Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

sábado, 16 de marzo de 2013

La Casa de Pilatos, -I. Leyenda de la Flagelación de Cristo.


También llamada a lo largo del tiempo Palacio de los Adelantados, Casa de Alcalá de los Gazules, Palacio de los Marqueses de Tarifa o Palacio de San Andrés, la Casa de Pilatos, actual Palacio de los Duques de Medinaceli, se asienta sobre un primitivo palacio de estilo mudéjar mandado construir por Pedro I. Con este fin importó del Reino de Granada los artesanos necesarios para la realización de yeserías, techos artesonados, azulejos y demás obras necesarias.

Casa de Pilatos. Entrada principal.
Su planta y alzado reflejan un conjunto desigual, ya que es el resultado de un largo proceso constructivo progesivo, con paulatina incorporación de fincas e incluso calles colindantes, llegando a estar enlazado, hasta el siglo XVIII, con la iglesia de San Esteban mediante un arquillo. En el archivo del Palacio se conservan escrituras de compras de las casas colindantes fechadas en 1.481, 1.483, 1.484, 1.487, 1.490, 1.493, 1.501, 1.510, 1.512, 1.517, 1.530, etc. En resumen, podemos decir que este conjunto se inició en las dos últimas décadas del siglo XV por el matrimonio integrado por don Pedro Enríquez, Adelantado Mayor de Andalucía, y doña Catalina de Ribera, a la que ya he mencionado como impulsora del Hospital de las Cinco Llagas.
Casa adjunta al Palacio, por la que se inicia la visita turística.
Fallecidos don Pedro en 1.492, en el viaje de regreso a Sevilla tras la conquista de Granada, y doña Catalina en 1.505, fue el hijo de ambos, Fadrique Enríquez de Ribera, también Adelantado Mayor de Castilla, el que continuará las obras del Palacio. Ello supone un cambio importante, ya que al volver a Sevilla en 1.520, tras una peregrinación a Tierra Santa, y habiendo conocido en el viaje pujantes ciudades como Milán, Venecia, Roma, Florencia o Génova, introduce en Sevilla las primeras muestras de arte renacentista, con abundancia de mármoles en revestimientos, estatuas, fuentes, escaleras y sepulcros para honrar a sus antepasados.

De esta época se supone el origen de la denominación “Casa de Pilatos”, aunque se da una doble versión. Según la tradición popular, a todas luces incierta, el Adelantado Mayor reprodujo en su palacio la casa que poseía el Prefecto de Judea en Jerusalén. Sin embargo, como he comentado antes, la casa refleja el influjo que los entonces modernos renacentistas italianos tuvieron sobre don Fadrique.
Distintas vistas del zaguán de entrada para las visitas turísticas.
La otra versión nos cuenta que el ilustre viajero comprobó personalmente que el número de pasos que separaba la residencia de Pilatos (o más correctamente Pilato) del monte Calvario era exactamente la misma que la que separaba el palacio del humilladero existente en la Cruz del Campo. De hecho, esta coincidencia dio lugar al inicio de la tradición de realizar un Vía Crucis que partía del palacio (en la fachada se puede observar el azulejo de la Primera Estación y la cruz que señalaba el inicio del recorrido) hasta la Cruz del Campo, acontecimiento considerado por algunos como el germen de las procesiones de la Semana Santa sevillana.
Cruz de inicio del Vía Crucis a la Cruz del Campo.
Azulejo que establece el lugar de la Primera Estación del Vía Crucis.
Imagen antigua del Templete de la Cruz del Campo.
Falleció don Fadrique en 1.539 sin descendencia, legando en la persona de su sobrino Per Afán de Ribera el Palacio de los Adelantados, que por tal nombre se conocía al edificio en la época, además de una inmensa fortuna. En 1.554, Felipe II le nombró Virrey de Cataluña y cuatro años después le otorgó el título de Duque de Alcalá de los Gazules y Virrey de Nápoles, el título más preciado de la nobleza española. El nuevo propietario, entre 1.569 y 1.571, mandó realizar en la Casa de Pilatos una serie de reformas que afectaron a la decoración del patio principal y al sector del llamado Jardín Grande y que, por desgracia, no pudo llegar a ver concluidas por fallecer el mismo año 1.571.

El resultado final de tanta obra y tanto añadido fue un palacio de planta irregular con nada menos que diez mil metros cuadrados de superficie, el segundo de la ciudad tras los Reales Alcázares.
Puerta de acceso al Patio Principal, vista desde el interior del mismo.
Se accede al palacio a través de un portal de mármol (las visitas turísticas lo hacen desde una puerta lateral, en un esquina del patio), realizado por el genovés Antonio María Aprile en 1.529, de estilo renacentista y rematado por una crestería gótica, que parece ser fue traída del palacio que los promotores del edificio tenían en Bornos. Representa un arco triunfal romano en cuyas enjutas colocó medallones con las efigies de César y Trajano, los dos emperadores romanos más vinculados con la ciudad.

