Corría el año de 1.500 cuando doña Catalina de Ribera, viuda de Pedro Enríquez de Quiñones (IV Adelantado Mayor de Sevilla, conde de los Molares y marqués de Tarifa) y señora del Coronil y las Aguzaderas, recibía la bula pontificia concedida por Alejandro VI que le permitió fundar una fundación de caridad, situada en la calle Santiago, dedicada a hospital para mujeres pobres.
Doña Catalina de Ribera. Azulejo de la fuente del
Paseo que lleva su nombre en los Jardines de Murillo.
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Cuarenta y seis años más tarde, ya fallecida en 1.505 doña Catalina, su hijo y entonces Adelantado, Fadrique Enríquez de Ribera, pone fin a las estrecheces del primitivo emplazamiento al escoger una explanada que había frente al arco de la Macarena para ordenar la construcción de un nuevo edificio.
Hospital de las Cinco Llagas. Sede del Parlamento de Andalucía. |
El trabajo le fue encomendado a Martín de Gaínza, quien dirige las obras hasta su muerte en 1.556. Le sucedió en 1.558 Hernán Ruiz II, inaugurándose un año más tarde, aunque la obra no llegó a acabarse nunca, registrándose continuas intervenciones a lo largo de los años. El control de la edificación corrió a cargo de los priores de los conventos de Santa María de las Cuevas, San Isidoro del Campo y San Jerónimo de Buenavista, patronos de la institución, que dictaron el estilo renacentista de la época.
El edificio resultante constituyó el de mayor superficie del Reino hasta la construcción de El Escorial, y el mayor hospital existente en toda Europa durante casi doscientos años. Estaba dotado en su momento de condiciones higiénicas excepcionales, como cloacas o abastecimiento de agua por medio de un acueducto, con una capacidad de tres mil camas.
Torreón del Parlamento (esquina calle San Juan de Ribera). |
Constó finalmente de nueve patios (de los diez programados, aunque actualmente solo se conservan ocho: de la Farmacia, de San Carlos, del Recibimiento, del Alcohol, del Cobalto, del Cardenal, de la Fuente y de las Flores. El espacio interior se organiza alrededor de ellos mediante amplias galerías dotadas de numerosas ventanas, que facilitan la entrada de sol y la ventilación exterior, con el fin de mejorar la salud de los enfermos.
La inauguración del hospital tuvo lugar en 1.559, realizando durante su existencia una gran labor asistencial, especialmente en épocas de inundaciones o epidemias. Desde su apertura estuvo en manos privadas hasta la Desamortización de Mendizábal, pasando a ser en 1.837 Hospital General de la ciudad.
Monumento a Hércules (esquina calle San Juan de Ribera). |
Torreón del Parlamento (esquina calle Don Fadrique). |
Sigue funcionando como hospital hasta febrero de 1.972, momento en que el edificio debe ser abandonado debido a su pésimo estado de conservación, aunque se siguen manteniendo algunos servicios sanitarios. El cierre de esta institución fue el resultado natural del paso del tiempo y de los avatares históricos y políticos, que lo sumergen en una aguda crisis ya en el siglo XIX, en que el hospital no es ajeno a las turbulencias políticas, continuada en el siglo XX, donde la convivencia en el mismo edificio de distintas instituciones sanitarias, acentúa la lucha por sus recursos y sus espacios, dejando de lado la urgente conservación.
Fachada lateral (calle San Juan de Ribera). |
Queda abandonado (y expoliado) durante catorce años hasta la cesión gratuita a la Junta de Andalucía, que decide instalar allí el Parlamento Andaluz. Recuerdo que, siendo niño, mi abuela y mis tías, que vivían en la calle Relator, próxima a la Plaza del Pumarejo, me llevaban a la inmensa explanada que había delante de las ruinas del Hospital para pasar el día, como quien va al campo; aunque, en aquella época, aquello era campo.
En 1.986 se elaboran los primeros proyectos de rehabilitación a cargo de los arquitectos Pedro Rodríguez y Alfonso Jiménez. Un año más tarde, se inician las obras que concluyen en 1.992. El 28 de febrero de ese año el Parlamento de Andalucía estrenó su sede.
Fuente en el exterior del hospital.
