Cuando Fernando III de Castilla entra en Sevilla el día de
San Clemente de 1.248, tras prolongado asedio, divide la ciudad en 24 collaciones o parroquias, a las que
añadió posteriormente la de Santa Ana, en el arrabal de Triana.
Asedio de Fernando III a la Sevilla almohade. |
Una de ellas, la collación de la Magdalena, quedó a cargo de los religiosos dominicos que asistieron a su ejército en la conquista de Sevilla, en terrenos cercanos al río, con abundantes huertas. En estos lugares se construyó la primera edificación religiosa de la parroquia, el convento de San Pablo el Real.
Fachada de la iglesia de la Magdalena a la calle San Pablo. |
Al parecer, la iglesia conventual era de estilo mudéjar,
similar a las de San Gil, Santa Marina, San Marcos o Santa Ana. Consta que en
1.350 fue prácticamente destruida por un incendio, reedificándose por orden del
rey Pedro I.
Este convento de dominicos de San Pablo, considerado en su
época el "convento más principal del Andaluzía", era la sede
residencial del Padre Provincial de la Orden de Predicadores, así como de un
renombrado centro de estudios teológicos y casa de noviciado. Al convertirse
Sevilla en la puerta de entrada y salida del Nuevo Mundo, el noviciado de San
Pablo llegó a ser el centro principal donde se formaban los frailes dominicos,
que tan relevante papel desempeñaron en la evangelización del continente
americano.
Escudo de la Orden de Predicadores, también llamada de Santo Domingo o dominicos. |
Ello llevó a la
creación de la Provincia Dominica Bética, en 1.514, por el papa León X, que le
asigna los territorios de "las
Andalucías, el Reino de Murcia, la Mancha, la mitad de Extremadura, Canarias,
Orán y las vastas regiones de Indias". En 1.518, además, el
capítulo General de la Orden ordena que el convento de Santo Domingo de la
Española y todos los conventos y lugares en las islas descubiertas en el Nuevo
Mundo dependan del prior provincial de los dominicos de Andalucía, con sede en
San Pablo el Real, lo que afianzará aún más sus vínculos americanos, aumentando
la importancia del cenobio.
El puerto de Sevilla en 1.740. |
El cardenal y arzobispo de Sevilla fray García de Loaysa y Mendoza (1.480-1.546), General de la
Orden, confesor del emperador Carlos V y presidente del Consejo de Indias, será
el encargado de organizar desde la corte las expediciones a Canarias y al Nuevo
Mundo. Tras obtener la Orden Dominica la Real Cédula de 11 de febrero de 1.509,
que concedía el pase a Indias de quince religiosos y tres personas laicas, será
su hermano mayor fray Domingo de Mendoza y Loaysa quien promueva los primeros
viajes misioneros, que partieron del convento de San Pablo el Real.
Cardenal y arzobispo García de Loaysa, General de la Orden y encargado de organizar las expediciones al Nuevo Mundo. |
Siguieron a esta misión otras muchas, de manera que diez años
después los dominicos se habían extendido por La Española, Puerto Rico, Cuba,
Jamaica, Margarita y el norte de Venezuela. En 1526 entran en México,
extendiéndose enseguida a Guatemala, toda Centroamérica y el norte de
Colombia.
Muchos fueron los misioneros vinculados al convento de San
Pablo el Real de Sevilla. De entre ellos cabe destacara fray Antón de
Montesinos, fray Bartolomé de las Casas y fray Domingo de Santo Tomás.
Fray Antón de Montesinos. Santo Domingo. |
Fray Bartolomé de las Casas. Óleo anónimo del siglo XVII. Archivo general de Indias, Sevilla. |
Fray Domingo de Santo Tomás. Anónimo del siglo XVI. Museo del Arte. Lima, Perú. |
La iglesia de Santa María Magdalena sufrió grandes
avatares a lo largo de los siglos. Entre terremotos, incendios, dejadez e
invasiones hubo de reedificarse una y otra vez. A la confusión se suma el hecho
de que existía la parroquia propiamente dicha por un lado y la iglesia del
convento por otro, uniéndose amas de forma intermitente según los vaivenes históricos.
Diferentes vistas de la parte alta de la fachada a la calle San Pablo. |
Sostiene la tradición, la primitiva iglesia (de la
parroquia) se consagró sobre una mezquita, como otras tantas de la ciudad. Hago
hincapié en lo de la tradición porque no es algo que esté demostrado desde el
punto de vista histórico.
En 1.811 tiene lugar la destrucción del templo a manos de
ejército napoleónico, obsesionados como estaban los franceses con la ampliación
de las estrechas calles y plazas sevillanas. A causa de ello, se traslada la
sede de la parroquia provisionalmente al convento dominico y se comienza a
levantar un nuevo edificio.