En el porticado Patio Principal, una fuente de mármol blanco, también de origen genovés hace de centro, rodeada por cuatro estatuas de gran tamaño en sendas esquinas; tres de ellas romanas (Minerva, una musa danzante y Ceres) y una escultura griega de la diosa Pallas-Atenea que sigue un modelo de Fidias, original del siglo V a. C.
Fuente del Patio Principal, con el dios Jano arriba y la diosa Minerva al fondo.
Diosa Ceres, a la entrada del Patio.
Patio Principal, visto desde la planta alta.
Galería porticada de la planta baja.
Rodeando la galería baja del Patio Principal hay veinticuatro medallones, con bustos que representan emperadores romanos y españoles y otros personajes relevantes: Mario, Marco Agripa, Valerio, Trajano, Tiberio, Vitelio, Lucio Vero, Antonio Pío, Marco Tulio Cicerón, Carlos V, Turita, Aníbal, Scipión el Africano, Calígula, Máximo, Tito, Quirino, Rómulo, Filipo, Adriano, Marco Aurelio, Vespasiano, Máximo y Marco Aurelio.
Bustos de la galería de la planta baja.
Busto del Emperador Trajano.
Pinturas murales realizadas al fresco decoraron las galerías alta y baja del patio principal, así como algunas estancias. Representaban escritores del mundo clásico, Cicerón, Homero, Horacio, Quinto Curcio, Tito Livio y Virgilio, con textos de sus principales obras en un basamento inferior. Desgraciadamente, durante una de las frecuentes epidemias que sufría la ciudad se tomó la decisión de encalar todos los muros, lo que provocó la desaparición y posterior olvido de dichas pinturas. En los años setenta del siglo pasado fueron redescubiertas y restauradas parcialmente en algunas zonas, aunque lo rescatado no permite imaginar el conjunto de lo que allí se mostraba.

Justo a la derecha de la entrada al Patio Central se encuentra el Salón del Pretorio, una estancia alargada claramente mudéjar. Fue construido en los años treinta del siglo XVI, fruto de la ampliación renacentista del patio. Conserva todos sus elementos originales, incluso la carpintería de taracea mudéjar en la que se puede aún distinguir restos de la antigua policromía, obra del mismo autor que el bello artesonado de casetones. En su centro, se sitúan las armas de su linaje desde los padres de Fadrique Enríquez hasta sus bisabuelos. Azulejos de cuenca o arista cubren sus muros como los del resto del palacio, que cuenta con hasta ciento cincuenta diseños diferentes.
Salón del Pretorio. Puerta de entrada, prácticamente idéntica a algunas del Alcázar.
Detalle ornamental de la puerta.
Detalle de azulejo del Salón del Pretorio.
Salón del Pretorio. Vista general.
Salón del Pretorio. Artesonado mudéjar.
Escudos de armas desde los bisabuelos de Fadrique Enríquez de Ribera.
Salida del Salón del Pretorio al Jardín Chico.
A través de él accedemos al Jardín Chico. Hasta principios del siglo XX, el espacio que hoy constituye un único jardín, estuvo dividido en dos espacios separados por unas construcciones carentes de interés, cuyo derribo permitió ampliarlos y unificarlos. Un estanque, cuyo surtidor está adornado por un bronce que representa al joven Baco, obra de Mariano Benlliure, recuerda el derecho que tenía este palacio de contar con "agua de pie", es decir, con una conexión directa con los Caños de Carmona, el símbolo más claro de distinción social. Como muestra, baste decir que en esa época, tan sólo veinte familias de la ciudad disfrutaban de tal derecho.
Restos arqueológicos en la entrada del Jardín Chico.
Ventana de la Sala Dorada, con reja renacentista.
Lateral derecho del Jardín Chico.
Adorno en el Jardín Chico.
El joven Baco, de Mariano Benlliure, en el estanque.
Diferentes rincones del Jardín Chico.
Puerta de entrada a la Sala Dorada.
Tras recorrer el jardín, entramos en la Sala Dorada, pequeña habitación llamada de esta forma por el acabado que muestra el artesonado del techo. En las paredes podemos ver numerosas muestras de arte romano, procedentes de la vecina Itálica. 
Artesonado que da nombre a la Sala Dorada.
Piezas arqueológicas mostradas en la Sala Dorada.
Siguiendo el pasillo, volvemos al Salón del Pretorio y, a través de él, al Patio Principal. Seguimos rodeándolo en el sentido contrario de las agujas del reloj, y encontramos una puerta enmarcada por amplias yeserías. Se trata del Salón del Descanso de los Jueces, la mayor estancia del palacio. Hace función de antecapilla, y sus muros están vestidos, como en casi toda la planta baja, con la extraordinaria colección de azulejos que don Fadrique Enríquez encargó al taller de los hermanos Polido, alfareros de Triana, entre 1.536 y 1.538. En el centro del salón, destaca la portada de la Capilla, de fina yesería de motivos góticos isabelinos y que aún conserva sus puertas originales, con bellísima policromía del siglo XV, en la que resalta el escudo que combina las armas de Enríquez y Sotomayor.
Salón del Descanso de los Jueces.
Artesonado del Salón del Descanso de los Jueces.
La Capilla de la Flagelación, la estancia más antigua del palacio, la que más se acerca al estilo mudéjar, aunque la bóveda, a tenor de la foto, es típicamente gótica. Desgraciadamente, en estos momentos no es visitable. Según indica la página web de la Casa de Medinaceli, conserva el único zócalo de azulejos del palacio, y uno de los pocos de Sevilla, realizados con la técnica de cuerda seca.
Capilla de la Flagelación.
La figura que vemos sobre el altar, recubierto de iguales azulejos, está fechada en el siglo IV d.C. Representa el Buen Pastor, cuyo origen, según los estudiosos de la simbología religiosa, procede del Mercurio romano quien, además de mensajero de los dioses, era protector de pastores y viajeros.
El centro de la estancia está ocupado por una columna de mármol de algo más de un metro de alto, que guarda en su interior (según la tradición popular),  un pequeño fragmento de la auténtica columna a la que Jesucristo fue atado para ser flagelado. También se afirma que el resto de la estancia imita el lugar del palacio de Pilatos en el que se produjo este hecho.

Terminamos aquí la primera parte de la visita.

La Casa de Pilatos, -II y final. Leyenda de san Pedro y el gallo.

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