Corría el año de 1.576 cuando Teresa de Jesús llegaba a Sevilla
con la intención de fundar el undécimo convento de carmelitas descalzas. Se
encontró con una ciudad rica, en la que abundaba el dinero fácil procedente de
las Indias y, como consecuencia, la gente de mala vida que suele ir asociada a
estas situaciones. También comprobó que en Sevilla hacía calor, mucho calor,
que no tenía un marevedí y que tan solo le acompañaban cuatro monjas, tan
pobres y cansadas como ella.
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Actriz representando a Santa Teresa (en pleno mes de agosto merece un premio). |
Se instalaron inicialmente en unos cuartos que les fueron cedidos en la calle de las Armas, actual Alfonso XII, junto al desaparecido convento de la Asunción. Se trataba de un lugar feo, sucio, con bichos de todo tipo corriendo sobre los jergones y el escaso mobiliario. Aunque más escaso quedó tras su primera noche, en que vecinos de la calle arramblaron con lo poco que allí había, incluido el infiernillo que debían usar para preparar la comida.
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Otro momento del paseo. |
Teresa empezó a buscar mecenas por la ciudad, pero no había
manera. Tan solo consiguió buscarse enemigos
entre los carmelitas calzados (como en la Fórmula 1, tu principal
competidor es tu compañero de equipo), el clero (incluido el arzobispo, que no
quería más conventos pobres que mantener), parte de la nobleza e incluso la
Inquisición, que llegó a abrirle proceso tras denuncia de una novicia resabiada
llamada María del Corro.
La salvación estaba dentro de su propia familia. Su hermano,
Lorenzo Cepeda, regresó de tierras americanas convertido en rico hombre,
socorriendo a la santa, que pudo trasladarse a una casa de la calle Zaragoza
(antigua Pajería), zona de más que dudosa reputación.
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Uno de los antiguos emplazamientos del convento. |
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Zaguán del edificio. |
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Lápida en que se recoge este hecho. |
Diez años después de la llegada de Teresa a Sevilla (y ya
fallecida), se muda la congregación a su ubicación definitiva, en plena judería,
bajo la dirección de San Juan de la Cruz, que lo organizó todo e incluso firmó
las escrituras. El lugar había sido propiedad de la Orden de Alcántara, vendida
más tarde a Diego de Llerena. Heredada por su hija, se traspasó la propiedad al
banquero Pedro de Morga, quien erigió un palacio en los terrenos, que aún forma
parte de la zona más antigua del convento. Tras ruina del banquero, la finca
salió a subasta, adquiriéndola Alonso de Paz, al que la adquirieron en 1.586
las monjas descalzas. Con los años se amplió la fundación mediante la compra de
varias casas aledañas, lo que explica el trazado enrevesado del convento.
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Fachada del convento de las Teresas. |
Para todo este trasiego de compras, se contaba con el socorro de
Lorenzo Cepeda, del banquero Pedro de Morga (hasta su ruina) y del arzobispo
Cristóbal de Rojas quien, tras reunión personal mantenida con la santa años
antes, le había concedido una limosna mensual.
Durante este tiempo, la guerra ya pública y notoria entre
carmelitas calzados y los reformistas descalzos llegó a tal punto que la santa
abulense hubo de suspender durante cuatro años nuevas fundaciones. Tras este
paréntesis temporal, Teresa siguió con su tarea, muy maltrecha
físicamente, hasta completar los
diecisiete conventos descalzos fundados por ella: Ávila, Medina del Campo,
Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas
de Segura, Sevilla, Caravaca de la Cruz, Villanueva de la Jara, Palencia,
Soria, Granada y Burgos.
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Convento de San José, en Ávila, el primero fundado por Santa Teresa. Cortesía de Ramón Durán. |
El cuatro de octubre de 1.582 falleció en el convento de Alba de
Tormes. Curiosamente, ese mismo día el calendario juliano fue sustituido
por el calendario gregoriano en España, por lo que el día pasó a ser
viernes, 15 de octubre. En el curso de varias exhumaciones y traslados que
terminaron en el mismo lugar en que empezó, su cuerpo incorrupto fue despojado de
varias partes, conservadas como reliquias:
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El brazo izquierdo y el corazón de Santa Teresa se guardan en sendos relicarios en el museo de la iglesia de la Anunciación en Alba de Tormes. |
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Sepulcro de la santa, en el mismo templo. |
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El pie derecho, junto con parte de la mandíbula superior, se venera en la iglesia de Santa María della Scala, en Roma. Wikipedia. |
Además, el ojo izquierdo y la mano derecha están en Ronda. Esta es la famosa mano que Franco conservó hasta su muerte y que siempre viajaba con él. La mano izquierda se guarda en el convento carmelita de San Alberto en Lisboa; un dedo, en la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto en París; otro dedo en Sanlúcar de Barrameda; deedos y otros restos santos, esparcidos por España y el resto del mundo cristiano.
Llegamos al convento de San José del Carmen una tarde-noche sofocante del agosto sevillano que tanto disgustaba a la santa, en el curso de una ruta cultural organizada. La fachada es pequeña y sencilla, con un único rasgo distintivo, como es el caso del gran tejaroz, poco frecuente en los conventos sevillanos, que cubre el vano rectangular.
El locutorio separa
las zonas seglar y de clausura mediante una reja relativamente moderna. En la
pared cuelga una reja de una ventana de la época original del cenobio, así como
algunos cuadros. Cubre la estancia un artesonado en el que tanto las jácenas
(vigas maestras) como las jaldetas (vigas transversales) y las tabicas (tablas
planas entre las anteriores) están decoradas con grutescos y escudos, con
dibujos de animales y plantas alternando con motivos heráldicos sobre fondo
rojo.
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La reja en el locutorio separa la zona pública de las estancias de clausura. |
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El artesonado de la sala es precioso. |
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De la pared cuelga una reja que pertenecía al primitivo convento. |
Termina aquí la primera parte de la visita, que continúa en el interior de la iglesia.
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