Aprovechando la amplia oferta de viajes low-cost
tan de moda en estos tiempos de crisis, un mes de enero de hace un par de años
me marqué una escapada con la señora a París, ciudad que dicen "del
amor".
Teníamos curiosidad por comprobar si seguía
teniendo el mismo encanto que cuando la visitamos por primera vez, allá por el
año noventa del siglo pasado.
Desgraciadamente, no fue así y la encontramos atestada de gente, sucia y muy mal mantenida pero, como ese no es el tema de la presente entrada, pasemos al meollo del asunto. El caso es que, paseando sin rumbo por sus calles, encontramos una iglesia abierta al público (cosa rara, al igual que en Sevilla) y, aunque en París el interior de los templos no tiene nada que ver con los españoles (están prácticamente vacíos de contenido), algo me impulsó a acercarme a este. Era la iglesia de san Fernando de Ternes y curiosamente, este san Fernando es el nuestro, o sea, Fernando III de Castilla, conquistador y patrón de la ciudad de Sevilla.
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Iglesia de san Fernando de Ternes. |
La Revolución Francesa supone la desaparición de
la parroquia Villiers la Garenne, de la que dependían los habitantes del barrio
de Ternes, que son adscritos a Neuilly, en las afueras de París.
En 1.827, el señor de Verzy cede al consejo municipal de Neuilly su mansión de
Ternes, con la condición de que en la planta baja se instalara una capilla. De
este templo original no queda más que el nombre.
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San Fernando, Cristo en la cruz y santa Teresa de Lisieux. |
El aumento de la población en la zona hace
necesaria la construcción de una iglesia. El municipio de Neully adquiere en
1.842 un solar para tal uso por un importe de 20.000 francos. El responsable
del proyecto fue el arquitecto protestante Lequeux y la inauguración por parte
del arzobispo de París, Dennis Auguste Affre, tiene lugar en 1.847, poniéndose
el nuevo templo bajo la advocación de san Fernando, en referencia a Fernando
III de Castilla, canonizado en 1.671 por el papa Clemente X.
Apenas diez años después, es preciso agrandar la
iglesia, adquiriéndose 2.250
m2 adicionales al vecino conde d’Armeillé.
Una nueva ampliación tiene lugar entre 1.872 y 1.878 a cargo de los
arquitectos Brey y Vandremer.
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Espadaña de la iglesia. |
En 1.970, la renovación de esta zona del barrio hace necesario el traslado del
templo que, piedra a piedra, es desplazado a su ubicación actual, en la plaza
de la Puerta de Ternes, tras el Palacio de Congresos.
Con el fin de adaptar la iglesia a las
disposiciones adoptadas en el Concilio Vaticano II, entre 1.990 y 1.991 se
encarga a la decoradora Madeleine Diener dicho trabajo, que conjuga los estilos
bizantino y carolingio de la iconografía del templo con la espiritualidad, la
liturgia y la catequesis actuales.
El edificio tiene la fachada de ladrillo visto,
de estilo neo-bizantino, con la puerta principal haciendo chaflán en una
esquina. Sobre unas gradas formadas por varios escalones aparecen tres arcos de
medio punto, sobre los que se muestran tres altorrelieves con las imágenes de
san Fernando, Cristo en la cruz y la santa Teresita del Niño Jesús (del autor
Georges Muguet), vistos de izquierda a derecha. Remata el muro una espadaña con
múltiples arcos que alojan las cuatro campanas de que dispone la iglesia.
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La iglesia vista desde la puerta de entrada. |
La planta es de cruz latina, con el brazo
principal cubierto por tres cúpulas de media naranja (una de ellas en el
crucero), con pinturas de los apóstoles en las pechinas, en tanto que el
presbiterio dispone de bóveda de cañón, al igual que los brazos del crucero.
Los arcos torales descansan sobre columnas pareadas de mármol, con capiteles
romano-bizantinos.
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Desde el lado del Evangelio. |
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Desde el lado de la Epístola. |
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La puerta de entrada desde el presbiterio. |
El ábside está decorado por una pintura mural de Pierre
Dionisi que
representa, en su parte baja, la Última Cena, y arriba la Exaltación de la
Eucaristía, que sirve de fondo a la escultura que nos muestra la Resurrección
de Cristo. Un relieve del Cordero preside el altar.
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La nave central se cubre con bóvedas de media naranja, en cuyas pechinas aparecen representados los doce apóstoles. |
En el brazo derecho del crucero podemos ver:
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Las pinturas representan los Sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Penitencia. |
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El relieve de mármol nos indica que este san Fernando es "el nuestro". |
En el frontal de este mismo lado veremos:
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Capilla de san José. |
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Santa Teresa de Lisieux, también conocida como santa Teresita del Niño Jesús, goza de gran veneración en toda Francia. |
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Pila Bautismal. |
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En el presbiterio se nos muestra la Resurrección de Cristo. |
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Brazo del crucero del lado izquierdo. |
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En el frente de este lado aparece la representación de La Coronación de la Virgen. |
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El Crucificado es obra de Antoine-Auguste Préault (siglo XIX). |
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La pintura que preside este lado nos muestra los sacramentos de la Confesión, el Matrimonio y la Extremaunción. |
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Imagen de san Antonio de Padua. |
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Varias vidrieras permiten el paso de luz natural hacia el interior. |
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Curiosas las Estaciones del Vía Crucis. |
Reflexión: es curioso que una ciudad tan
“fernandina” como Sevilla no tenga una iglesia con la advocación del patrón de
la ciudad y, en cambio, en un lugar tan laico como París sí exista desde hace
más de siglo y medio.
Qué cosas, ¿verdad? una iglesia en el mismísimo París dedicada a San Fernando, patrón de Sevilla y conquistador de todo el Valle del Guadalquivir. Y tiene su gracia la iglesia, muy bizantina y con pinturas y vidrieras muy coloridas. No está nada mal.
ResponderEliminarAprovecho, querido amigo, para despedirme hasta que pase el verano y se inicie el curso escolar. Ya estamos dando carpetazo por aquí. Que tengas un gran verano. Abrazos.
¿Qué tal la vuelta al trabajo, Paco?
EliminarLa verdad es que aquí en Sevilla tenemos una iglesia (y gran iglesia, además) dedicada a Luis IX de Francia, más popularmente llamada de San Luis de los Franceses. Por cierto, a ver si terminan ya la restauración, que estoy deseando ver cómo ha quedado.
Saludos.
Reflexión: es curioso que una ciudad tan “fernandina” como Sevilla no tenga una iglesia con la advocación del patrón de la ciudad y, en cambio, en un lugar tan laico como París sí exista desde hace más de siglo y medio. la-voz.net/ricardo-palma/
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