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miércoles, 22 de junio de 2011

Metropol Parasol y Antiquarium.

Por fin he podido entresacar un rato y, en un paréntesis producido dentro del tiempo de papeleo que vivir en una ciudad grande exige, visitar las controvertidas Setas de la Encarnación o, según su nombre oficial, Metropol Parasol, obra del arquitecto berlinés Jürgen Mayer.

Antes que nada, reproduzco textualmente las características de la obra, tal y como se exponen en el mural de la entrada:

“El Proyecto Metropol Parasol de Jürgen Mayer, construido por Sacyr, es un diseño compuesto por cuatro niveles permeables y entrelazados entre sí, que alberga en la parte subterránea (-5 metros) el Museo Antiquarium; a cota de calle, el Mercado de Abastos y la zona comercial; a cinco metros se sitúa la Plaza Mayor, un espacio diáfano de 3.500 metros cuadrados concebido para albergar actividades de ocio, espectáculos y acontecimientos culturales. Sobre esta plaza se sitúa la estructura de los seis parasoles que dan forma a esta plaza de una forma no homogénea, ya que en el diseño de la misma predominan las formas curvas y el diseño reticular.

Entre dos de los seis parasoles, el este y el oeste, a 21 metros de altura, la estructura de madera envuelve un espacio de más de 800 metros cuadrados a modo de ventana panorámica, qe alberga una zona acondicionada para restauración.

Sobre estas estructuras de forma fúngica discurre una pasarela de 250 metros que tiene su inicio a una cota de 21 metros y su punto más alto en un mirador a 28, metros de altura.

La estructura de madera de Metropol Parasol, única en el mundo, mide 150 metros de longitud por 70 metros de ancho y casi 30 de alto; asimismo, contiene 3.500 piezas, unidas por casi 3.000 nudos 16 millones de tornillos. En total, 3.500 metros cúbicos en bruto de madera microlaminada de pino finés (kerto) recubiertas de poliuretano impermeable, transpirable y flexible.

Las técnicas y elementos empleados en la construcción de Metropol Parasol están avalados por los distintos ensayos efectuados por el Instituto Fraunhofer WKI, MPA Stuttgart, Hochschule Mnchen¨, Fachhochschule Augsburg, Cidenco y Vorsevi.”

Escaleras de subida y entrada al Antiquarium, vistos desde la calle Laraña.
Llegué a la plaza de la Encarnación procedente de las calles Cuna-Laraña. Cuando se sigue este camino, que pone ante nuestros ojos la iglesia del Salvador, el hospital de san Juan de Dios, el edificio Ciudad de Londres, el palacio de la Marquesa de Lebrija, el del Marqués de la Motilla, Facultad de Bellas Artes e iglesia de la Anunciación, la primera impresión que una estructura tan moderna causa ante nuestros ojos es de contraste, un enorme contraste. Esta cualidad, intrínsecamente, no es buena ni mala; todo depende de si el resultado final gusta o no, y esa valoración es tan subjetiva como los colores. 

