Antes conocida como del Sagrado Corazón, esta capilla recibía tal nombre por la imagen de esta advocación de Cristo, realizada por el catalán Claudio Rius en 1.948 por encargo del cardenal Segura. Instalada sobre un retablo neogótico, la talla, de estilo bastante diferente al que por estas tierras gusta, gozó de poca devoción, por lo que fue “traspasada” a la iglesia del Sagrario, donde parece que sí ha encajado mejor.
La Capilla de San Andrés, vista desde la nave central. |
La Santa Cena. Arnao de Flandes, 1.555. |
Capilla de San Andrés o del Sagrado Corazón. |
Cristo de la Clemencia. Martínez Montañés, 1.603. |
Se sustituyó por una obra maestra de la escultura barroca, el Cristo de la Clemencia o Cristo de los Cálices, talla de madera de cedro policromada de Martínez Montañés, terminada en 1.603. Se trata de un bello crucificado de tamaño natural (1,90 metros) que inspira una enorme serenidad, sin más adorno que una cortina roja tras él a modo de retablo. La policromía corrió a cargo de Francisco Pacheco. Tiene la particularidad de estar unido a la cruz con cuatro clavos en lugar de los tres habituales. El maestro cobró 300 ducados por su hechura, recibiendo 600 reales como recompensa por la gran calidad de la obra terminada.
Esta hermosísima imagen fue encargada por el arcediano Mateo Vázquez de Leca para instalarla en su oratorio particular. Posteriormente pasó a una capilla de la Cartuja de Santa María de las Cuevas, donde permaneció hasta 1.836, año en que, con motivo de la desamortización de Mendizábal, fue trasladada a la Catedral, concretamente a la Sacristía de los Cálices (de ahí su sobrenombre) y, más recientemente, en 1.992, a su actual ubicación en la Capilla de San Andrés.
Sobre Mateo Vázquez de Leca se cuenta una leyenda que lo hace precursor popular (al igual que se dice de Miguel Mañara) del mundialmente conocido personaje don Juan Tenorio. Y es que el amigo Mateo era lo que hoy día llamaríamos “un niño de papá”. Tenía un tío de igual nombre al suyo, arcediano de Carmona y canónigo de la Catedral (fue el “padre” de los Seises), que llegó a ser secretario de Estado de Felipe II (se cargó a sus oponentes Antonio Pérez y la princesa de Éboli). Gracias a la posición de su tío se crio en el Palacio Arzobispal, siendo protegido del cardenal Rodrigo de Castro.
Sobre Mateo Vázquez de Leca se cuenta una leyenda que lo hace precursor popular (al igual que se dice de Miguel Mañara) del mundialmente conocido personaje don Juan Tenorio. Y es que el amigo Mateo era lo que hoy día llamaríamos “un niño de papá”. Tenía un tío de igual nombre al suyo, arcediano de Carmona y canónigo de la Catedral (fue el “padre” de los Seises), que llegó a ser secretario de Estado de Felipe II (se cargó a sus oponentes Antonio Pérez y la princesa de Éboli). Gracias a la posición de su tío se crio en el Palacio Arzobispal, siendo protegido del cardenal Rodrigo de Castro.
Cuando murió su tío, heredó los cargos eclesiásticos, aunque no era sacerdote, ni tenía la edad requerida, algo que subsanó rápidamente el rey enviándole una carta de su puño y letra al cardenal para recordarle los servicios prestados por el fallecido.
Así pues, las cosas se le pusieron de cara al chico: era joven, tenía caudales y un cargo prestigioso. Y le pasó lo mismo que a los futbolistas modernos, que se lo creyó. Ya se sabe, poca edad y mucho dinero. Cortejador de damas, presuntuoso, siempre emperifollado y sin escatimar en gastos, se paseaba por la Sevilla de inicios del siglo XVII como un pavo real.
Sin embargo, un suceso vino a cambiar radicalmente este panorama tan idílico. El atardecer día del día del Corpus del año 1.602, tras una jornada más de lucimiento personal, paseaba por el interior de nuestra Catedral cuando observó a una muchacha cubierta por un velo que le llamaba para que le acompañase. Por supuesto, la acompañó con bastante curiosidad y cierto morbo. Al llegar a la capilla de la Virgen de los Reyes él le pidió que se descubriera y como no decía nada, lo hizo él quitándole el velo del rostro. Lo que vio entonces le heló la sangre.
Inmaculada, de Pacheco, con Vázquez de Leca (creo que el sobrino, el protagonista de la leyenda) como oferente. |
Salió corriendo hacia su casa, se puso los vestidos de un criado y acudió a ver al padre Fernando Mata, sacerdote ejemplar de la época. Se acogió a la dirección espiritual del mismo y la vida del arcediano cambió radicalmente.
¿Qué pudo haber visto que provocara semejante reacción? Según unos era un esqueleto, la misma Muerte venía a llevárselo; otros dicen que fue conversando con la mujer hasta la Feria (se ve que ya en aquella época se pelaba la pava en el campo de la Feria) y que cuando la persuadió para que se descubriera vio un cadáver.
Lo cierto y verdad es que, pasara lo que pasase, Mateo Vázquez de Leca cambió radicalmente. Se ordenó sacerdote y posteriormente encargó al genial escultor Martínez Montañés que hiciera un Cristo con la mirada compasiva hacia el penitente orante y éste hizo el Cristo de la Clemencia.
Como curiosidad, señalar que aunque no pertenece a ninguna hermandad, ni de Penitencia ni de Gloria, participó en la procesión del Santo Entierro Grande del Viernes Santo, en la Semana Santa de 1.920.
En el muro de la derecha se sitúan cuatro sepulcros góticos de gran antigüedad (sobre 1.400), realizados en el taller toledano del escultor Ferrán González. En ellos están enterrados Alvar Pérez de Guzmán, Adelantado y Almirante Mayor de Castilla, su padre, su esposa, Elvira de Ayala, y su hijo. Desgraciadamente, se ha destacado tanto la iluminación del Crucificado (quizá en exceso) que se ha dejado el resto de la capilla en tal penumbra que es imposible hacer una fotografía de estas sepulturas.
Cuelgan también en las paredes laterales dos cuadros de gran interés atribuidos a Lucas Jordán que fueron pintados alrededor de 1.700, en el primero se representa El traslado del Arca de la Alianza y en el segundo El Cántico de la profética María, es decir la escena en la que la hermana de Moisés canta acompañada de otras mujeres israelitas en acción de gracias por haber podido atravesar el Mar Rojo.
El cántico de la profética María. Lucas Jordán, 1.700. |
El traslado del Arca de la Alianza. Lucas Jordán, 1.700. |
Sobre los anteriores están colocados El Martirio de san Andrés, copia del original de Juan de Roelas que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla y un Calvario, copia de una obra del pintor italiano Scipion Pulzone, realizada hacia 1.590.
El Martirio de San Andrés. Copia del original de Roelas. |
Calvario. Copia del original de Scipion Pulzone. |
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