Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad.

Historia, leyendas y curiosidades de nuestra ciudad y sus alrededores

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Convento de San José del Carmen (Las Teresas), -I. Santa Teresa de Jesús en Sevilla.

Corría el año de 1.576 cuando Teresa de Jesús llegaba a Sevilla con la intención de fundar el undécimo convento de carmelitas descalzas. Se encontró con una ciudad rica, en la que abundaba el dinero fácil procedente de las Indias y, como consecuencia, la gente de mala vida que suele ir asociada a estas situaciones. También comprobó que en Sevilla hacía calor, mucho calor, que no tenía un marevedí y que tan solo le acompañaban cuatro monjas, tan pobres y cansadas como ella.
Actriz representando a Santa Teresa
(en pleno mes de agosto merece un premio).
Se instalaron inicialmente en unos cuartos que les fueron cedidos en la calle de las Armas, actual Alfonso XII, junto al desaparecido convento de la Asunción. Se trataba de un lugar feo, sucio, con bichos de todo tipo corriendo sobre los jergones y el escaso mobiliario. Aunque más escaso quedó tras su primera noche, en que vecinos de la calle arramblaron con lo poco que allí había, incluido el infiernillo que debían usar para preparar la comida.
Otro momento del paseo.
Teresa empezó a buscar mecenas por la ciudad, pero no había manera. Tan solo consiguió buscarse enemigos  entre los carmelitas calzados (como en la Fórmula 1, tu principal competidor es tu compañero de equipo), el clero (incluido el arzobispo, que no quería más conventos pobres que mantener), parte de la nobleza e incluso la Inquisición, que llegó a abrirle proceso tras denuncia de una novicia resabiada llamada María del Corro.
La salvación estaba dentro de su propia familia. Su hermano, Lorenzo Cepeda, regresó de tierras americanas convertido en rico hombre, socorriendo a la santa, que pudo trasladarse a una casa de la calle Zaragoza (antigua Pajería), zona de más que dudosa reputación.
Uno de los antiguos emplazamientos del convento.
Zaguán del edificio.
Lápida en que se recoge este hecho.
Diez años después de la llegada de Teresa a Sevilla (y ya fallecida), se muda la congregación a su ubicación definitiva, en plena judería, bajo la dirección de San Juan de la Cruz, que lo organizó todo e incluso firmó las escrituras. El lugar había sido propiedad de la Orden de Alcántara, vendida más tarde a Diego de Llerena. Heredada por su hija, se traspasó la propiedad al banquero Pedro de Morga, quien erigió un palacio en los terrenos, que aún forma parte de la zona más antigua del convento. Tras ruina del banquero, la finca salió a subasta, adquiriéndola Alonso de Paz, al que la adquirieron en 1.586 las monjas descalzas. Con los años se amplió la fundación mediante la compra de varias casas aledañas, lo que explica el trazado enrevesado del convento.
Fachada del convento de las Teresas.
Para todo este trasiego de compras, se contaba con el socorro de Lorenzo Cepeda, del banquero Pedro de Morga (hasta su ruina) y del arzobispo Cristóbal de Rojas quien, tras reunión personal mantenida con la santa años antes, le había concedido una limosna mensual.
Durante este tiempo, la guerra ya pública y notoria entre carmelitas calzados y los reformistas descalzos llegó a tal punto que la santa abulense hubo de suspender durante cuatro años nuevas fundaciones. Tras este paréntesis temporal, Teresa siguió con su tarea, muy maltrecha físicamente,  hasta completar los diecisiete conventos descalzos fundados por ella: Ávila, Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca de la Cruz, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos.
Convento de San José, en Ávila, el primero fundado por Santa Teresa.
Cortesía de Ramón Durán.
El cuatro de octubre de 1.582 falleció en el convento de Alba de Tormes. Curiosamente, ese mismo día el calendario juliano fue sustituido por el calendario gregoriano en España, por lo que el día pasó a ser viernes, 15 de octubre. En el curso de varias exhumaciones y traslados que terminaron en el mismo lugar en que empezó, su cuerpo incorrupto fue despojado de varias partes, conservadas como reliquias:
El brazo izquierdo y el corazón de Santa Teresa se guardan en sendos relicarios en el museo de la iglesia de la Anunciación en Alba de Tormes.
Sepulcro de la santa, en el mismo templo.
El pie derecho, junto con parte de la mandíbula superior, se venera en la iglesia de
Santa María della Scala, en Roma. Wikipedia.
Además, el ojo izquierdo y la mano derecha están en Ronda. Esta es la famosa mano que  Franco conservó hasta su muerte y que siempre viajaba con él. La mano izquierda se guarda en el convento carmelita de San Alberto en Lisboa; un dedo, en la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto en París; otro dedo en Sanlúcar de Barrameda; deedos y otros restos santos, esparcidos por España y el resto del mundo cristiano.

Llegamos al convento de San José del Carmen una tarde-noche sofocante del agosto sevillano que tanto disgustaba a la santa, en el curso de una ruta cultural organizada.  La fachada es pequeña y sencilla, con un único rasgo distintivo, como es el caso del gran tejaroz, poco frecuente en los conventos sevillanos, que cubre el vano rectangular.
Acceso al convento de San José.

Pinturas interiores en el tejaroz.
Azulejo cerámico en la calle Santa Teresa.
Accedemos al interior del convento y llegamos a un patio de pequeño tamaño, que ejerce de distribuidor. A la izquierda se encuentra la entrada a la iglesia (puerta de la epístola), al frente unas estancias y, sobre ellas, la espadaña de dos cuerpos y, a la derecha, el torno con un locutorio a su lado.
La puerta de entrada, vista desde el interior del patio.
La espadaña, vista desde el patio.
El locutorio separa las zonas seglar y de clausura mediante una reja relativamente moderna. En la pared cuelga una reja de una ventana de la época original del cenobio, así como algunos cuadros. Cubre la estancia un artesonado en el que tanto las jácenas (vigas maestras) como las jaldetas (vigas transversales) y las tabicas (tablas planas entre las anteriores) están decoradas con grutescos y escudos, con dibujos de animales y plantas alternando con motivos heráldicos sobre fondo rojo.
La reja en el locutorio separa la zona pública de las estancias de clausura.
El artesonado de la sala es precioso.
De la pared cuelga una reja que pertenecía al primitivo convento.
Termina aquí la primera parte de la visita, que continúa en el interior de la iglesia.

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