En lo referente al convento, el gran terremoto de 1.355
colapsó la iglesia, que hubo de reconstruirse. El nuevo templo, gótico-mudéjar,
era de tamaño mediano, con tres naves, siendo la central más ancha, y con
cubierta de madera sostenida por pilares de ladrillo. La Capilla Mayor mostraba
estilo gótico, labrada en piedra, elevándose el retablo mayor, de estilo
plateresco, sobre gradas de mármol. En la cabecera de la nave del Evangelio se
situaba la imagen de la Virgen del Amparo y, en la de la Epístola, un retablo
de San Juan Nepomuceno. También existía una capilla cerrada con rejas dedicada
a Nuestra Señora de la Palma.
El templo se hundió en 1.691 debido a la falta de cuidados
y a una deficiente traza, iniciándose al año siguiente la construcción de uno
nuevo; se encargó la tarea al ya prestigioso Leonardo de Figueroa, figura clave
del tránsito del barroco del XVII al XVIII. Las obras en el convento e iglesia
de San Pablo se prolongaron hasta 1.724, año en que tuvo lugar la consagración.
En 1.838, tras la desamortización del convento y el templo, los dominicos pierden definitivamente la propiedad, y la
iglesia se adscribe directamente a la Diócesis. El conjunto de dependencias del
convento los conservó el Estado hasta hoy (actuales dependencias anexas a la
Delegación de Hacienda), o bien las enajenó (caso del Hotel Colón, construido
sobre el magnífico claustro barroco derribado en 1.909 tras un voraz incendio). El templo a medio edificar de la parroquia es finalmente
demolido en 1.842, quedando esta definitivamente instalada en el antiguo
convento de San Pablo el Real.
Portada principal. |
El actual templo, trazado como decimos por Leonardo de Figueroa,
posee cuatro puertas, tres de las cuales se abren a la calle San Pablo. Sin
embargo, al contrario de lo que pueda parecer a primera vista, la
portada que da a la calle Cristo del Calvario es la principal, ya que se
encuentra a los pies de la cruz latina que da forma a la iglesia. Es la más
interesante desde el punto de vista artístico, si bien se utiliza en contadas
ocasiones como acceso. Está rematada por una magnifica espadaña realizada en
1.697 y restaurada en el siglo XX. Bajo la misma se encuentra un gran óculo
rodeado por pequeñas esferas de color azul que simbolizan los misterios del
Rosario. A ambos lados, sendos relojes de sol. Sobre la portada se sitúa una
escultura de Santo Tomás de Aquino.
Santo Tomás de Aquino en el tímpano. |
Óculo y espadañas. |
Completa la fachada un retablo cerámico con la imagen de Nuestra Señora del Amparo, que se venera en el interior.
Ya en la calle San Pablo, nos situamos ante la portada del lado
derecho, que comunica con el transepto de la Epístola. En ella se
encuentra una escultura de Santo Domingo de Guzmán atribuida a Pedro Roldán. En
el conjunto aparecen los símbolos habituales que se representan junto al santo:
perros con antorchas, azucenas blancas, cruz patriarcal con estandarte y estrella en la frente. Está rematada
con una buhardilla en el tejado.
Nuestra Señora del Amparo. |
Fachada de la iglesia a la calle San Pablo. |
Una de las portadas de la Epístola. |
Santo Domingo de Guzmán aparece representado en el tímpano de esta portada. |
Leyenda sobre los atributos
de Santo Domingo.
Doña Juana de Aza, madre del santo y más tarde beata, tuvo una
visión durante el embarazo. Soñó que de su vientre salía un perrito con una antorcha encendida en
su boca. Incapaz de comprender el significado de su sueño, decidió buscar consejo
en Santo Domingo de Silos, fundador del famoso monasterio. El benedictino
interpretó que el aun no nato iba a encender el fuego de Jesucristo en el mundo
por medio de la predicación. En agradecimiento, doña Juana puso a su hijo por
nombre Domingo, como el santo de Silos. Es un nombre muy apropiado, por cuanto
Domingo viene del latín dominicus,
que significa "del Señor". Utilizando un juego de palabras, se dice
que el vocablo dominicanus está
compuesto de dominus (Señor) y canis (perro), traduciéndose “dominicano”
como "el perro del Señor".
Cuenta la misma leyenda que durante el bautismo de Domingo
apareció una estrella sobre su frente.
Por medio de su vida y predicación, la Iglesia lo considera como un faro
guiando almas hacia Cristo.
La azucena como símbolo de pureza es un
atributo bastante extendido entre los santos católicos.
La Cruz Patriarcal
es característico de los fundadores de grandes familias religiosas
("patriarcas") o de importantes comunidades cristianas que han dado
origen a otras muchas. Se usa para Santo Domingo porque él fue el primero en
sacar al monje del monasterio a la ciudad, convirtiéndole en apóstol: un
religioso sin dejar de ser un monje.