La fachada se articula en dos plantas sostenidas por pilastras, con numerosos vanos. La planta baja nos muestra sendas ventanas en cada vano, de pequeño tamaño, en tanto que las de la planta alta son de mayor tamaño, flanqueadas por balaustres y coronadas por frontones triangulares. Remata el muro una larga balaustrada.
En el centro de la fachada principal se sitúa la portada de acceso principal del edificio, terminada en 1.617 por Miguel de Zumárraga. Es de tipo retablo, con dos cuerpos. El primero presenta dos pares columnas toscanas de fustes estriados, pareadas y con sendas hornacinas entre ellas, que soportan un balcón corrido con balaustrada. En el arquitrabe aparece una lápida con la una inscripción en latín, que traducida dice:
"Doña Catalina de Ribera, y don Fadrique Henríquez de Ribera, Marques de Tarifa, Adelantado del Andalucía, con no menor gusto que piedad mandaron hacer este amplísimo Hospital para curar pobres, intitulado de las Cinco Llagas de JesuChristo; y los Reverendísimos Patronos y Administradores de su hacienda, para más perfecta memoria de tan grandes Príncipes, hicieron esta puerta en el año de 1617".
La puerta del balcón está enmarcada por otras dos columnas, jónicas en este caso, con metopas a ambos lados y rematada por un tímpano en el que dos ángeles sostienen el escudo nobiliario con cinco racimos de uvas, que representan las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo. Sobre la portada se abren dos buhardillas, con vanos adintelados flanqueados por pilastras rematadas en ménsulas y frontón curvo. Se remata el conjunto con una cruz de cerrajería.
Plano del Hospital. Francisco de Barrios 1.633.
Corredores del Hospital.
Patio del Cardenal.
La efigie es de Plácido Fernández Viagas, primer Presidente de la Junta de Andalucía, y recoge el momento de la firma del Pacto de Antequera, en 1.978, en el que las once formaciones políticas existentes en Andalucía en ese momento acordaron solicitar la vía del artículo 151 de la Constitución para la obtención de la autonomía.
El elemento más original del hospital es su iglesia, situada de forma en el patio central y de mayor altura que el resto del edificio. La planta es de cruz latina con brazos cortos, ábside semicircular, cuatro capillas laterales y sacristía rectangular tras ella. Su ejecución corresponde a Hernán Ruiz II. Dos originales características confluyen en esta iglesia: estar situada exenta en el patio, sin adosar a ningún muro, y ser el primer templo de la ciudad de los llamados “de cajón”, morfología que luego se extendió a tantas iglesias de Sevilla.
Iglesia del Hospital, en el Patio Principal. A la izquierda hay un busto que homenajea a Blas Infante, Padre de la Patria Andaluza.
El templo posee tres entradas. La principal, de mármol rojo, ofrece esquema de arco triunfal, con dos cuerpos, dórico el bajo y jónico el superior, rematados por un frontón recto, adornado por tres pináculos. El primer cuerpo muestra un vano de medio punto, sobre el que vemos los relieves de las virtudes teologales, labrados por Juan Bautista Vázquez, el Viejo en 1.564. Enmarcan el vano dos pares de columnas jónicas de fustes estriados, que en el segundo cuerpo pasan a ser corintias, flanqueando una hornacina con intradós dotado de casetones.
Las otras dos portadas, situadas en los laterales, siguen el mismos esquema que la principal, aunque mucho más sobrias en su ejecución.
Portada de la Iglesia.
Las Tres Virtudes. |
Arranque de la escalera desde la galería del patio principal.
En el interior, lo más destacado es su monumental orden jónico, así como las bóvedas que cubren la nave (de cañón) y el crucero (semicircular).
En la cabecera se sitúa el retablo mayor, cuyo diseño se atribuye a Asensio de Maeda, y la ejecución de las pinturas, fechadas en 1.602, al pintor rondeño Alonso Vázquez. Consta de banco, sotobanco, tres cuerpos de tres calles cada uno y ático.
Retablo Mayor.
Primer cuerpo: San Sebastián, San Laureano y San Roque.
Ático: San José, El Calvario y San Juan Bautista. Arriba del todo se observa el escudo con las Cinco Llagas de Jesucristo.
Panel de votaciones.
