Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

miércoles, 22 de marzo de 2017

Visitando la Catedral, -XIX. La Sala Capitular.

Después de admirar los objetos expuestos del Tesoro Catedralicio, nos dirigimos a cualquiera de las dos puertecitas que hay al final del aposento y, a través un pequeño pasillo curvo, llegaremos en la a la Sala Capitular.
Este pasillo curvo nos conduce primero a la Sala Capitular y, a continuación, al Antecabildo.
Dos inscripciones señalan sendas fechas de restauración de la Sala Capitular.
Su construcción fue larga y tortuosa, tardándose en completar treinta años. En 1.558 comenzaron los trabajos de cimentación, que duraron dos años, tras los cuales tuvo lugar un enfrentamiento entre Hernán Ruiz y el mayordomo de la fábrica a cuentas de la disposición de la puerta de entrada a la Sala de Cabildos. Debió resultar ganadora la propuesta del arquitecto, pues la entrada comentada se sitúa en un estrecho pasillo curvo. En 1.561 se produce un parón, pues la restauración de la torre y la edificación del cuerpo de campanas de la Giralda necesitan de toda la atención y los fondos del Cabildo.
Cuerpo de campanas de la Giralda. Hernán Ruiz, el Joven, 1.561-1.568.
En 1.568 se retoma la reconstrucción a ritmo acelerado pero, al año siguiente, Hernán Ruiz fallece cuando aún faltan por realizar las cubiertas. El sustituto del maestro de obras, Pedro Díaz de Palacios, mostró tal desinterés por su trabajo (solo se ocupó, a ratos, de la Capilla Real) que, finalmente, el mismo Cabildo que lo eligió entre cinco acreditados arquitectos, tuvo que despedirlo por “falta de rendimiento”. A esta circunstancia se une el hecho de que Hernán Ruiz III, hijo de El Joven, que había concursado para el puesto no resultando elegido, se apropió de los planos trazados por su padre, negándose a devolverlos.
Vista de la sala desde la puerta de entrada.
Hubo que solicitar ayuda a Francisco del Castillo, maestro mayor de Martos, y Andrés de Vandelvira, de Jaén, para que supervisaran las obras hasta 1.575, año en que fue contratado como maestro mayor Juan de Maeda. Tampoco acabó aquí la “maldición” de la Sala Capitular pues, al año siguiente muere el de Maeda, siendo sustituido por su hijo Asensio, quien por fin acaba la obra en 1.592.
Dos imágenes de la puerta de entrada vista desde el interior. La frase "PROVEER CHORO I ALTAR" era una manera de recordar a los canónigos sus responsabilidades litúrgicas principales: el coro y la Misa.
Tiene forma elíptica, con sus muros ordenados mediante columnas dóricas en la parte inferior y jónicas en la superior sobre pedestales, apoyado todo el conjunto en un gran friso volado que rodea toda la sala.