El
Estandarte con el emblema dominicano
es el "escudo de armas" de Santo Domingo. Blanco y negro: pureza y
penitencia, muerte y resurrección, combinando el ideal dominicano de
mortificación y alegría, renuncia al mundo y posesión de Cristo.
Volviendo al recorrido exterior del edifico, la segunda puerta de este lateral del Evangelio, más grande y utilizada normalmente para
acceder a la iglesia, está flanqueada por pilastras sobre las que se levanta un
arco de medio punto, adornado con motivos vegetales y caritas de querubines,
con dos jarrones sobre el tímpano. Sobre la cornisa sostenida por canecillos
aparece un frontón polilobulado que enmarca un escudo de la orden dominica,
situándose sobre el conjunto un busto de San Fernando, con orbe y espada. Es la
primitiva puerta mudéjar del templo, remodelada en el siglo XVII.
Puerta habitual de entrada a la iglesia. |
La tercera, menos interesante desde el punto de vista artístico,
está chapada en metal claveteado y ostenta los escudos de la Hermandad.
Aquí vemos la otra portada del lado de la Epístola. |
Hay una serie de elementos adornan la fachada de la calle San
Pablo. Así, podemos observar tres lápidas de mármol blanco con sendas inscripciones:
Fecha de fundación del convento y de la consagración del templo:
“San Fernando III Rey de Castilla y de León fundó este
convento de S. Pablo año de MCCXLVIII en que se conquistó a
Sevilla, siendo su confesor S. Pedro González Thelmo primer
prelado de dicho convento y erigió este magnífico templo que se agregó al
de S. Juan de Letrán año de MCCXLVIII y el de MDCCXXIV a XXII de octubre
lo consagró el Excmo. Sr. D. Luis Salzedo y Azcona Arzobispo de Sevilla “
Concesión de indulgencias con motivo de su consagración:
“N. SSmo. P. Benedicto XIII del Sagrado Orden de Predicadores
por su Bulla dada en Roma apud S. Mariam Maiorem día XXII de septiembre Año de
MDCCXXIV primero de su pontificado concede para siempre a todos los sacerdotes
de dicho Orden que diciendo missa en cualquiera de los altares de las Iglesias
de su sagrada Religión saquen del Purgatorio al ánima del defunto por quien la
aplicaren”.
Consagración Episcopal de Fray Bartolomé de las Casas:
"En este antiguo convento dominico de S. Pablo el día 30 de marzo de 1544 fue consagrado Obispo de Chiapas el sevillano Fray Bartolomé de las Casas, protector de los indios del Nuevo Mundo. Mayo 1966, cuarto centenario de la muerte de este español en América."
Se puede admirar igualmente un retablo cerámico cubierto por un bonito tejaroz que representa la imagen del Santísimo Cristo del Calvario, de la fábrica de Pedro Navia, pintado por Alfonso Córdoba Romero en 1.942.
Santísimo Cristo del Calvario. |
Tan solo nos queda ya por ver un bonito
relieve labrado en mármol jaspeado de diversos colores. Procede del antiguo
convento Casa Grande de San Francisco, siendo colocado en el interior de la
capilla en 1.851, durante las obras que se acometieron para acomodar en la misma
a la entidad resultante de la fusión de las hermandades de la Quinta Angustia y
el Dulce Nombre de Jesús.
En el muro de la Epístola de la capilla
quedó (justo donde hoy encontramos el lienzo de la Inmaculada Concepción) hasta
nuevas obras realizadas entre 1.917 y 1.919, en que pasó a ocupar su actual emplazamiento
en el exterior.
Es muy posible que este medallón fuese
una losa sepulcral (en la capilla de San Pablo de la Catedral hay una muy
parecida diseñada por Valdés Leal), realizándose la inscripción antes de
colocarlo en 1.851. En el óvalo se grabó una leyenda extraída de un texto de
San Bernardo de Claraval:
“+ NIHIL
DULCIUS MIHI QUAM TECUM MURI, ET NIHIL AMARIUS QUAM VIVERE POST MORTEM TUAM,
JESU FILI MI. TU MIHI PATER, TU MIHI
SPONSUS, TU MIHI FIUIUS, TU MIHI OMNIA ERAS. NUNO ORROR PATRE VIDUOR SPONSO
DESOLOR PROLE, OMNIA PERDO FILI MI, QUID ULTRA PACIAM? LUO CARTH”.
Nada hay más dulce para mí que morir
contigo, y nada más amargo que vivir después de tu muerte, Jesús hijo mío. Tú,
padre mío, esposo mío, hijo mío, eras todo para mí. Ahora, privada del padre,
me falta el esposo, abandonada de mi prole, todo lo pierdo. Oh hijo mío qué
haré a partir de ahora?
De esta misma fecha es el escudo pontificio que corona el
medallón, realizado por Santiago Gascó, que sustituyó a la corona imperial de
yeso que había en los inicios.
Termina aquí el paseo por el exterior e historia del edificio.
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