En el crucero principal del Hospital encontramos dos bóvedas, una a cada lado. Antiguamente se aprovechaba la excelente acústica para instalar allí, en los días preceptivos, un altar desde el que los enfermos impedidos pudieran oír la Santa Misa. La orientada al este se encuentra adornada mediante labores de yeserías de tipo geométrico, en tanto que la occidental se apoya sobre arcos escarzanos, estando adornada con círculos concéntricos que forman casetones curvados.
Crucero Principal, en el momento de la visita se exponía una muestra de planos y fotografías antiguos sobre el Hospital de las Cinco Llagas.
Bóvedas del crucero principal.
Sala multiusos.
El artesonado de esta sala es el único original que se conserva.
Sin embargo, el Hospital de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo (que tal era su primitiva denominación), no sólo es conocido por su antigüedad y a su artística construcción o por ser la sede del Parlamento Andaluz, sino por su fantasma particular: sor Úrsula.
Existe constancia histórica de que en los años treinta del siglo XVIII existió una monja dela Caridad de nombre sor Úrsula. La citada monja monja tenía fama, al parecer, de tratar a los pacientes con extremada dureza y en ser inflexible en lo que a las normas establecidas se refería. Sor Úrsula falleció durante una epidemia de peste, víctima de la misma enfermedad de la que atendía a sus enfermos, que verdaderamente no lloraron demasiado su pérdida.
Tras la muerte de sor Úrsula se comenzó a manifestar el fantasma de una monja en el hospital. Según cuenta la leyenda, algunas noches aparecía la monja espectral en las salas de los enfermos, se paraba junto a uno de ellos, se agachaba y le arreglaba las ropas de cama. Indefectiblemente, el enfermo así atendido era el siguiente que moría en el hospital. Ni que decir tiene que si nadie quería ver a sor Úrsula en vida, menos ganas aún se tenía de verla después de muerta.
Las apariciones de la monja fantasma se sucedieron durante toda la existencia del Hospital, pero comenzaron a recogerse de forma más concienzuda en los últimos setenta años. Figura de monja neblinosa y con cierto brillo, manojo de llaves que tintinean, frío repentino, “olor a hospital”, gritos de dolor, lamentos y llantos de niños son síntomas que acompañan habitualmente al visitante del Hospital.
Testigos de las apariciones han sido enfermos, (a veces varios enfermos ven a la monja a la vez, como le sucedió a Manuel Moreno y a su vecino de cama en 1.965), vecinos (es frecuente ver desde los edificios cercanos o desde la misma calle a la monja a través de las ventanas; caso de Antonio Muñoz en 1.975, de Esperanza García en 1.980, de Carmen Cruz en 2.002), habitantes del Hospital (caso de Manuel Fernández, hijo del fogonero del Hospital, que veía pasar las camillas con los cadáveres camino del depósito sin nadie que las dirigieran), chatarreros que entraban a “rebuscar” hierro en los años en que el edificio estuvo cerrado (L.G.G. en 1.982), personal encargado de la remodelación del edificio (Carlos Ruiz y compañeros) e incluso políticos (tanto Plácido Fernández Viagas, primer Presidente de la Junta de Andalucía como José Antonio Marín Rite, ex-Presidente del Parlamento la vieron varias veces). Las limpiadoras nocturnas se ven obligadas a realizar su trabajo en grupo, ya que solas no se atreven.
Sin embargo, los testimonios que más impresionan por su número y espectacularidad son los sucedidos a los vigilantes nocturnos del edificio. Siendo oficio de gente bregada y con nervios templados, los vigilantes que han pasado por el Hospital ofrecen relatos auténticamente escalofriantes: la visión de la monja, detalladamente descrita por varios de ellos, gritos desgarradores de niños y mujeres, puertas que se abren y cierran solas, súbitas bajadas de temperatura sin corrientes de aire, piedras que surgen de la nada e impactan en sus cuerpos, alaridos y quejidos en habitaciones cerradas, grifos accionados sin nadie presente o ascensores que suben y bajan estando todo cerrado. No es de extrañar que los destinados a este lugar recibieran tantas bajas laborales por motivos psicológicos.
En la actualidad siguen los incidentes, aunque parece que se van espaciando en el tiempo. Supongo que la costumbre de convivir con sor Úrsula también tendrá algo que ver.
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