A un servidor, haciendo abstracción de lo que ha costado (cien millones de euros, el doble de lo presupuestado inicialmente), de la enorme cantidad de tiempo que ha llevado realizar la obra (si se considera terminada) y del gran retraso (de veinte meses iniciales a sesenta) acumulado en la recuperación de este espacio para la ciudad, no le desagrada. Cierto que hay detalles que mejoraría, como la escasa presencia de asientos en la parte vieja de la plaza (si no consideramos asientos la escalera de subida a la parte alta) o la entrada del Antiquarium que, con todos mis respetos, parece la entrada a un bar de copas situado en el sótano. 
Detalle de la seta situada más al sur.
Lo que sí es cierto es que algo había que hacer con la plaza de la Encarnación. Recuerdo a los más jóvenes y a los foráneos que, (como comienzan los cuentos) hace muchos, muchos años, con motivo de la construcción de un nuevo mercado de abastos que sustituyese al entonces existente, se encontraron restos arqueológicos de diversas épocas, que obligaron a los comerciantes de dicho mercado a ocupar un local cercano “provisionalmente” (cuarenta años justos, que se dice pronto). La patata caliente ha ido pasando a lo largo de estos cuarenta años de un gobierno municipal a otro, complicándose a medida que se descubrían nuevos restos, que se discutía qué hacer con ellos, que se consideraba si se debía recalificar el terreno para viviendas (el valor económico es incalculable) o si se databa y documentaba todo y después se enterraba (algo muy de aquí). Entretanto, el barrio languidecía y se deterioraba poco a poco. Finalmente y, como dicen los compadres Rafa y Fali, "con sevillanas maneras", se decidió construir un edificio o conjunto de edificios de forma que no sólo albergara el nuevo mercado y conservara el yacimiento arqueológico, sino que además fuera la insignia de la ciudad en el exterior. Para ello se eligió el proyecto de Mayer, el más caro de los 65 presentados (¿quien dijo miedo?). 
Nuevo detalle. Según su autor, el diseño está inspirado en los ficus gigantes de la Plaza del Cristo de Burgos (vulgo san Pedro), que permiten el paso de luz a través del entramado de raíces, tallos y hojas, a la vez que proporcionan sombra.
Desde luego, la unión Sevilla-Metropol está plenamente conseguida, porque quien haya visto, proceda del país del que proceda, el Metropol Parasol, automáticamente lo asociará con la ciudad de Sevilla; al menos un servidor no ha visto en su vida nada que se le parezca ni de lejos. Otra cosa será, y aquí es el tiempo el que da y quita razones, es que el mantenimiento de la estructura y su explotación sea gravoso en mayor o menor medida para la ciudad y sus ciudadanos, que son los que a fin de cuentas pagamos el invento. Hay que tener presente que el proyecto ya se inició con la actual crisis encima y que el adjetivo “faraónico” le casa perfectamente. De hecho, las mayores críticas se centran más en el costo final (que se elevó considerablemente "por dificultades técnicas”) que en el resultado estético, aunque de todo hay. 
Desgraciadamente, mi visita coincidió con la ocupación de la plaza por los activistas del 15-M, como se puede comprobar por las fotos, por lo que no pude ver ni fotografiar a mis anchas el resultado de la zona superior de la plaza. No importa, así tengo excusa para volver otro día. 
Vista desde el lateral de la iglesia de la Anunciación.
Lo que sí pude visitar a fondo, que tal era mi primitiva intención, fue el Antiquarium, es decir, el espacio en el que se exponen los restos arqueológicos encontrados a lo largo de todos estos años. La entrada, en la que comentaba antes se podían haber esmerado un poquito más, está en la parte más cercana a calle Laraña, a través de unas escaleras que descienden hasta cinco metros por debajo del suelo o a través de una rampa de varios largos tramos a disposición de personas con dificultades de movilidad. Una pequeña crítica: con lo grande que es el solar, la rampa, que es la misma tanto para subir y bajar, es tan estrecha que no caben a la vez una persona en silla de ruedas y otra andando (de dos sillas de ruedas a la vez ni hablamos), por lo que una de las dos debe ceder el paso a la otra en todo el tramo, caso que me sucedió personalmente al encontrarme con una señora que subía en silla; el problema es que detrás mía venían una docena de personas y la amabilidad de la señora se convirtió en larga espera. 
Este conjunto de cuatro fotos se tomaron bajando la escalera de entrada. Al estar todo el lateral acristalado, se ven los restos arqueológicos incluso antes de entrar al recinto.
Una vez abajo, a la izquierda, una pequeña galería acristalada (aunque aquí abajo todo está acristalado; el presupuesto para Cristasol debe salir por un pico) nos muestra una serie de fotografías y textos explicando la historia las obras y, sobre todo, una muy interesante fotografía aérea, que reproduzco, en la que se puede apreciar el conjunto Metropol Parasol en todo su esplendor. 
Vista aérea del conjunto Metropol Parasol.
La Casa de la Columna. Se conserva el patio y el mosaico de la Medusa. 
Mosaico de la Medusa.
La Casa de la Columna desde el otro lado. Se pueden observar al fondo las escaleras de acceso y las paredes de vidrio.
Otras vistas de la Casa de la Columna. 
Al fondo se aprecia la iluminación que comento en el texto.
Una vez dentro del espacio expositivo, que por cierto me recuerda bastante al del Castillo de san Jorge en su disposición, podremos admirar restos de datan desde el siglo I hasta el siglo XII. Se trata, por tanto, de estructuras romanas, visigodas, almohades y medievales, que se han ido superponiendo a lo largo de los siglos en un mismo lugar, como se puede apreciar en los diferentes estratos. 

Piscinas de la fábrica de salzones.
Felicitación especial para el encargado de la iluminación. Todo el recinto está rodeado por una mampara de plástico traslúcido (parece policarbonato), tras la cual unas baterías de focos van cambiando regularmente de color, desde un azul intenso hasta el amarillo pálido; los colores oscuros, sobre todo azul y rojo, son magníficos como fondos de las fotografías de los restos ocres y sienas. 

