La siguiente parada en nuestro camino es la Capilla de Scalas, denominada así por ser su patrono Baltasar del Río, arcediano de Niebla, fundador de la cofradía de Nuestra Señora de la Consolación y de los Doce Apóstoles y obispo de Scalas.
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Vista general de la Capilla de Scalas. |
El sacerdote debió ser, según costumbre en la época (siglos XV-XVI), un poco de religioso y un mucho de político. Nacido en Palencia, aunque de padre sevillano, marchó a Roma anhelando prebendas que desde España sabía no podría conseguir. Logró hacerse amigo primero del cardenal de Oristán y, después, del papa Julio II quien, desgraciadamente para don Baltasar, falleció poco después. No ceja el religioso en su empeño y, durante el Concilio de Letrán, hace una exposición que tituló La expedición contra los turcos, enemigos de la fe cristiana. Debió gustar al nuevo papa, León X, la disertación, pues poco después le concedió los títulos de notario, camarero y familiar suyo, así como el beneficio de la iglesia de Santa Catalina, de Sevilla y una canonjía de la catedral de nuestra ciudad. No le bastaba a nuestro personaje, que anhelaba una mitra, aunque fuera de Segunda B. Dicho y hecho (o pedido y concedido) fue nombrado obispo de Scalas, un rincón miserable del Reino de Nápoles, con pocas rentas y, por si fuera poco, asolado en esos momentos por una epidemia de peste. Ni que decir tiene que el nuevo obispo no pisó nunca su diócesis; él deseaba tan solo el título.
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Retablo realizado íntegramente en alabastro de la Capilla de Scalas. |
En 1.520 logró el arcedianato de Niebla, reteniendo además el cargo de canónigo de la catedral de Sevilla. En aquellos días dirigía el Cabildo Catedralicio fray Diego de Deza, a quien no le gustaba el de Scalas por la fama que tenía de chivato. Al parecer, para medrar en Roma, el hombre se dedicaba a hablar al papa mal de los obispos españoles.
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La Venida del Espíritu Santo, escena principal del retablo.
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Entre 1.532 y 1.540 vive en Sevilla, ocupado en la construcción de su mausoleo y en la fundación de la cofradía antes citada, además de organizar justas literarias. Vuelve a Roma temporalmente en 1.540, con la mala suerte de que fallece en la Ciudad Eterna el uno de enero del año siguiente y que, además, aunque en su testamento especificaba que quería ser enterrado en Sevilla, es sepultado en la iglesia de Santiago de los Españoles, de Roma, junto a su hermano gemelo Francisco. Así pues, su tumba de la catedral hispalense está, como otras muchas que ya veremos, sin ocupar.
Tanto la sepultura como el retablo que se encuentra tras ella, que ocupan todo el lateral derecho de la capilla, están realizados íntegramente en alabastro por maestros italianos. El retablo, levantado sobre una tribuna elevada unos dos metros sobre el suelo de la capilla, muestra como escena principal La Venida del Espíritu Santo y, más abajo, El milagro del pan y los peces. Columnas corintias enmarcan ambos relieves, que se rematan con un frontón curvo, en cuyo tímpano se sitúa un relieve con el Padre Eterno con cruz y orbe.
Ya a nivel del suelo, aparece el sarcófago del obispo, ricamente labrado, flanqueado por dos pares de columnas platerescas y sostenido por dos infantes desnudos. En el fondo del nicho figura un medallón con un relieve de la Virgen con el Niño y, a los lados, las esculturas de San Pedro y San Pablo. El conjunto es realmente espectacular, aunque no se pueden apreciar bien los detalles desde el exterior, por estar la verja cerrada.
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Sepulcro de Baltasar del Río, obispo de Scalas. |
La pared frontal está presidida por una pequeña Virgen del Pópolo, anónimo italiano de 1.508, acompañada por varios lienzos a ambos lados.
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Virgen del Pópolo. |
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Virgen de la Granada, atribuida a Andrea della Robbia. |
Rodean a la Virgen gran cantidad de pinturas: San Ignacio y La Misericordia de Santo Tomas, anónimos del siglo XVII, un San Fernando anónimo de 1.675, La Adoración de los pastores, de Francisco Antolinez, fechada en 1.678, La Sagrada Familia, de Juan Ruiz Soriano (1.740) y La Degollación del Bautista, anónimo fechable a mediados del siglo XVII.
La capilla se cierra con una magnifica reja renacentista fechada en 1.564, cuyo autor es, definitivamente, Pedro Delgado, siguiendo las trazas de Hernán Ruiz, el joven, al igual que la baranda del presbiterio. La crestería que cubre toda la luz del ático está ocupada por completo con adornos vegetales que forman círculos en cuyo interior se sitúan las figuras policromadas de los Doce Apóstoles, presididos por la Virgen de Consolación. El dorado y la policromía corrieron a cargo de Antón Pérez. La totalidad de la reja fue restaurada en 2.011 a cargo del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), en cuya intervención se emplearon 297.990 euros.
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Tímpano de la reja renacentista de la capilla. |
Sobre esta reja se abre una vidriera gótica en la que se representan cuatro apóstoles que pueden identificarse con San Judas Tadeo, Santiago el Menor, San Felipe y Santiago el Mayor. Es obra de Enrique Alemán, quien la realizó a partir de 1.475.
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Vidriera superior. Enrique Alemán, 1.475. San Judas Tadeo, Santiago el Menor, San Felipe y Santiago el Mayor. |
La vidriera que ilumina el interior de la capilla es obra del siglo XIX, realizada en Münich. En ella se representa La Venida del Espíritu Santo, incluyendo también las figuras orantes de los dos religiosos que la costearon: el chantre Cayetano Fernández y el arcipreste Jerónimo Álvarez Troya.
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La Venida del Espíritu Santo. Münich, 1.880. |
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