte y acumularlas en el Alcazar. Menos mal la intervención del Duque de Wellington. Un fuerte abrazo, querido amigo.
ResponderEliminarExcelente como siempre tu divulgación, Pepe. Aunque es cierto que, como dice en su comentario Paco, Wellington evitó el expolio francés, sin embargo también contribuyó -indirectamente quizás- a llevarse magníficas obras de Arte del Barroco español a su país. Y que hoy pueden verse en museos de Londres, como El aguador de Sevilla, del gran Velázquez. Nada, que España a contribuido a mejorar los museos del mundo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias a ambos por vuestros comentarios.
ResponderEliminarUn gran abrazo para los dos.