El olor nos asalta nada más entrar en el recinto. Delante mío iban dos señoras que lo achacaban a la presencia de las pescaderías del mercado; mi señora afirmaba que se trataba de olores de saneamiento; sin embargo, en mi opinión, provenían de las piscinas excavadas en la roca dedicadas a la fábrica de salazón, que se muestran llenas en parte de agua que, inevitablemente son invadidas por algas y bacterias, responsables del molesto perfume. Es un punto a revisar. 
Otro aspecto a mi parecer mejorable es el de la información. Es cierto que a lo largo del recorrido hay una docena de pantallas que nos muestran detalles, fechas e imágenes de la exposición, pero suelen estar ocupados permanentemente por chavalines que se entretienen pulsando los botones o por otros visitantes. No estaría mal que, a la manera del Castillo de san Jorge, se dispusiera de postes verticales escritos que nos detallen cada zona. 
La Casa de la Columna, vista desde el otro lado.
Patio del Océano.
Mosaico de los Pájaros.
Casa del Sigma.
Casa del Sigma.
Casa del Sigma.
Casa del Sigma.
Casa de la Noria.
Casa de la Noria.
Casa de la Noria.
Bonito efecto de los distintos colores de la iluminación.
Plano del Antiquarium.
No pude subir al mirador porque la cola para el ascensor era grande y se me echaba el tiempo encima. Una razón más para volver. 

Quien haya leído estas líneas puede pensar que he destacado muchas más cosas negativas que positivas, pero quiero matizar que las negativas tienen, o parecen tener, fácil arreglo, mientras que las positivas son de bastante más peso. Destaco sobre todo el diseño del conjunto Metropol Parasol, acertadísimo en mi opinión. En primer lugar, como comentaba antes, por su exclusividad, y, segundo y más importante, por su diseño. En una Sevilla tradicionalmente rancia (como diría el maestro Paco Robles) en la que no se concibe un monumento sin un arco mudéjar o sin ladrillos vistos y azulejos, apostar por la modernidad y la frescura del Metropol Parasol me parece un ejercicio de valentía y de visión de futuro. Lo de los dineros va por otro lado.

Un último apunte que he leído en una página danesa sobre arquitectura: ¿hemos construido una promoción de áticos de lujo para las palomas o se hará algo para evitarlo antes de que suceda?

Lo prometido es deuda y, aprovechando la visita a la iglesia de san Pedro para su correspondiente reportaje, completo lo que me faltaba del Metropol Parasol.

Subiendo las escaleras se accede a la Plaza Mayor. Francamente, podían haber elegido otro nombre, porque la Plaza Mayor, de toda la vida en Sevilla, ha sido la Plaza de san Francisco. Es una gran extensión diáfana, excepto en los lugares en que apoyan los pies algunas de las setas. No tiene mucho chiste, como decimos por aquí, aunque su función es la de paseo y descanso a la sombra, así como servir para realizar conciertos y otras actividades que requieran espacio. La verdad es que resulta un poco árida, sin rastro de verde (apenas siete u ocho metros cuadrados en el lado de la calle Laraña), ni fuentes, ni adorno alguno.
Rótulo de la Plaza Mayor, con inscripción "de diseño".
Vista de la Plaza Mayor.
Otra vista de la misma.
Una más.
La iglesia de la Anunciación desde la Plaza Mayor.
Para acceder al ascensor que nos conducirá al mirador debemos bajar de nuevo la escalera y entrar en el Antiquarium. En un mostrador, una "amable" señorita comprueba que soy nativo y me entrega la entrada gratuita. Una vez arriba, esto es lo que veremos:
Iglesia de la Anunciación, iglesia del Salvador y Giralda. Una bonita vista.
Detalle del ensamblaje de las piezas que forman las setas.
La Anunciación, la Facultad de Bellas Artes y la torre del palacio del marqués de la Motilla.
Puente de la Barqueta, Torre de los Perdigones y Puente del Alamillo.
Terrenos de la Expo 92 y, al fondo, la campiña.
Al fondo, la cornisa del Aljarafe.
En el horizonte se aprecian las torres de la Plaza de España.
Y poco más que contar. Aunque no están mal, creía que las vistas serían más espectaculares; como siempre sucede en estos casos, desde abajo parece que el mirador está más alto que los edificios que lo rodean cuando, en realidad, hay varios que están al mismo nivel. Veremos qué me parece la visión desde la Torre de los Perdigones cuando la visite.

Editado el día siete de septiembre de 2.011. 

4 comentarios:

  1. Enhorabuena por lo que haces. Pocos saben lo enriquecedor que es. Yo sí. Un saludo, Alejandro. Puedes ver mi blog: http://arteparnasomania.blogspot.com

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  2. Impresionante, coincido con el tema del Castillo de San jorge, que personlamente doté de las audioguias. He de decir que ha realizado una referencia magnifica a "las Setas"

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  3. Muchísimas gracias. Mi familia y yo estamos enamorados de Sevilla y cada vez que tenemos la oportunidad de ir disfrutamos muchismo pero, ahora, con tu ayuda, con este magnífico blog, disfrutaremos muchisimo más si cabe. Gracias, de nuevo.

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