La cúpula (la primera cúpula elíptica que se construyó en España) se divide en tres franjas superpuestas, con casetones, y se remata por una linterna también elíptica, en una composición típicamente renacentista. El suelo fue diseñado, igualmente por Maeda, de similar forma al realizado por  Miguel Ángel para la plaza del Capitolio de Roma (el Campodoglio); curiosamente, la solería sevillana es más antigua, ya que aunque el diseño de Miguel Ángel es anterior, no se construyó en su momento.
Espectacular cúpula elíptica de la Sala Capitular.
Fue la primera que se construyó en España con esa forma.
El suelo es similar al Campodoglio de Roma diseñado por Miguel Ángel. 
La forma de la sala provoca una acústica que permite a los miembros del Cabildo, que se sentaban en el banco corrido que bordea toda la Sala, verse y oírse con total comodidad. Se trata del espacio en que los clérigos se reunían para deliberar sobre variados asuntos: cuestiones relacionadas con los ingresos, reparaciones u obras nuevas, regulación del culto o aprobación de rogativas. Constituían el cabildo once dignidades, cuarenta canónigos, diecinueve racioneros y dieciocho medios racioneros.
Vista general del lado sur de la sala (el que nos encontramos de frente al entrar).
El programa iconográfico de las estancias capitulares fue trazado por el canónigo Francisco Pacheco, mostrando un repertorio de esculturas y pinturas acompañadas de inscripciones latinas que aluden al contenido de las imágenes. Todo el conjunto muestra una clara intención moralizante, basada en el Apocalipsis de San Juan, con la evidente intención de que los canónigos cumplieran con sus deberes de forma adecuada.
Vista general del lado este.
Vista general del lado norte.
Vista general del lado oeste.
Decoran esta Sala una serie de pinturas que representan las cinco virtudes: Justicia, Fe, Esperanza, Caridad y Misericordia, las mismas que debían poseer los miembros del Capítulo que se reunían en esta sala. Son de Pablo de Céspedes, realizadas en 1.592, al igual que lo fueron las imágenes originales de los ocho santos sevillanos o relacionados con la ciudad que se muestran en sendos tondos distribuidos regularmente por las paredes. Hablo en pasado porque se perdieron, debido a filtraciones de agua y otros desperfectos que tardaron en ser reparados. Las que vemos en la actualidad datan de 1.668, año en que se encargó a Bartolomé Esteban Murillo otras ocho que sustituyeran a las antiguas: San Hermenegildo, San Fernando, San Leandro, San Isidoro, San Laureano, Santa Justa, Santa Rufina y San Pío. Con anterioridad, en 1.662, el artista sevillano realizó el primer encargo del Cabildo: una gran Inmaculada, pintada sobre tabla (una de las mejores que realizó en su carrera), con un marco de madera dorada tallado por Bernardo Simón de Pineda, colocada tapando el óculo central. Lástima que se sitúe a tan gran altura.

Veamos la iconografía de la sala, partiendo de la puerta de entrada y girando en el sentido de las agujas del reloj:
Los siete ángeles llamando a los réprobos.
La tormenta en el lago Tiberíades.
Santa Justa.
El éxtasis de San Juan Evangelista.
La oración en el huerto.
San Pío.
La expulsión de los mercaderes del templo.
Vidrieras con los símbolos del Cabildo, la Giralda y las jarras con azucenas, se van intercalando entre relieves y pinturas.
Alegoría del Cordero Místico.
San Isidoro.
Escena no identificada.
Cristo lavando los pies de los Apóstoles.
San Hermenegildo.
La Asunción de la Virgen.
La gran obra de sala: Inmaculada, de Murillo,
en un marco de Bernardo Simón de Pineda.
El último sermón de Cristo.
Fernando III, el Santo.
Milagro de San Juan Evangelista.
Daniel en el pozo de los leones.
San Leandro.
El Padre Eterno con los vendimiadores.
El Bautismo de Cristo.
San Laureano.
Escena desconocida, relacionada con el Purgatorio.
La traducción de la cartela es, más o menos: "porque limpiará los hijos de Leví y los afinará como a oro y como a plata."
La parábola del sembrador.
Santa Rufina.
Los grandes relieves verticales que figuran entre las columnas fueron realizados por Juan Bautista Vázquez, el Viejo y Diego de Velasco en torno a 1.582-1.584. Representan La Asunción de la Virgen, Dos milagros de San Juan Evangelista, La expulsión de los mercaderes del templo, El Padre Eterno con los vendimiadores, Los siete ángeles llamando a los réprobos, El éxtasis de San Juan Evangelista y La alegoría del Cordero Místico.
Los relieves de formato rectangular fueron realizados en torno a 1.590 por Marcos Cabrera y representan El ultimo sermón de Cristo, Daniel en el pozo de los leones, El Bautismo de Cristo, La tormenta en el mar Tiberíades, La parábola del sembrador, La oración del huerto, San Pedro contemplando los animales inmundos y Cristo lavando los pies a los Apóstoles.
Pedro de Medina Valbuena doró los paramentos de la sala y Murillo restauró las pinturas de Céspedes que representaban a las Virtudes.
Preside la Sala Capitular un magnifico sillón de caoba tallada en 1.592 por el escultor Diego de Velasco, precedido por el escaño del secretario, obra del mismo artista y realizado también con excelente diseño. 
Mesa y escaño, ambos de caoba. Diego de Velasco, 1.592.
En la actualidad, la Sala Capitular se usa como tal tan solo una vez al año, durante la Semana Santa, aunque en otras ocasiones sirve para celebrar conferencias y otras reuniones culturales de la Catedral. 

Finaliza aquí la visita a la Sala Capitular.

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